Una rarísima enfermedad, que afecta a una persona entre 25 mil, le hizo la vida miserable a la británica Rebecca Griffiths: vomitaba continuamente, hasta cien veces al día.
El padecimiento se conoce como síndrome de vómitos cíclicos, y los médicos no se han puesto de acuerdo en cuál puede ser la causa. Pero Griffiths conoce demasiado bien las consecuencias: pasarse un día sí y otro no acostada en un sofá, sin poder hacer otra cosa que sostener una vasija en la mano, o en una sala de emergencia.
“No puedo comer, no puedo tomar nada; simplemente no tengo vida“, dijo en julio la mujer de 31 años.
Todo comenzó hace cinco años, precisamente en el mes de noviembre de 2013. Un día sintió náuseas y no paraba de vomitar. Estuvo así cinco jornadas y los médicos le recetaban antihistamínicos y otros medicamentos del tipo conocido como antieméticos. Sin embargo, seguía igual. O peor.
Aunque padecía de diabetes tipo 1, Griffiths había sido hasta entonces una persona muy activa, amante de las actividades al aire libre. Pero lo que después supo que era CVS, como se conoce la enfermedad por las siglas en inglés de Cyclical Vomiting Syndrome, redujo su vida a un sofá, sin poder trabajar y con sus padres cuidándola las 24 horas los siete días de la semana.
“Siempre me ha gustado ser una persona exitosa en lo que hago, no importa lo que sea que haga, pero me gusta hacerlo bien, y sentía que no podía hacer nada bien“, dijo Griffiths. “De hecho, no puedo hacer nada“.
La familia tenía que llevarla frecuentemente a la sala de emergencia, porque se deshidrataba, y cuando estaban en casa la madre, Carolina, le inyectaba una solución rica en sales minerales para evitarlo.
Bajó más de 50 libras, le aparecieron úlceras en el esófago y le diagnosticaron varias enfermedades: una extraña forma de inmunodeficiencia, gastroparesis, que hace muy lento el paso de los alimentos del estómago al intestino delgado, y neuropatía autonómica.
En las interminables visitas a las salas de emergencia tenían que sedarla y, además, darle tratamiento para secuelas como fallos respiratorios, insuficiencia renal, cetoacidosis y colapsos. Quedó registrada como legalmente ciega.
“Quiero recuperar mi independencia y algo que se parezca a como era mi vida“, le dijo en enero a MSN.
Le abrieron una cuenta en JustGiving, el equivalente británico al sitio de internet GoFundMe, y recaudaron dinero suficiente para llevarla a Alemania, donde iba a ser atendida por un especialista según el cual la verdadera causa de los vómitos eran nervios comprimidos en el estómago. Y a principios de año tuvo su primera consulta en Leipzig con el que ha sido identificado por la familia sólo como el Profesor Sandmann.
La buena noticia es que hace seis semanas Rebecca Griffiths salió del quirófano, después de una operación que la tiene muy esperanzada.
De acuerdo con el Profesor Sandmann, alrededor de los vasos sanguíneos que rodean el estómago hay un grupo de terminaciones nerviosas muy sensibles, y en el caso de Griffins se inflaman por la compresión. La reacción consecuente es dolor, malestar y vómitos.
Lo que hizo fue una cirugía muy compleja para abrirle los vasos sanguíneos y evitar las reacciones. De los dos casos anteriores conocidos por la familia de Griffiths, uno se recuperó completamente y el otro en un 70 por ciento.