Le pusieron Archie, un nombre que ni siquiera figuraba en las apuestas. Y renunciaron al pomposo título de conde de Dumbarton para su hijo, el primer descendiente de raza mixta de la realeza británica. El niño de Meghan Markle y el príncipe Enrique fue aclamado por los británicos como el ‘poster boy’ de los tiempos que corren, con más de dos millones de hijos de matrimonios interraciales en el Reino Unido.
La propia Meghan, hija de padre blanco y madre afroamericana, recordó en su día cómo sufrió ataques racistas o cómo fue definida como “étnicamente ambigua”. Su padre le aconsejó que cada vez que le preguntaran por su raza, abriera su propio casillero y pusiera “mixed-race”. La duquesa de Sussex, que ha tenido muy cerca estos días a su madre, Doria, confía ahora en que su vástago no tenga nunca problemas de identidad, ni se vea obligado a especificar su doble herencia.
El pequeño fue presentado al mundo bajo las ojivas del hall de San Jorge, ante un selecto grupo de medios británicos y la CBS americana. La lluvia intermitente, en un día típicamente inglés, obligó a cambiar de planes y cancelar el anuncio previsto en los jardines del castillo de Windsor. El nombre estaba ya decidido, pero la pareja esperó hasta por la tarde, cuando se lo presentaron a la reina. Isabel II fue la primera en saber que su octavo bisnieto, séptimo en la línea de sucesión del trono, se llamará Archie Harrison Mountbatten-Windsor, y no Albert, Arthur, Alexander, James o Philip (los cinco favoritos en las apuestas). Archie hace el 17 en el ránking de los nombres más habituales en Reino Unido, mientras que Harrison es el 34.
Los padres anunciaron de antemano que renunciaban al “título de cortesía” para su hijo, que será automáticamente reconocido como príncipe Archie en el momento en que su abuelo Carlos ascienda al trono (aunque él mismo o sus padres pueden también renunciar al título).
Ajeno al tumulto, en el momento de su presentación, Archie parecía dormido en brazos del príncipe Enrique, que seguía en las nubes, como en las primeras horas tras el nacimiento. “Ser padre es algo asombroso”, dijo. “Han sido solo dos días y medio, tres días, y estoy tan emocionado ahora que tenemos este pedacito de alegría”.
A su lado, Meghan Markle, vestida de blanco y sin mangas, sin ocultar la silueta de madre, presumía de tener “los dos mejores chicos del mundo”, en referencia al padre y al hijo. “Tiene un temperamento muy dulce, es un niño muy tranquilo”, dijo la madre, y Enrique matizó sobre la marcha: “No sé de dónde le viene…”.
La confesión de Enrique
El niño, que pesó 3 kilos y 260 gramos, nació al final en la madrugada del lunes en el hospital Portland de Londres, un privadísimo centro médico norteamericano, a donde fue trasladada Meghan en secreto el domingo por la noche por recomendación expresa de los médicos, tras la semana de retraso sobre la fecha prevista para el nacimiento.
La duquesa de Sussex, de 37 años, no pudo al final cumplir su sueño de un parto natural y en casa, en el chalé de Frogmore, donde la pareja ha construido su nido familiar, junto al castillo de Windsor. El Palacio de Buckingham no ha dado detalles sobre el nacimiento, pero todo hace pensar que fue un parto inducido, por la rapidez con la que se recuperó la madre y por la confesión del propio Enrique, que reconoció implícitamente haber asistido al parto y expresó su admiración por la entereza de su esposa: “Cómo una mujer es capaz de hacer todo eso es algo que escapa a nuestra comprensión “.