América Latina es a día de hoy la región con mayor tasa de homicidios en el mundo, en 2017 alcanzó la media de 21,5 homicidios por cada cien mil habitantes y el 75 % de los latinoamericanos dice haberse sentido víctima de la violencia, según el libro “Promesas no cumplidas. América Latina hoy”.
El centro brasileño de relaciones internacionales (Cebri) reunió este lunes en Río de Janeiro a especialistas en desarrollo, seguridad y economía y acogió la presentación del libro con el objetivo de crear un debate sobre el desarrollo, centrando los estudios en la democracia y el Estado de derecho, el crimen, la violencia, la pobreza y la desigualdad.
De acuerdo con las fuentes, la tasa de homicidios es tres veces superior a la media global, ocho de los países más violentos del mundo están en América central y en el Caribe y 43 de las 50 ciudades con mayor tasa de homicidios está en Latinoamérica.
Además el 19,8 % de los latinoamericanos afirma haberse sentido muy inseguro en sus barrios.
Entre las consecuencias de esta inseguridad, el director del instituto Igarapé, Robert Muggah, informó que a mayor percepción de inseguridad disminuye el apoyo a la democracia.
“Los gobiernos fallaron en conseguir alcanzar el progreso, eso conlleva un fallo de la democracia”, apuntó el presidente del Diálogo Interamericano, Michael Shifter.
Según apuntaron los especialistas, con el auge de homicidios y violencia también se acentúa el apoyo a respuestas “fuera de la ley” para solucionar los problemas.
En Brasil, uno de los países más afectados por la violencia, con ciudades como Caucaia, Mossoró o Ananindeua entre las diez con mayor tasa de homicidios del mundo, prácticamente la mitad de la población (46,9 %) no confía en la policía.
Si embargo, la percepción de las fuerzas armadas es más positiva y el 70,5 % de brasileños confían en los militares; el país es uno de los ejemplos en recurrir a las fuerzas militares para combatir la criminalidad de ciertas regiones, y su ciudad más emblemática, Río de Janeiro, vivió una intervención de las Fuerzas Armadas en la seguridad pública entre febrero y diciembre de 2018 para frenar la ola de violencia que azotaba Río desde los Juegos Olímpicos de 2016.
En este punto, el libro afirma que la utilización de las fuerzas armadas en la estabilización de regiones incide en una mayor violación de los derechos humanos.
Por su parte, la confianza de los brasileños con respecto a sus políticos también es crítica: el 78,3 % cree que sus representantes políticos se han visto envueltos en corrupción y desde el año 2012 la confianza en las elecciones disminuyó (solo el 33,2 % confía en los comicios).
Los expertos calificaron la situación como una “vuelta a la democracia enfadada”.
La investigadora del centro brasileño de análisis y planificación Cebrap María Herminia Tavares de Almedia explicó que Brasil parece acompañar una tendencia universal de erosión al apoyo a la democracia.
“Estamos ante una situación de una población demócrata que está insatisfecha, apoyan la democracia pero no les gusta como funciona”, apuntó Tavares de Almedia.
El estudio que abarca el libro muestra que desde 1995 hasta 2018 aumentó el número de personas que se muestran indiferentes por un régimen democrático o no democrático.
Los jóvenes, las mujeres y la clase alta son los grupos que muestran mayor indiferencia con respecto al régimen político.
Asimismo, dentro de la discusión de la gobernanza democrática, la representante del Cebri, Monica Herz, subrayó cuatro pérdidas significativas en los últimos años, la capacidad de coordinación de políticas públicas, la disminución de articular una respuesta regional, una menor agregación de capacidades para enfrentar los desafíos de gobernanza global y la no elaboración de una perspectiva suramericana sobre defensa.