Después de convertirse en el movimiento de carácter social de mayor envergadura en los últimos 50 años, la Marcha Verde por la lucha contra la corrupción y la impunidad ha quedado reducido a asambleas, reuniones y planificaciones que no terminan de definir su accionar, de cara a las elecciones del 2020.
Si se toma como referencia que la lucha del 4% del Producto Interno Bruto para la Educación se concretizó en un año preelectoral, cuando en septiembre del 2011, los 10 candidatos presidenciales a las elecciones del 2012 firmaron un acuerdo de compromiso a cumplir la Ley de Educación 66-97, se puede concluir que la Marcha Verde está dejando pasar un momento clave para su propósito.
“La coyuntura electoral del próximo año debía ser para la Marcha Verde lo que fue la del 2012 para el 4% ¿Cómo se logró finalmente el 4% para la educación? Fue en la campaña electoral, con ese movimiento ahí”, afirmó el periodista Juan Bolívar Díaz, al referirse a esta coyuntura y lo que ha debido hacer el movimiento color esperanza.
La Marcha Verde tuvo como principio la convocatoria de la primera manifestación, el 22 de enero del 2017 y como combustible el destape del escándalo Odebrecht, un mes antes, en el que se señaló a la República Dominicana como uno de los países que más recibió sobornos en América Latina de parte de la compañía brasileña.
Entre enero del 2017 y agosto del 2018 se celebraron convocatorias provinciales, el recorrido de la llama contra la impunidad, las firmas de más de 300 mil ciudadanos en el libro verde, hasta la conocida “marcha del millón”.
El quiebre. Uno de los elementos de quiebre de la Marcha fue que con el tiempo, el liderazgo horizontal y la diversidad que mantuvo como sus virtudes, se convirtieron en desafíos, incluso para tomar decisiones, en reuniones que tardaban hasta seis horas para llegar a acuerdos.
También ocurrió que los políticos de la oposición que estuvieron detrás apoyando las manifestaciones cambiaron su quehacer hacia una agenda electoral. Como también lo hicieron los dirigentes de la Marcha Verde que ahora se concentran en sus aspiraciones a cargos electivos. Hasta la fecha, se destacan Jhonatan Liriano, quien aspira a ser diputado, Manuel Jiménez, con aspiraciones en la alcaldía de Santo Domingo Este, y Claudio Caamaño, que la semana pasada concretizó acuerdo para ser diputado.
Ese liderazgo que conquistó esencialmente a la clase media para salir a las calles, fue sustituido entonces por uno más radical, de izquierda, que presionó por decisiones que terminaron restándole apoyo a la Marcha Verde, como la del 28 de enero del 2018 que se dirigió al Palacio Nacional. Esa fue la manifestación de menor impacto para el movimiento acostumbrado a superar cifras.
Sin liderazgo bien definido, ni planes concretos, es difícil medir el accionar de la Marcha Verde en este proceso preelectoral. Pero la apuesta está servida: el domingo 14 de julio una nueva convocatoria a marchar en Santiago y el combustible de la corrupción e impunidad aún corre entre instituciones del Estado.