La clausura de granjas dedicadas a la cría de perros para consumo humano en Corea del Sur empieza a ser un fenómeno corriente que capta cada vez más miradas y cobertura mediática nacional e internacional.
Sky, una golden retriever, luce agotada y se duele de la pústula que tiene en una pata delantera, en contraste con la energía que muestran sus juguetones cachorros en la jaula de enfrente.
“Se la ve exprimida. Así ha sido su vida hasta ahora”, cuentan a Efe los responsables de Humane Society International (HSI), ONG de origen estadounidense a cargo de la operación para rescatar a estos y a otros 90 canes de una granja en Yeonju (a 60 kilómetros al sureste de Seúl).
Aunque el dueño de la finca, Kwon Tae-young, asegura que todos los animales están vacunados, las condiciones del lugar son malas; la mayoría de perros no sale de sus jaulas, donde conviven con sus heces y acaban desarrollando problemas psíquicos mientras ven desfilar ratas continuamente por la propiedad.
“Y esta es de las mejores”, apuntan desde HSI, donde hablan de explotaciones en las que viven hacinados hasta 2.000 animales, la mayoría de las veces aterrorizados por los malos tratos que reciben de los granjeros.
No es el caso de Kwon, al que los animales claramente se alegran de ver.
Varias asociaciones animalistas surcoreanas rescatan regularmente a ejemplares de estos criaderos de perros, cuya carne se come desde hace siglos en el país asiático, aunque HSI es la única que ejecuta estas operaciones asegurándose además de que la granja deja de funcionar como tal y se transforma en otro tipo de negocio.
El propietario, interesado en abandonar la cría por la persistente caída del consumo, recibe a cambio una suma de dinero de manos de la ONG para poder reciclar su empresa, normalmente virando hacia otro tipo de actividad agrícola.
La de Yeonju es la decimoquinta granja que clausura desde 2015 HSI, que enmarca estos operativos en un “plan estratégico” para llamar la atención de la opinión pública y la administración surcoreana, a la que consideran pieza fundamental para acabar con el comercio de carne de perro.
Lo primero parecen estar consiguiéndolo en un país donde los cierres de restaurantes de perro van en aumento y las encuestas más recientes muestran un rechazo creciente al consumo: menos del 20% asegura comer esta carne, en torno a un 70% dice que no lo hará nunca y un 46% cree que su comercio debería ilegalizarse.
El interés queda patente cuando al operativo de Yeonju, en el que participan activistas muy presentes en la televisión anglosajona como el veterinario Marc Abrams o la entrenadora Victoria Stilwell, acude la cadena pública de radiotelevisión surcoreana KBS a grabar a celebridades como el comediante Lee Kyung-kyu participando en el propio rescate.
“Las cosas en Corea del Sur cambian y es para alegrarse”, cuenta Kelly O”Meara, directora del área de animales de compañía de HSI.
“Pero por otro lado nos preocupa qué pasa con los perros cuando las granjas comienzan a cerrar porque el negocio va desapareciendo”, cuenta en referencia a casos en los que granjeros han llegado a abandonar a los animales y a la falta de costumbre de adoptar mascotas en el país asiático.
Sky es afortunada en este caso, ya que volará al día siguiente a Canadá para estar con su nueva familia (una pareja que habló de “amor a primera vista” al verla en fotos), mientras que sus cachorros vuelan directos ese día a Washington D.C. donde serán acogidos en un albergue hasta que sean adoptados.
Ben, macho de raza Jindo, Rue, un diminuto y asustadizo Boston terrier, la boxer Lucia… así hasta más de 90 perros procedentes de la granja de Yeoju que serán adoptados en estos dos países y en Reino Unido.
Al margen de potenciar la adopción a nivel doméstico, HSI considera necesario que el Ejecutivo surcoreano participe activamente en el proceso, como hizo en el cierre este verano del mercado de Gupo en Busan (sureste), donde fue el Gobierno local el que subvencionó directamente el reciclaje empresarial de todos los puestos que vendían perro.
“Me da cierta tristeza verlos marchar pero me alegro porque sé que van a tener un buen futuro”, cuenta el granjero Kwon, que está pensando en convertir la explotación en una empresa de construcción.
A punto de cumplir los 40 y viendo que la cría apenas da beneficio, decidió cerrar con apoyo de HSI cuando otro criador de perros que dejó el negocio le puso en contacto con la asociación.
Por desgracia Kwon no conoce a ningún otro de los miles de operadores de criaderos (las cifras exactas se desconocen, entre otras cosas, porque muchos operan sin licencia) al que poner en contacto con la ONG para otro cierre.
“Pero nosotros sí conocemos a otros. Mañana celebramos una primera reunión con uno de ellos. A ver si hay suerte”, cuenta esperanzada O”Meara.