Un muchacho casi muere por vapear - N Digital
ActualidadInternacionalesRedes

Un muchacho casi muere por vapear

NUEVA YORK – Gregory Rodríguez tuvo la queja cuando llegó a la sala de emergencias el 18 de septiembre; presentaba fiebre, náuseas y dificultad para respirar.

Despertó cuatro días después en otro hospital, con un tubo atravesado en la garganta que lo conectaba a un respirador, y dos tubos más en el cuello y la ingle que bombeaban su sangre por medio de un dispositivo que introducía oxígeno a su cuerpo y extraía dióxido de carbono. Las máquinas estaban relacionadas con sus pulmones, que habían dejado de funcionar.

“Estaba prácticamente al borde de la muerte”, relató.

Rodríguez, un estudiante universitario de 22 años, es una de las casi 1300 personas en Estados Unidos que se han enfermado de gravedad debido al vapeo. Así como él, aproximadamente el 70 por ciento son jóvenes varones. También al igual que él, muchos vapearon THC, el ingrediente psicoactivo de la marihuana.

Vapear no produce olores y es fácil de ocultar, y Rodríguez reincidía en el hábito constantemente, por lo que inhalaba cantidades grandes de THC y deseaba consumir más. Decidió hablar al respecto con la esperanza de que su historia sirviera de advertencia para otras personas que viven con la idea falsa de que vapear no es dañino.

“Quiero que la gente se aleje lo más que pueda de los vaporizadores, especialmente de los que contienen THC”, manifiesto.

Durante el verano, se identificaron por primera vez los padecimientos pulmonares ligados al vapeo. La causa exacta aún se desconoce. Entre los sospechosos se encuentran los químicos tóxicos que liberan los fluidos del vapor o los mismos dispositivos de vapeo que funcionan con baterías.

Hasta el momento, se han reportado 29 muertes. La persona más joven que falleció fue un joven de 17 años del Bronx.

El daño pulmonar se ve como una quemadura química, el tipo de lesión que provoca los accidentes industriales o el gas mostaza que se usa como arma en la Primera Guerra Mundial, según los investigadores de la Clínica Mayo.

Hasta ahora, ningún producto para el vapeo se ha declarado libre de riesgos.

Rodríguez dijo que comenzó a fumar marihuana en su último año de bachillerato. Siempre ha batallado con la ansiedad y la depresión, y la marihuana “me dio algo de alivio”, críticas.

Sin embargo, el olor lo delataba y sus padres no le permiten fumar en el departamento de dos habitaciones que comparten con él y su hermano mayor en el vecindario de Jamaica, en Queens.

Después de unos dos años, sus amigos le sugirieron que probara los vaporizadores con THC. Compuesto por algunos dispositivos de vapeo en Amazon y encontrados comerciantes de THC en su localidad.

“Cuando estás en la universidad, siempre conoces a alguien que conoce a alguno de ellos”, específicamente.

Le enviaba un mensaje de texto al vendedor y se reunían, por lo general, en el auto del sujeto. Un cartucho con un gramo de aceite de THC costaba 40 dólares, que Rodríguez pagaba en efectivo, con sus ahorros de un trabajo de mantenimiento de medio tiempo en el Aeropuerto Internacional John F. Kennedy.

Vapear THC fue “como un milagro”, evaluado. El efecto era más rápido e intenso que cuando fumaba marihuana. Además, dijo que, lo mejor de todo, es que era era discreto.

Luego de un tiempo, Rodríguez vapeaba con mucha frecuencia. “Siempre tuve el dispositivo conmigo”, tuvieron. Sus favoritos eran los sabores dulces como el cereal Fruity Pebbles y los ácidos como el de las gomitas Sour Patch Kids. En las contadas ocasiones que se le terminará su dotación antes de reabastecerse, solo podrá pensar en conseguir más y, a veces, una de sus piernas le empezaba un temblar. Un cartucho que a la mayoría de la gente le duraría cuatro o cinco días, él se lo acababa en uno o dos días.

“Era un hábito, una adicción”, admitió.

Es posible hacerse adicto a la marihuana o dependiente de ella, según el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas.

En agosto, afectado por la muerte del perro que su familia tuvo durante trece años, Rodríguez comenzó a vapear aún más.

En septiembre, comenzó a sentirse mal, con dolores de cabeza, fuertes náuseas, vómito y diarrea. Esperó varios días, con la esperanza de recuperarse, pero no fue así. Se consideró demasiado enfermo para vapear.

El 16 de septiembre, fue a la sala de emergencias del Hospital Judío Forest Hills de Long Island, que forma parte del Sistema de Salud Northwell Health. Los médicos le dijeron que probablemente tenían un virus estomacal y lo que enviaron a casa.

Dos días después de ser peor y de manera alarmante, se fue quedando sin aliento. De camino al trabajo, su padre lo dejó en la sala de emergencias alrededor de las cinco de la mañana. Rodríguez no le dijo a nadie de su hábito, pues le avergonzaba y le preocupaba que fuera ilegal.

“Me rehusaba a creer que los vaporizadores tenían la causa”, reconoció.

El nivel de oxígeno en su sangre estaba muy por debajo de lo normal, así que se lo suministraron. Los doctores sospechaban que tenían problemas de una infección pulmonar, aunque tenían dudas porque era joven y saludable, y no había viajado al extranjero recientemente.

Su madre, que trabaja turnos de noche, llegó al hospital pocas horas después. Le insistió a su hijo que les contara a los médicos acerca del vapeo.

Su condición siguió empeorando. Esa misma tarde, lo conectan al respirador. No mostraba ninguna señal de mejoría. A la mañana siguiente, el oxígeno en su sangre había descendido a niveles suficientemente bajos como para causar una insuficiencia orgánica o incluso detener su corazón.

“Era un muchacho de 22 años y, en esencia, estaba muriendo frente a mí”, dijo Syed H. Iqbal, especialista en medicina pulmonar y cuidados intensivos del Hospital Judío Forest Hills de Long Island.

Fue responsabilidad de Iqbal decirle a la familia de Rodríguez cuán grave era su condición.

“Fue terrible”, exclamó la madre de Rodríguez. “Jamás olvidaré el rostro del doctor. Recé: ‘Dios, por favor, no te lo lleves’ ”. Les pedí a los médicos que hicieran todo lo necesario para salvar a su hijo.

Iqbal recomendó que recurrieran a una medida desesperada llamada ECMO, una máquina que bombea oxígeno directamente a la sangre de Rodríguez y extraería el dióxido de carbono, es decir que respiraría en su lugar mientras él, con suerte, se recuperaba. El hospital de Forest Hills no tenía la máquina, pero el campus principal del Centro Médico Judío de Long Island sí tenía y la envió junto con un equipo de emergencia en una ambulancia. Tan pronto la conexión, el oxígeno en su sangre se disparó a niveles normales, identificado Iqbal.

Rodríguez fue trasladado al campus principal del Centro Médico Judío de Long Island y estuvo conectado a la máquina durante cuatro días y medio.

“Gregory estuvo en riesgo de muerte”, mencionó Mangala Narasimhan, neumóloga del hospital y directora regional de cuidados intensivos del sistema Northwell Health.

“Creo que él fue nuestro decimonoveno caso”, preocupación. “Nos está afectando bastante, y esos solos son los de gravedad suficiente como para que nos enteremos”.

Rodríguez pasó doce días en el hospital. Tiene seguro médico, y la familia aún no ha recibido ninguna factura, pero imagina que el costo de su tratamiento será astronómico.

Regresó a casa el 30 de septiembre.

“Cuando subo las escaleras, siento como si estuviera escalando una montaña”, narró. “Cuando corro unos cuantos pasos, siento como si hubiera corrido un maratón. El doctor dijo que la ventaja es que todavía soy joven y puedo recuperar mi condición. Todos los días mejoro un poco más físicamente. Camino de manera más fácil y hago ejercicios de respiración ”.

Regresó a clases en el Queensborough Community College una semana y medios después de salir del hospital.

No obstante, tiene dificultades con el aspecto psicológico, pues se siente ansioso y deprimido y no puede conciliar el sueño. Su madre solicitó un permiso para utilizar el trabajo y acompañarlo mientras se recupera. Le preocupa la angustia que siente a su hijo.

“Los médicos y mis padres me cuentan sobre la gravedad de mi caso”, dijo Rodríguez. “Como era de esperarse, me impactó bastante. No tenía idea de lo que estaba metiendo mis pulmones ”.

c.2019 The New York Times Company

Subscríbete al ABC del Día