Madrid, (EFE).- En vida les unió su anticomunismo y su poder absoluto, ahora su cercanía será también física. El dictador español Francisco Franco compartirá cementerio con el dominicano Rafael Leónidas Trujillo, enterrado en Madrid al igual que otro conocido caudillo latinoamericano, el cubano Fulgencio Batista.
Nada más entrar al pequeño cementerio de Mingorrubio, a la derecha se puede ver el panteón familiar en el que muy pronto descansará Franco junto a su mujer, Carmen Polo, tras la decisión del Gobierno español de trasladar sus restos desde el Valle de los Caídos, el monumento nacional construido a iniciativa del dictador y donde fue enterrado en 1975.
Varios agentes de la Policía Nacional vigilan el camposanto, de titularidad estatal y situado en El Pardo, un pequeño barrio de las afueras de Madrid, y prohíben hacer fotografías “por expreso deseo” de la familia, según comenta uno de ellos a Efe.
Menos visible, en la parte izquierda del cementerio, hay un mausoleo de mármol negro con una única leyenda: “Familia Trujillo”. Allí están los restos del tirano que dirigió la República Dominicana durante tres décadas (1930-1961) y de su hijo Ramfis.
Efe constata que la construcción está cubierta de polvo y rodeada de hojas secas, sin señales de haber sido limpiada o visitada recientemente. A través del cristal de la puerta de acceso al mausoleo, ubicada en el frontal, se distingue en su interior una mesa de mármol blanco, también con bastante polvo, sobre la que hay unas cuantas flores, aparentemente de plástico, y varias figuras religiosas.
De “extraño periplo” califica a Efe el historiador dominicano Juan Daniel Balcácer el viaje que llevó a Trujillo a terminar siendo enterrado en el cementerio de Mingorrubio en 1970, nueve años después de su asesinato.
Tras un intento infructuoso de llevarlo a la isla de Guadalupe a bordo del yate “Angelita”, el cadáver del dictador pasó por Santo Domingo, por la ciudad costera de Barahona y nuevamente por la capital antes de ser transportado en un avión de Pan American Airways a París, donde fue sepultado en el cementerio de Pére Lachaise, famoso por sus tumbas de artistas.
Pero al cabo de unos años Ramfis fallece “tras un aparatoso accidente automovilístico” en Madrid, donde se había instalado, según recuerda Balcácer, y la viuda del dictador, María Martínez, decide exhumar los restos del dictador y trasladarlos a Madrid para que estuviera junto a su hijo.
TRUJILLO Y FRANCO, HERMANADOS POR LA HISPANIDAD Y EL CATOLICISMO
“Militar formado en las filas de la infantería militar norteamericana”, en vida Trujillo profesó “una gran admiración por paradigmas pretorianos como Hitler, Mussolini y Franco”, explica Balcácer, miembro de la Academia Dominicana de la Historia y autor de un libro sobre el dictador.
Añade que, además, “lazos comunes” como la hispanidad y el catolicismo “fortalecieron las relaciones bilaterales entre la República Dominicana de Trujillo y la España de Franco”.
Trujillo “admiró mucho a Franco desde los años 30” y “se inspiró en él para poner en marcha (en su país) el catolicismo ultra”, señala por su parte a Efe Matilde Eiroa San Francisco, doctora en Historia Contemporánea, especialista en el periodo del franquismo y profesora de la Universidad Carlos III de Madrid.
En 1954 el dictador dominicano visitó España, “fue recibido con honores” y se alojó en el Palacio del Pardo, la residencia oficial de Franco, pero al “séquito enorme” que le acompañaba no lo quiso cerca y los mandó alojarse “en un hotel de Madrid”, recuerda Eiroa.
Además de la megalomanía y la “vigilancia y represión” que ejercían incluso con aquellos que estaban “dentro de sus filas”, Trujillo y Franco compartían la idea de que “toda oposición” a sus respectivos regímenes era “comunista”, anota por otro lado esta experta.
EL CUBANO BATISTA TAMBIÉN DESCANSA EN MADRID
Férreo anticomunista como Trujillo y Franco, el dictador cubano Fulgencio Batista (1901-1973) también está enterrado en Madrid, concretamente en el cementerio de San Isidro.
Fallecido de un infarto en Marbella (sur de España), la tumba de Batista no destaca frente a las demás en San Isidro, donde de hecho hay numerosos mausoleos y panteones mucho más ostentosos.
Junto a su nombre están inscritos el de su viuda, Martha Fernández Miranda, y el de su hijo Carlos Manuel, quien murió de leucemia antes que su padre, en 1969.
A diferencia de los contactos con Trujillo y de la estima mutua que hubo entre Franco y Fidel Castro, no está documentado que el dictador español y Batista mantuvieran una relación estrecha.
Lo que sí supuso el golpe de Estado que dio Batista en Cuba en 1952 fue el inicio de la “normalización plena de las relaciones” con España, una etapa en la que jugó un papel muy destacado el entonces embajador franquista en La Habana, Juan Pablo de Lojendio, según Adela Alija, doctora en Historia y profesora de la Universidad Antonio de Nebrija
Alija subraya a Efe que la embajada comandada por Lojendio mantuvo “un equilibro que sorprende”, puesto que “acogía a opositores de Batista” manteniendo a la vez “unas relaciones muy correctas” con su régimen.
Además, la embajada se dedicó durante la década de los 50 a “transmitir una imagen muy positiva” del franquismo y Lojendio establece “una relación muy intensa con los medios de comunicación cubanos”, según Alija, ya que se consideraba fundamental “la percepción” que del régimen se tenía fuera de España. EFE