El hígado es la víscera más grande del cuerpo y tiene diversas funciones, como ayudar a digerir los alimentos, almacenar energía y eliminar toxinas. Entre las patologías que puede sufrir se encuentra la enfermedad por hígado graso (o asteatosis hepática), que consiste básicamente acumular grasa en el hígado.
Existen dos tipos: Enfermedad del hígado graso no alcohólico (EHGNA) y Enfermedad del hígado graso por alcohol, provocada por el consumo excesivo de este.
Qué lo provoca
El hígado graso es la enfermedad hepática más frecuente y tan común en los países occidentales que afecta, según la Societat Catalana de Digestología, a entre el 20 y 30% de la población, sobre todo entre los que padecen obesidad o diabetes tipo 2.
Y la prevalencia va en aumento, pues, aunque no se conocen exactamente las causas (excepto en el caso de la enfermedad del hígado graso por alcohol), se sabe su incidencia está directamente relacionada con el estilo de vida y los hábitos alimentarios.
Entre los factores de riesgo para padecer EHGNA encontramos la diabetes, tener los triglicéridos elevados, padecer colesterol, tener grasa abdominal acumulada, la hipertensión o el síndrome metabólico. Además, también tienen un mayor riesgo de padecerla las personas con apnea del sueño, hipotiroidismo o mujeres con síndrome de ovario poliquístico.
Otras causas menos frecuentes son antecedentes de cirugía digestiva, consumo de ciertos fármacos (como corticoides, hormonas, antivirales…) o algunas enfermedades hereditarias raras.
Qué síntomas produce
La enfermedad de hígado graso no alcohólico es una enfermedad silenciosa que no suele provocar síntomas, al menos en las primeras etapas. De presentarse, los síntomas más comunes son el cansancio, el malestar general y molestias en la parte derecha superior del abdomen… Además, suele provocar agrandamiento del hígado, hinchazón abdominal, palmas enrojecidas, vasos sanguíneos dilatados o piel amarillenta.
Esta ausencia de síntomas hace que sea difícil de diagnosticar y que la sospecha aparezca al verse elevados en un análisis de sangre las transaminasas. A través de una ecografía se podrás ver si el hígado está brillante -uno de los signos del hígado graso-, su agrandamiento y la realización de una biopsia hepática, la prueba que diagnostica el hígado graso de forma definitiva.
¿En qué casos se complica?
Por lo general, la esteatosis simple suele ser una enfermedad hepática benigna que no se complica, pero en algunos casos (entre un 2-3 %) puede presentarse una afección más grave, la llamada esteatohepatitis, una inflamación y diferentes grados de fibrosis, que puede derivar en cirrosis con el paso de los años, es decir, un daño hepático irreversible, sólo recuperable con un trasplante.
Aun así, es conveniente que los enfermos por hígado graso, sobre todo si padecen además síndrome metabólico, controlen todos los factores de riesgo asociados porque tienen más posibilidades de desarrollar una enfermedad cardiovascular. Si existe o no fibrosis y en qué grado será determinado por la biopsia hepática.
¿Se puede tratar?
Si se trata de una enfermedad producida por el alcohol, la primera recomendación será dejar de beber drásticamente, por lo que en caso de personas alcohólicas es probable que necesiten terapia psicológica.
En caso de EHGNA, no se dispone de un tratamiento específico para tratarla. En la actualidad se están estudiando diversos tratamientos a base de vitamina E y las tiazolidinedionas (tratamiento para la diabetes), pero todavía no se ha probado su efectividad.
El primer consejo de los médicos será, por tanto, tratar los factores de riesgo asociados (diabetes, colesterol, hipertensión…), en especial la obesidad, por lo que el objetivo prioritario será que el paciente pierda peso mediante una dieta equilibrada y controlada y ejercicio físico, pues bajar de peso contribuye a bajar la infamación y la fibrosis del hígado.
Una vez perdido el peso necesario, hay que seguir una serie de pautas para que la enfermedad no vaya a más. Estas son las mismas que las recomendadas para la población en general para llevar una vida sana y que disminuya la morbilidad de cualquier tipo:
- Evitar hábitos tóxicos, como el alcohol y el tabaco.
- Llevar una dieta equilibrada a base de vegetales, frutas, verduras, cereales integrales, legumbres, pescado, grasas saludables y carnes blancas y pobre en grasas saturadas, carnes rojas y azúcar.
- Llevar una vida activa haciendo ejercicio al menos tres veces a la semana.
Fuente: Infobae