Después de varios días de negociaciones, que incluyeron una incómoda cumbre entre la reina Isabel, Carlos, William, Harry y Meghan Markle vía teleconferencia, la corona británica confirmó la existencia de un acuerdo: el “Megxit”, como los medios británicos bautizaron el escándalo, finalmente se concretará en la primavera boreal de este año, es decir en alguna fecha aún no confirmada a partir del 31 de marzo.
Las conversaciones ordenaron y emprolijaron una decisión absolutamente unilateral de los duques de Sussex. Pero aun con acuerdo, el abandono dejó tambaleante a una monarquía británica que recibió duros reveses recientes, obligándola más que nunca a reinventarse.
De hecho, la situación aumentó la presión sobre el hermano mayor de Harry, el príncipe William, quien, junto con su esposa Kate -llamados a ocupar el trono- deberán llevar ahora en solitario la carga de representar a la institución ante una generación más joven. La reina Isabel II tiene 93 años y su esposo, el príncipe Felipe, 98.
La pareja ya no viaja y en los últimos años ha delegado su representación internacional en su hijo y heredero, Carlos, y los dos hijos de este, con sus respectivas esposas. En este contexto, Harry y la popular actriz norteamericana parecían ser los indicados para compatibilizar con los más jóvenes y secundar a William y a Kate, pero esa relación se empantanó. “Apoyé a mi hermano toda la vida y ya no puedo hacerlo más, somos entidades separadas”, confió días atrás a un amigo William visiblemente afectado.
Ahora, la corona detalló algunas claves del acuerdo alcanzado y también dejó algunos puntos oscuros.
Según lo acordado, Harry y Meghan “comprenden que es necesario que renuncien a sus deberes reales, incluidos los nombramientos militares oficiales. Ya no recibirán fondos públicos por sus funciones reales”, explicó la Casa Real británica en un comunicado.
En consecuencia, la pareja “no utilizará sus títulos de Su Alteza Real (HRH, por sus siglas en inglés) porque ya no son miembros en activo de la Familia Real”.
El texto subraya que la pareja seguirá manteniendo sus actividades benéficas “con la bendición de la reina”, pero ya no podrán representarla formalmente. El comunicado, sin embargo, afirma que ambos se comprometieron a seguir “respetando los valores de su majestad”.
Además, como ya no quieren pertenecer a la realeza perderán sus beneficios -y los cuantiosos fondos públicos- y tendrán que devolver los 2,4 millones de libras (unos 3 millones de dólares) de dinero recientemente recibido para la reforma de su residencia oficial, Frogmore Cottage, en la que seguirán viviendo cuando estén en Reino Unido. Si bien esa continuará siendo su casa, porque así lo decidió al reina cuando la pareja contrajo matrimonio, deberán reembolsar el dinero de las refacciones que se pagaron con dinero de los británicos.
Aunque se sabe que desde fines de marzo renunciaron a sus títulos nobiliarios, las declaraciones oficiales dejan varias preguntas clave sin respuesta sobre el futuro de Harry y Meghan.
Por ejemplo, el Palacio de Buckingham no explicó los detalles de los acuerdos de seguridad del “nuevo modelo”. Y aunque se comunicó que la pareja ya no recibirá dinero público, no está claro si el príncipe seguirá recibiendo los estimados 2,3 millones de libras esterlinas (2,8 millones de dólares) al año que recibe de las arcas del Ducado de Cornualles de su padre, el príncipe Carlos.
Y tampoco está claro si podrán seguir usufructuando la marca ‘Sussex Royal’ si ya no forman parte oficialmente de la vida real. Esta dato no es menor, ya que la pareja regitró ese nombre para comercializar todo tipo de productos y se pensaba que gracias a esa marca lograrían millones en ingresos.
El abandono que la corona aún no supera
Acompaña al comunicado del Palacio de Buckingham un comunicado personal de Isabel II en el que la reina expresa su “satisfacción” por haber logrado “una vía constructiva” para resolver la situación después de que la pareja expresara su intención de independizarse de la Casa Real. “Harry, Meghan y Archie siempre serán miembros queridos de mi familia”, dice la monarca con una clara intención: mostrar unidad en medio de la tormenta.
“Apoyo su deseo de una vida más independiente”, insistió la Reina, que les agradece en la misiva el trabajo desarrollado y destaca lo “particularmente orgullosa” que se siente de “cómo Meghan se ha convertido tan rápidamente en una más de la familia”.
Pero, a pesar de la cuidadosa elección de las palabras de la Reina, no se descartan las represalias. Es que para asegurar la supervivencia de la institución, la monarquía británica ha sido históricamente despiadada con aquellos miembros que rompieron las reglas. Así, tras abdicar en 1936 para casarse con Wallis Simpson, una plebeya estadounidense dos veces divorciada, el rey Eduardo VIII -tío de Isabel- pasó el resto de su vida en el exilio en Francia.
Del mismo modo, la princesa Diana fue despojada de su título de “alteza real” en 1996, cuando se divorció de Carlos. También lo fue Sara, cuando se divorció del príncipe Andrés, el tercer hijo de la reina Isabel. Y este último se vio recientemente obligado a retirarse de la vida pública debido a su relación con el financiero estadounidense Jeffrey Epstein, acusado de pederastia y muerto en una cárcel de Nueva York mientras esperaba a ser juzgado.
Habrá que esperar a la primavera boreal para ver cómo funciona el nuevo modelo y descubrir si la corona finalmente logra superar el abandono de Harry.
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