EFE,España
“Es importante seguir creando. No dormirse en los laureles, ese es mi credo”, afirma en una entrevista con Efe el pianista y compositor dominicano Michel Camilo, un nombre que por sus raíces y su herencia va unido sin duda al del género jazz latino.
Sin embargo, Camilo (Santo Domingo, 1954) se atreve con jazz y con clásico, con solos y con orquestas sinfónicas, porque para él lo importante es crear un “arcoíris musical”.
Camilo tiene una visión “amplia” de la música. Marcado por su familia, que hacía de las baladas, los boleros o los tangos una gran “fiesta”, con tan solo cuatro años sacó sus primeras melodías en el acordeón y, tras descubrir el piano, quedó hipnotizado.
“Me enamoré del piano desde el principio, lo que pasa que en mi casa no había, por lo que solo le ponía la mano cuando iba a casa de mis abuelos o de mis tíos”, señala.
Tal era la obsesión de Camilo con el piano que dibujaba en una cartulina las diferentes teclas del instrumento y él mismo escuchaba las notas en su mente, y así practicaba para cuando tuviera la ocasión de tocar de nuevo.
“El piano es un instrumento orquestal. Con él puedes tocar más de una nota a la vez. Es una gran dicha poder tocar no solamente la melodía, sino todo lo demás”, reconoce el dominicano, que al final consiguió que le compraran el instrumento.
Camilo empezó a componer con seis años y con nueve consiguió entrar en el Conservatorio Nacional de Música, donde completó los cursos “rapidísimo”, hasta que con 16 años ingresó en la Sinfónica Nacional como el miembro más joven.
A partir de ahí todo fueron éxitos. Su extensa discografía ha sido reconocida con un premio Grammy, un Emmy, tres Grammy Latinos, el premio Artista del Año JazzWeek y dos Premios de la Música en España.
Para el pianista, lo importante de la música es “romper barreras”, algo que hizo cuando a los 14 años descubrió el jazz: “Descubro que es música improvisada, composición al instante. Me atrajo muchísimo”, explica.
Sin embargo, no olvida la importancia de tener una raíz clásica y afirma ser un gran admirador de compositores como Ravel, Stravinsky o Copland. También fue importante para él George Gershwin, del que dice que fue capaz de “unir ambos mundos, el jazz y el clásico”, y el sonido ruso, con compositores como Chaikovski o Rajmáninov.
A pesar de que Camilo emigró a los Estados Unidos para desarrollar su carrera, fue en Nueva York donde volvió a conectarse con sus raíces gracias al saxofonista Mario Rivera, “el único dominicano que había llegado a Nueva York y se había adentrado en el mundo del jazz”.
Rivera tocaba en el cuarteto de George Coleman y tocaba en la banda de latin jazz de Tito Puente, al igual que también era miembro de la banda de salsa de Eddie Palmieri durante la década de los 70: “Me adoptó y se volvió una especie de mentor para mí. Hacía una jam todos los lunes por la noche en el Spanish Harlem. Me convertí en su pianista. Así fue mi inicio con el jazz latino”, asegura.
Respecto a su unión con este género, Camilo afirma que “en Estados Unidos acostumbran a ponerle etiquetas a todo”, aunque no le molestan, ni las niega: “El jazz latino es mi sangre, mi herencia”, asegura.