Las remesas globales enviadas por los emigrantes a sus países de origen caerán este 2020 una media del 20 % respecto al año anterior debido a los efectos económicos de la pandemia de la COVID-19, según proyecciones del Banco Mundial publicadas este miércoles.
En concreto, esta caída sin precedentes de las remesas se prevé del 19,7 % o, lo que es lo mismo, el volumen total mundial quedará en 445.000 millones de dólares, y no será hasta el próximo año que se producirá una leve recuperación del 5,6 %, aunque según el organismo, persiste la “incertidumbre” sobre lo que pasará.
El Banco Mundial explica esa caída en gran medida por la pérdida de empleos y salarios de los trabajadores migrantes, “que tienden a ser más vulnerables durante una crisis económica en un país de acogida”.
El parón económico provocado por el confinamientos, el cierre de negocios no esenciales y otras medidas para combatir el coronavirus ha derivado en una pérdida sin precedentes de empleos en todo el mundo, incluidas las economías desarrolladas y receptoras de migrantes.
En Estados Unidos, por ejemplo, se han destruido 22 millones de empleos en un periodo de apenas cuatro semanas, según datos provisionales del Departamento de Trabajo, una cifra sin igual en las anteriores crisis económicas.
Por zonas geográficas, el Banco Mundial calcula que la caía de los flujos de remesas será especialmente fuerte en Europa y Asia Central (27,5 por ciento), seguidas de África Subsahariana (23,1), Asia del Sur (22,1), Oriente Medio y África del Norte (19,6), América Latina y el Caribe (19,3) y Asia Oriental y el Pacífico (13 por ciento).
La fuerte disminución en los flujos de las remesas este año se produce después de que los países de ingresos medios o bajos hayan alcanzado un récord de envío de 554.000 millones de dólares en 2019, con lo que superaron incluso los volúmenes de inversión extranjera directa que recibieron de estas naciones.
El Banco Mundial considera en su informe que incluso con esta disminución, los flujos de remesas de los emigrantes tendrán una mayor importancia como fuente de financiamiento externo para estos países debido a la caída de la inversión extranjera directa que se espera que sufran, calculada en más del 35 por ciento.
El Banco Mundial alertó de que la caída de las remesas afectará a la capacidad de las familias para invertir en educación, mejorar la nutrición o para la reducción del trabajo infantil, “ya que una mayor parte de sus finanzas se destinará a resolver la escasez de alimentos y las necesidades inmediatas de medios de vida”.
Es por ello que el organismo trabaja -aseguró- con los países del G20 y la comunidad internacional para reducir el coste del envío internacional de remesas.
El Banco Mundial pronostica para 2021 una recuperación del flujo de remesas en un 5,6 por ciento, hasta alcanzar los 470.000 millones de dólares, pero advierte de que las perspectivas “siguen siendo tan inciertas como el impacto de COVID-19 en las previsiones de crecimiento global y en las medidas para frenar la propagación de la enfermedad.”
“En el pasado, las remesas han sido anticíclicas, es decir, los trabajadores enviaban más dinero a sus hogares en tiempos de crisis y dificultades, pero esta vez la pandemia ha afectado a todos los países, creando incertidumbres adicionales”, aseguró el Banco Mundial en su informe.
El presidente del organismo, David Malpass, afirmó que los efectos de la caída de las remesas para economías con ingresos medianos y bajos “hace que sea aún más vital acortar el tiempo de la recuperación de las economías más avanzadas”.
“Las remesas son una fuente vital de ingresos para los países en desarrollo”, dijo Malpass, que detalló que “ayudan a las familias a pagar alimentos, atención médica y necesidades básicas”.
“A medida que el Grupo del Banco Mundial implementa medidas rápidas y amplias para apoyar a los países, estamos trabajando para mantener abiertos los canales de remesas y salvaguardar el acceso de las comunidades más pobres a estas necesidades más básicas”, sostuvo.
Fuente: EFE