Unos pocos minutos de parálisis y gran terror. Estados en los cuales las personas parecen verse a ellas mismas desde el aire. Realizaciones de deseos o fantasías que no podrían suceder sino cuando alguien duerme.
Durante el sueño, cuando parece que la conciencia se apaga, algunos mecanismos desconocidos del cerebro pueden ser la causa de diversas situaciones extraordinarias. Asociados durante mucho tiempo al campo de lo esotérico y de lo paranormal, hoy los llamados sueños lúcidos y experiencias fuera del cuerpo son abordados a partir del método científico.
La comunidad científica ha registrado un aumento significativo en las incidencias de sueños lúcidos a causa de los toques de queda y cuarentenas impuestas a nivel global a causa de la pandemia de COVID-19.
De acuerdo a un artículo en el portal National Geographic, al menos cinco equipos de investigadores recolectan información de personas con sueños lúcidos, y en todos los casos, nuestros sueños se ven matizados por factores como el estrés, el aislamiento social y cambios significativos en los patrones de dormir.
¿Qué sucede en la conciencia cuando alguien puede verse así mismo en la cama mientras duerme y luego percibe que se desplaza por el cuarto? Las experiencias fuera del cuerpo (OoBE, por sus siglas en inglés) están documentadas en distintas culturas.
Y si bien en gran parte de la literatura científica a las experiencias fuera del cuerpo se las suelen relacionar con diversas afecciones neurológicas, como la epilepsia, esquizofrenia o migraña, algunos estudios señalan que al menos el 10 por ciento de la población, sin ninguna patología o desorden, experimenta este ” estado alterado de la conciencia ” una o dos veces en la vida.
Tres formas de estar fuera del cuerpo
“La experiencia fuera del cuerpo se puede vivir de tres modos: se puede sentir la sensación de salir del cuerpo -la parte de la alucinación motora- pero no ver desde ese otro lado; se puede ver desde afuera , pero sin la sensación motora, o de manera compleja, que es con todo: un desplazamiento de conciencia hacia un punto fuera del cuerpo en donde se está en otro cuerpo, a partir del cual uno se puede mover. En ese desplazamiento se puede sentir el movimiento físico, que no es exactamente igual que la vigilia, y ver el propio cuerpo en la cama”, describe la bióloga e investigadora del Conicet, Cecilia Forcato, directora del Laboratorio de Sueño y Memoria del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA).
Pero si bien la experiencia puede resultar interesante, previo a esa secuencia tan particular, las personas pueden pasar algunos minutos más bien inquietantes, debido a que vinculadas a las OoBE se hallan las parálisis de sueño: “Se define como un breve período, al inicio o al final del sueño, en donde uno no tiene control de los movimientos voluntarios y está consciente del entorno. Puede estar acompañado de mucho terror”, explica Forcato.
Las parálisis de sueño no necesariamente conducen a una OoBE -lo cual sería una suerte de vía de escape de este estado- y suelen presentarse de una manera perturbadora cuando se agregan alucinaciones: son frecuentes las sensaciones acerca de la presencia de un “intruso” en la habitación. Otro factor es el denominado “íncubo”, por el cual las personas pueden sentir un ataque físico o sexual.
Estas experiencias aterradoras, en caso de ser recurrentes y perturbadoras, están incluidas dentro de los desórdenes del sueño (según una revisión sistemática publicada en 2011 en Sleep Medicine Reviews , el 7,6 por ciento de la población tuvo, al menos una vez, una parálisis de sueño).
“Higiene del sueño” antes de ir a dormir
Las estrategias para disminuir la ocurrencia de las parálisis de sueño tienen que ver con la denominada higiene del sueño, que incluye evitar la cafeína y la ingesta de alcohol antes de ir a la cama y establecer horarios regulares para el descanso, entre otras recomendaciones. Otra alternativa consiste en el uso de una serie de fármacos inhibidores de la recaptación de serotonina. “Pero no en todas las personas funcionan”, dice Forcato.
En tanto en el Laboratorio del Sueño y Memoria del ITBA una línea de investigación apunta al tratamiento de las parálisis de sueño a partir de las experiencias fuera del cuerpo y los sueños lúcidos. Sobre estos últimos, dice Forcato, “ahora se los está pensando como herramientas para las pesadillas recurrentes, para personas que sufren estrés postraumático o depresión, por ejemplo”.
Sueños lúcidos
Los sueños lúcidos ocurren durante la etapa de sueño, denominada MOR -movimientos oculares rápidos-, también conocido como sueño paradójico, por mostrar una actividad electroencefalográfica similar a la de la vigilia. Quienes experimentan sueños lúcidos pueden darse cuenta de que están soñando y, en función de esto, llevar adelante las acciones más diversas en este estado.
“Se observó que durante los sueños lúcidos aumenta la actividad oscilatoria gamma en áreas frontales y temporales de nuestra corteza cerebral. Es un tipo de oscilación atípica en sueño MOR, ligada a procesos conscientes que experimentamos durante la vigilia”, afirma la investigadora.
Y agrega, “En un sueño lúcido tenés acceso a todo tu repertorio de memorias y se puede pensar sobre uno mismo. Por ejemplo, si vas a dormir con una consigna para hacer durante el sueño, podría recordarla; podrías comunicarte con el experimentador a través del movimiento de los ojos para avisarle, por ejemplo, que adquiriste consciencia durante el sueño. Tienes acceso a un montón de capacidades complejas de la vigilia y a su vez no estás atado a los límites físicos de esta”.
Volar, convertirse en un animal, tener relaciones sexuales o cambiar la forma del cuerpo son apenas algunas de las cosas que más frecuentemente las personas reportan acerca de lo que hacen en sus sueños lúcidos. En gran medida, todo parece depender, dice Forcato, de la “rigidez mental de la persona” y de la práctica que tengan en este tipo de experiencias.
Más allá de los aspectos recreacionales, se piensa que los sueños lúcidos podrían ser útiles en rehabilitaciones de personas con alguna lesión cerebral y que tienen alguna discapacidad vinculada a la motricidad -para hacer prácticas durante el sueño-. Actualmente, ya se utilizan en deportistas, para mejorar algunas habilidades también vinculadas a los movimientos. La hipótesis de Forcato es que los sueños lúcidos pueden iniciarse posterior a la experiencia OoBE, y que podrían actuar como una suerte de vía de escape para las experiencias más aterradoras del sueño.
El cerebro, el responsable multisensorial
Para llegar a las causas primarias de lo que sucede en los fenómenos más sorprendentes del sueño, las investigaciones apuntan al cerebro, un universo en sí mismo dentro de toda la complejidad que representa el ser humano.
Las causas de las parálisis del cuerpo, definidas “como una intrusión del sueño MOR dentro de la vigilia” no están del todo claras -suelen estar asociadas a la narcolepsia y a otros trastornos del sueño-.
Las experiencias fuera del cuerpo representan un estado más complejo sobre cómo nuestro cerebro integra la información multisensorial.
“Antes se pensaba que era algo metafísico, se asociaba con los viajes astrales. Ahora se está viendo que es un tema acerca de cómo la corteza temporoparietal está asociando la información que nos llega de todos los sentidos para codificar nuestra imagen corporal y la noción de nosotros mismos. Es muy probable que la direccionalidad de las conexiones (cerebrales) sea diferente durante este estado”, dice Forcato.
En los sueños lúcidos, incluso, un grupo de investigadores del Instituto Max Planck de Psiquiatría en Alemania y el físico especialista en redes complejas Pablo Gleiser , del Instituto Balseiro (CNEA-Conicet), corroboraron que la activación que se produce en una zona del cerebro en vigilia ante una acción deliberada -abrir y cerrar una mano- sucede también cuando la persona soñante la repite durante un sueño lúcido.
“También lo que se ve es que cuando la persona tiene un sueño lúcido, hay una parte del cerebro que está más activa que en las personas que no tienen sueño lúcido, que tiene que ver con la corteza frontal, asociada con la propiocepción (el sentido por el que percibimos la posición y movimiento de nuestros cuerpos)”, sostuvo Gleiser.
En 2015, en otro estudio realizado en Alemania encabezado por investigadores del Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano, observaron experimentalmente una correlación entre la metacognición -la capacidad de reflexionar y dar cuenta de los propios estados mentales- y los sueños lúcidos.
“Lo que encontramos es que la gente que tenía o decía tener sueños lucidos tenía un poco más de materia gris en la parte frontal de la corteza prefrontal, un área que había estado relacionado con la capacidad metacognitiva en tareas perceptuales. Y los mecanismos que nos permiten saber si vimos algo realmente o evaluar cuán bien vimos algo pueden ser los mismos o similares a los que nos permiten evaluar si estamos soñando o no”, dice la bióloga argentina Elisa Filevich , especialista en neurociencia cognitiva y una de las autoras de la investigación, publicada en The Journal of Neuroscience.
Los próximos años seguramente vengan con más información acerca de lo que sucede cada vez que alguien apoya su cabeza en la almohada y permitan entender mejor los mecanismos que dan lugar a otros estados de conciencia. Mientras tanto, los sueños seguirán estando abiertos para explorarlos.
Fuente El Nuevo Día