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El enigma de la COVID-19: ¿Por qué el virus arrasa en algunos lugares y en otros no?

Por: Hannah Beech, Alissa J. Rubin, Anatoly Kurmanaev and Ruth Maclean

El coronavirus ha matado a tantas personas en Irán que han tenido que recurrir a los entierros en masa; pero en Irak, su país vecino, la cifra de muertos es menor de cien.

República Dominicana ha reportado 7600 casos de coronavirus. En Haití, al otro lado de la frontera, se han registrado alrededor de 85.

Se cree que en Indonesia han muerto miles de personas por el coronavirus, pero en Malasia, el país vecino, gracias a una cuarentena estricta, el número de casos fatales se ha mantenido en aproximadamente cien.

El coronavirus ha llegado a casi todos los países del planeta, pero parece que su impacto es caprichoso. Las metrópolis globales como Nueva York, París y Londres han sido devastadas, mientras que, hasta ahora, ciudades atestadas como Bangkok, Bagdad, Nueva Delhi y Lagos se han salvado en buena medida.

La pregunta de por qué el virus ha azotado a algunos lugares, pero no ha afectado tanto a otros es un enigma que ha generado muchas teorías y especulaciones. Sin embargo, no existen respuestas definitivas. Su conocimiento podría tener implicaciones importantes para la forma en que los países responden al virus, para determinar quién está en riesgo y para saber cuándo es seguro volver a salir.

Ya existen cientos de estudios en desarrollo en todo el mundo que analizan cómo la demografía, las enfermedades preexistentes y la genética podrían afectar la amplia variación en el impacto.

Muchos países en vías de desarrollo con clima cálido y poblaciones jóvenes se han librado de lo peor, lo que indica que podrían participar factores como la temperatura y la demografía. Pero países tropicales como Perú, Indonesia y Brasil, que están sumidos en una epidemia cada vez mayor, son como un balde de agua fría para esta idea.

Es evidente que el distanciamiento social estricto y las medidas iniciales de confinamiento han sido eficaces, pero Birmania y Camboya no impusieron ninguna de estas dos medidas y han reportado pocos casos.

Una teoría sin comprobar, pero imposible de refutar es que tal vez el virus simplemente no ha llegado aún a esos países. Parecía que Rusia y Turquía estaban bien hasta que, de pronto, ya no lo estuvieron.

“En realidad, estamos en el inicio de esta enfermedad”, señaló Ashish Jha, director del Instituto de Investigación de Salud Global de Harvard. “Si esto fuera un partido de béisbol estaríamos en la segunda entrada y no hay razón para pensar que, cuando lleguemos a la novena, el resto del mundo que ahora parece no haber sido afectado, no se vuelva como otros lugares”.

Entrevistas con más de una decena de expertos en enfermedades infecciosas, funcionarios de salud, epidemiólogos y académicos de todo el mundo apuntan a cuatro factores principales que podrían ayudar a explicar dónde prospera el virus y dónde no: demografía, cultura, medio ambiente y velocidad de respuesta del gobierno.

Cada explicación posible se presenta con salvedades y refutaciones desconcertantes. Por ejemplo, si la población de la tercera edad es la más vulnerable, Japón estaría encabezando la lista, y no es así. No obstante, estos son los factores que los expertos encuentran más convincentes.

Las ventajas de la juventud

Muchos países que se han librado de la epidemia masiva tienen poblaciones relativamente jóvenes.

Es más probable que los jóvenes contraigan la enfermedad de una manera leve o asintomática que sea menos transmisible a los demás, señaló Robert Bollinger, profesor de Enfermedades Infecciosas en la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins. Además, según la Organización Mundial de la Salud, tienen menos probabilidades de presentar ciertos problemas de salud que puedan hacer que la COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, sea especialmente mortal.

África —con alrededor de 45.000 casos reportados, una pequeñísima proporción de sus 1300 millones de habitantes— es el continente más joven, donde más del 60 por ciento de su población tiene menos de 25 años. En Tailandia y Nayaf, Irak, los funcionarios locales de salud descubrieron que el grupo de entre 20 y 29 años tenía la tasa más alta de infección, pero que casi siempre sus síntomas eran leves.

Por el contrario, el promedio de edad en Italia a nivel nacional, uno de los países más afectados, es de más de 45 años. La edad promedio de quienes fallecieron ahí por COVID-19 es de alrededor de 80 años.

Existe una tendencia a que la gente más joven tenga sistemas inmunitarios más fuertes, lo que puede dar como resultado que presenten síntomas más leves, afirmó Josip Car, experto en población y salud global de la Universidad Tecnológica de Nanyang en Singapur.

La distancia por costumbres culturales

Según los epidemiólogos, es posible que los factores culturales, como la distancia social que existe dentro de ciertas sociedades, brinden mayor protección en algunos países.

En Tailandia e India, donde el número de contagios es relativamente reducido, la gente se saluda guardando una cierta distancia y juntando las palmas como si estuvieran rezando. En Japón y Corea del Sur, la gente se inclina y, mucho antes de que llegara el coronavirus, había una tendencia a usar cubrebocas cuando se sentía enferma.

En gran parte de los países en desarrollo, la costumbre de cuidar en casa a los ancianos hace que haya menos asilos, donde en los países occidentales se han desatado brotes trágicos.

Sin embargo, existen excepciones interesantes a la teoría del distanciamiento por costumbres culturales. En muchos lugares de Medio Oriente, como Irak y los países del golfo Pérsico, los hombres a menudo se abrazan o se estrechan la mano cuando se saludan, pero la mayoría no se están enfermando.

La luz y el calor

La geografía del brote —el cual se propagó con rapidez durante el invierno en los países de zonas templadas como Italia y Estados Unidos y casi no se vio en países más cálidos como Chad o Guyana— parece indicar que el virus no se adaptó bien al calor. Otros coronavirus, como los que causan el resfriado común, son menos contagiosos en climas más cálidos y húmedos.

No obstante, los investigadores afirman que la idea de que el clima cálido por sí solo puede ahuyentar al virus es una ilusión.

Algunos de los peores brotes en los países en desarrollo se han producido en lugares tan tropicales como la región de la Amazonía de Brasil.

“La mejor hipótesis es que las condiciones climáticas del verano ayudarán, pero no es probable que por sí solas produzcan una ralentización importante del desarrollo ni una reducción de los casos”, comentó Marc Lipsitch, director del Centro para la Dinámica de las Enfermedades Transmisibles de la Universidad de Harvard.

Parece que el virus causante de la COVID-19 es tan contagioso que atenúa cualquier efecto benéfico del calor y la humedad, señaló Raul Rabadan, biólogo computacional de la Universidad de Columbia.

Sin embargo, podrían ayudar otros aspectos de los climas cálidos, como el que la gente pase más tiempo en el exterior.

“Es posible que el hecho de que las personas que viven en interiores en ambientes cerrados favorezca la recirculación del virus, lo cual aumenta las probabilidades de contraer la enfermedad”, afirmó Car, de la Universidad Tecnológica de Nanyang.

Según un estudio de quienes elaboran modelos de los procesos ecológicos en la Universidad de Connecticut, los rayos ultravioleta de la luz directa del sol debilitan este coronavirus. Así que quizás sea menos probable que sigan contaminadas las superficies de los lugares soleados pero, por lo general, la transmisión se efectúa por el contacto con alguien infectado, no por tocar una superficie.

Los confinamientos oportunos y estrictos

Los países que impusieron confinamientos oportunos, como Vietnam y Grecia, han podido evitar los contagios descontrolados, lo que prueba la eficacia del distanciamiento social estricto y de los confinamientos para contener el virus.

En África, los países que han tenido experiencias amargas con asesinos como el VIH, la tuberculosis resistente a los medicamentos y el ébola, ya conocían el procedimiento y reaccionaron con rapidez.

El personal de los aeropuertos, desde Sierra Leona hasta Uganda, estuvo tomando la temperatura (aunque luego se supo que era una medida menos eficaz), recabando información de los contactos y usando cubrebocas mucho antes de que sus contrapartes de Estados Unidos y Europa tomaran esas precauciones.

Senegal y Ruanda cerraron sus fronteras e impusieron toques de queda cuando todavía tenían muy pocos casos. Los ministerios de Salud iniciaron de manera temprana el rastreo de los contactos.

Contra toda lógica, parece que se han salvado algunos países donde las autoridades reaccionaron tarde e impusieron un confinamiento desordenado. Camboya y Laos tuvieron brotes breves de la infección cuando había unas cuantas medidas de distanciamiento social, pero ninguno de los dos ha registrado ningún caso nuevo en cerca de tres semanas.

Cosa de suerte

Finalmente, la mayoría de los expertos concuerdan en que quizás no exista una razón en particular por la que algunos países hayan sido afectados y otros no. Es probable que la respuesta sea una combinación de los factores mencionados con anterioridad y otro al que aluden los expertos: la suerte.

Países con la misma cultura y el mismo clima podrían tener resultados muy diferentes cuando una persona infectada asiste a un evento social muy concurrido y lo convierte en lo que los expertos califican como un evento de altísimo contagio.

Tampoco se sabe qué sucede cuando los países no hacen bien las cosas y, sin embargo, al final no les va tan mal con el virus como se esperaría.

“En Indonesia, tenemos un ministro de Salud que cree que se puede rezar para alejar al coronavirus, y se hacen muy pocas pruebas”, señaló Pandu Riono, especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de Indonesia. “Pero tenemos suerte de que haya tantas islas en nuestro país que limiten los viajes y quizás el contagio”.

“Por el momento, no estamos haciendo ninguna otra cosa”, añadió.

Un guardia de seguridad con cubrebocas en la entrada de la mezquita del Imán Alí en Nayaf, Irak, el 12 de marzo de 2020. (Ivor Prickett/The New York Times)

Personas caminando en el centro de Seúl, Corea del Sur, el 19 de marzo de 2020. (Woohae Cho/The New York Times)

c.2020 The New York Times Company

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