NEGARSE A ASUMIR LA RESPONSABILIDAD NO ES UNA SEÑAL DE FUERZA. ES UNA SEÑAL DE NARCISISMO.
No importa cuánto intentemos evitarlo, todos estamos condenados a lastimar a nuestros seres queridos. En cuarentena, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, todos estamos destinados a molestar a aquellos que amamos.
Las personas están descubriendo que no soportan la manera en que sus parejas mastican, hablan o cepillan al gato. Una mujer incluso le dijo a su pareja que si dejaba caer su bolígrafo una vez mas le pediría el divorcio. “Toda esta experiencia me ha hecho entender que quiero un hombre en mi vida, solo que no en mi casa”, dijo en tono de broma la comediante Chris Enss. “Ayer, ese hombre me preguntó dónde guardábamos las cucharas. ¡Las cucharas, por el amor de Dios! Tenemos 31 años casados. Las cucharas están donde siempre han estado, ¡en el cajón de los cubiertos!”.
Esa anécdota me resultó muy familiar. Hace unas semanas, durante mi incursión anual en la cocina (estaba haciendo panqueques), le pregunté a mi esposa dónde podía encontrar la espátula. Me respondió con una mirada de hartazgo.
Como probablemente no podemos anticipar cuándo nuestros comportamientos irritarán a otros, tenemos que aprender a hacer las paces después de cualquier incidente. Antes de la pandemia, el movimiento #MeToo ofreció un curso intensivo de cómo no disculparse. En efecto, las disculpas de algunas celebridades fueron básicamente un segundo insulto, lo que convirtió el 2017 no solo en el año de los malos comportamientos, sino también en el año de las disculpas terribles.
Está la “disculpa condicional”: “No estoy diciendo que lo hice, pero de ser así, estaría muy arrepentido”.
Luego está la “disculpa sin culpa”: “Sí, hice algo incorrecto, pero en aquel momento no sabía que estaba mal”.
También está la “predisculpa”: “Me responsabilizo de mis pecados antes de que alguien me acuse, pero yo soy la verdadera víctima. Tengo muchos traumas de la infancia”.
Y, finalmente, está la “desdisculpa”: “Mi disculpa fue genuina, pero yo no hice eso por lo cual me disculpé; por lo tanto, lo niego”.
Sabemos detectar una disculpa falsa cuando la vemos. Hay evidencia de que cuando un ejecutivo se disculpa por alguna irregularidad corporativa y en ese momento se ve feliz en vez de triste, las acciones de la compañía se vuelven menos rentables durante los siguientes tres meses. Los inversionistas se dan cuenta de la falta de sinceridad.
Disculparse no parece ser tan problemático en culturas con normas más estrictas de urbanidad y comportamiento colectivo. En Japón, una empresa se disculpó por un tren que salió veinte segundos antes. En Canadá, si pisas a alguien, esa persona podría disculparse.
Como sociólogo, siempre me ha interesado cómo podemos expresar genuinamente el remordimiento y reparar las relaciones. Tras revisar algunas investigaciones sobre las disculpas, he aprendido que una buena disculpa tiene tres componentes.
El primer paso es mostrar arrepentimiento por el impacto de tu conducta pasada. “Pido perdón si…” no es una disculpa. Es una expresión de que no estás seguro de haber hecho algo mal. Desde los 5 o 6 años, los niños ofrecen espontáneamente disculpas por haber lastimado a sus compañeros e incluso en ocasiones a sus hermanos.
Una disculpa sincera reconoce que tus decisiones afectaron a otros de manera negativa. “Es el reconocimiento de la mala acción del daño, incluso si crees que tuviste motivos justificados”, dijo la terapeuta Esther Perel recientemente en mi podcast para TED, WorkLife. “El reconocimiento implica un elemento de remordimiento o culpa, a veces por lo que le has hecho a la otra persona y no necesariamente por tu acción”.
Por lo general estamos tan enfocados en defender nuestros motivos que no logramos ver y asumir las consecuencias de nuestros actos. No importa si teníamos o no la intención de herir a alguien. La realidad es que lo hicimos, así que debemos admitirlo.
El segundo paso es asumir la responsabilidad en el presente. Negarse a aceptar la responsabilidad no es una señal de fuerza. Es una señal de narcisismo.
En muchas ocasiones, nos enfocamos demasiado en encontrar faltas en las acciones e interpretaciones de la otra persona en vez de aceptar nuestro papel en el problema. “No importa de quién sea la culpa de que algo esté roto si es tu responsabilidad repararlo”, explicó el actor Will Smith tras haber tenido un desacuerdo con un amigo.
“Asumir la responsabilidad es reconocer el poder que obtienes cuando dejas de culpar a otras personas”, dijo. “Asumir la responsabilidad es recuperar tu poder”.
El tercer paso es describir cómo planeas mejorar en el futuro. No puedes corregir tus errores si no explicas cómo vas a arreglar o intentar evitar el problema de ahora en adelante.
Algunas personas recomiendan un cuarto paso: pedir perdón. En mi opinión, debemos primero seguir adelante con nuestro compromiso al cambio. Después de todo, la integridad es la congruencia entre las palabras y los hechos. No se debe otorgar el perdón en el momento en que prometemos cambiar. El perdón debe obtenerse una vez que estemos a la altura de esa promesa.
Los tres pasos son relativamente sencillos de realizar. La parte difícil es encontrar la motivación para disculparnos, porque eso significa sentirse culpable de haber realizado una mala acción e incluso sentir algo de vergüenza al pensar que podríamos ser una mala persona. Los psicólogos han descubierto una buena solución para eso: cuando hayas herido a alguien, piensa en tus valores fundamentales. Si la compasión, justicia o generosidad aparecen en tu lista, podrías darte cuenta de que disculparte no significa admitir que eres una mala persona. Es simplemente un paso más en el proceso de convertirte en una mejor persona.
¿Qué sucede si eres tú el que está siendo molestado durante el confinamiento? Vale la pena recordar que cuando las personas nos decepcionan no es por sus acciones. Es porque sus acciones no cumplieron con nuestras expectativas. No puedes controlar lo que hacen las personas, pero puedes elegir no dejar que sus acciones controlen tus emociones.
No fue mi intención no tener idea de la ubicación de la espátula, pero lamento haber sido despistado. ¡Entiendo lo desesperante que debe haber sido! Conocer la ubicación precisa de todos los utensilios es obviamente mi responsabilidad como miembro de esta familia. Para asegurarme de que no vuelva a suceder, voy a colocar una etiqueta removible de manera temporal en el cajón donde se guarda la espátula hasta que haya memorizado su lugar.
Una vez que haya terminado el confinamiento, realizaré un viaje a Ciudad Espátula para abastecerme. La próxima vez que no encuentre algo, prometo revisar todos los cajones de la cocina antes de molestarte con eso. Mientras me ves registrar nuestra casa como un ladrón, espero que interrumpas brevemente tu carcajada y busques en tu corazón la disposición para perdonarme.
La manera incorrecta de disculparse en cuarentena. (Dominic Kesterton/The New York Times)