Joseph Goldstein y Jesse McKinley
NUEVA YORK — Las autoridades van a recolectar sangre de docenas de niños en Nueva York con el fin de determinar si comparten alguna variación genética que los haga susceptibles a un síndrome misterioso que está relacionado con el coronavirus.
Ya se han enviado a un laboratorio de salud pública muestras del tejido de al menos uno de los tres pacientes que han fallecido por causa de esto —de 5, 7 y 18 años— para que las analicen de manera exhaustiva.
Un equipo de más de 30 investigadores de enfermedades —epidemiólogos, médicos clínicos y especialistas en estadística— está analizando miles de páginas de historias clínicas.
Incluso ahora que los médicos y los científicos de todo el mundo trabajan para desarrollar tratamientos y vacunas para la COVID-19, Nueva York se ha convertido en el centro de una labor paralela para investigar un aspecto desconcertante del brote: una enfermedad que está afectando a una pequeña cantidad de niños, pero que cada vez es más grande.
Esta afección se ha reportado en al menos 161 niños en Nueva York, lo que hace que la cantidad de casos en el estado sea una de las más grandes reportadas públicamente en cualquier lugar. Cientos de otros niños en todo Estados Unidos y en Europa también han contraído esta enfermedad, que ahora se llama síndrome inflamatorio multisistémico.
El síndrome se caracteriza por una inflamación aguda del corazón, los vasos sanguíneos, el tracto gastrointestinal u otros órganos que, según se cree, es causada por una reacción al coronavirus. La investigación acerca de su causa y de si se puede hallar un tratamiento podría tener un impacto en el manejo que hagan las autoridades de la reapertura de escuelas y otras actividades para los niños.
Los médicos de Nueva York que participan en estas investigaciones dicen que desde que los funcionarios de salud empezaron a investigar en 2015 y 2016 la relación entre el Zika en las mujeres embarazadas y la microcefalia, no se había realizado una pesquisa tan urgente para entender una misteriosa amenaza contra los niños.
“Estamos estudiando todo lo que podemos —terapias, diagnósticos, cuadros clínicos— y tratamos de hacer una recopilación de todo”, señaló Howard Zucker, comisionado de salud del estado.
La semana pasada, durante un debate por videoconferencia convocado a toda prisa entre varios pediatras del estado de Nueva York, un médico habló sobre la aparición de 40 casos en su hospital.
Otro doctor se refirió a padecimientos cardiacos inquietantes en los niños aquejados por la enfermedad. Un tercero mencionó el tratamiento de un chico de 14 años en el Bronx que fue internado en buen estado, pero que luego se deterioró con rapidez.
Los primeros casos del nuevo síndrome comenzaron a llamar la atención de los médicos a finales de abril y principios de mayo, aproximadamente un mes después del punto máximo del brote de coronavirus en la ciudad de Nueva York.
Casi de inmediato, los médicos observaron que en algunos pacientes los síntomas tenían una asombrosa coincidencia con una inusual afección infantil llamada enfermedad de Kawasaki, la cual conlleva la inflamación de los vasos sanguíneos y cuyos síntomas varían desde el enrojecimiento de los ojos hasta daños en las arterias coronarias que pueden originar ataques al corazón y aneurismas.
Sin embargo, solo un pequeño porcentaje de los niños que tienen la enfermedad de Kawasaki terminan en una unidad de terapia intensiva o requieren respiración artificial. No obstante, eso sí sucede con una cantidad importante de los pacientes que padecen este nuevo síndrome.
Ellen Lee, epidemióloga del Departamento de Salud de la ciudad de Nueva York, estaba revisando la información de sus grupos de debates médicos a fines de abril cuando se topó con los informes de una enfermedad misteriosa que estaba afectando a los niños en Inglaterra y que parecía estar vinculada con el coronavirus. Los síntomas incluían dolor abdominal e inflamación y debilitamiento del corazón.
Le pidió a su equipo que llamara a los hospitales para preguntarles si estaban detectando algo parecido. Algunos no lo habían visto. Otros habían tratado a niños con síntomas que coincidían, pero no se habían percatado de que estuvieran frente a algo nuevo. En uno o dos días, el equipo de Lee se enteró de nueve casos.
“Los primeros días, solo queríamos obtener la mayor información posible aportada por los especialistas para saber lo que estaban encontrando, lo que fuera insólito”, señaló Lee.
Los miembros de su equipo se comunicaron con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. Le pidieron al departamento de médicos forenses de la ciudad de Nueva York que investigara si en fechas recientes habían fallecido niños que hubieran presentado cualquiera de los síntomas. También lo consultaron con los departamentos de salud de otras ciudades importantes. Al parecer, nadie sabía gran cosa.
Pero pronto quedaría muy claro para Lee y para los funcionarios del Departamento de Salud y de la ciudad que este nuevo síndrome rápidamente se estaba convirtiendo en una amenaza para los niños de Nueva York.
Según Marcus Friedrich, alto funcionario del Departamento de Salud estatal, en todo el estado, cerca del 70 por ciento de los pacientes con este síndrome habían sido atendidos en la unidad de cuidados intensivos. Algunos requirieron medicamentos para aumentar la presión sanguínea, señaló Friedrich, y el 19 por ciento necesitó respiradores mecánicos.
Los médicos afirmaron que algunos requirieron intervenciones incluso más radicales, incluyendo la oxigenación por membrana extracorpórea, que consiste en extraer la sangre del cuerpo y oxigenarla a través de una membrana antes de volver a bombearla hacia el torrente sanguíneo del paciente.
Los médicos dijeron en las entrevistas que la mayoría de los pacientes con el nuevo síndrome estaban sanos y no tenían problemas de salud aparentes. La afluencia y el momento en que se han presentado los casos han llevado a muchos médicos a concluir que la enfermedad está relacionada con el coronavirus.
Aunque no todos, muchos de los niños en los que ha aparecido este síndrome dieron positivo para el coronavirus o para sus anticuerpos, lo cual sugiere una exposición previa. Pero con base en las entrevistas con los padres, los médicos han concluido casi siempre que los niños habían estado expuestos al virus varias semanas antes.
“¿Es el virus lo que causa esto o es la respuesta del cuerpo al virus después de algunas semanas?”, se preguntó Edward Conway junior, director de cuidados intensivos pediátricos en el Centro Médico Jacobi del Bronx, y dijo que él pensaba que fuera esto último.
El tiempo transcurrido y los signos de inflamación han hecho que muchos médicos sospechen que el nuevo síndrome es causado por “una reacción inmune agresiva y anormal a la exposición al coronavirus”, dijo George Ofori-Amanfo, director de cuidados intensivos pediátricos del Sistema de Salud Mount Sinai.
Por el momento, los médicos han estado administrando tratamientos similares a los que se les da a los niños con la enfermedad de Kawasaki. Por lo general, los pacientes reciben una combinación de esteroides, inmunoglobulina por vía intravenosa, que es un suero rico en anticuerpos elaborado con sangre donada, obtenida de miles de personas, y aspirina por vía intravenosa.
En las entrevistas, cuatro médicos señalaron que, hasta ahora, muchos pacientes han reaccionado bien.
En el Centro Médico para Niños Cohen, ubicado en los límites entre Queens y el condado de Nassau, donde se ha dado tratamiento a más de 40 pacientes con el nuevo síndrome (la cifra más alta en el estado), un médico manifestó cierta esperanza de que el número de nuevos pacientes con este síndrome estuviera comenzando a disminuir en los últimos días.
“Estamos empezando a ver una disminución” en el número de casos, señaló el doctor James Schneider.
Sin embargo, Lee, del Departamento de Salud de la ciudad, dijo que era demasiado pronto como para saber si la cantidad de casos estaba disminuyendo o si seguían aumentando.
Una familia camina por el Prospect Park de Nueva York, el 16 de mayo de 2020. (Benjamin Norman/The New York Times)
Policía montada en el Prospect Park de Nueva York, el 16 de mayo de 2020. (Benjamin Norman/The New York Times)
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