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EEUU vuelve a tener nave propia: Así es el taxi espacial que SpaceX ha construido para la NASA

Tras nueve años comprando billetes en las ‘Soyuz’ rusas, estrenará el miércoles por fin la ‘Crew Dragon’, el ‘taxi’ que ha construido SpaceX para llevar a los astronautas de la NASA a la Estación Espacial Internacional

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Iba a ser por poco tiempo, aunque desde el inicio, el plan para la NASA de Barack Obama no gustó nada a los republicanos y a veteranos astronautas como Neil Armstrong.

Tras consultar con expertos del sector, el entonces presidente de EEUU decidió jubilar en 2011 la flota de sus míticos transbordadores (shuttle) para poder centrarse en la construcción de una nueva nave espacial (Orión) capaz de llegar a Marte hacia 2030. No había dinero para todo, así que su plan de reestructuración de la NASA incluyó la cancelación del caro programa Constelación que George W. Bush había puesto marcha unos años antes con el objetivo de regresar a la Luna y dar un papel más relevante a las empresas privadas.

Al retirar la flota de transbordadores, sus astronautas se quedaron sin vehículo propio para ir a la Estación Espacial Internacional (ISS), de modo que la NASA encargó en 2014 a dos empresas privadas, SpaceX y Boeing, que fabricaran sendos taxis espaciales bajo su supervisión mientras sus ingenieros se centraban en la nave Orión, que requería desarrollar nuevas tecnologías y por tanto, mayor innovación.

Durante los años que no tuvieran nave, los estadounidenses viajarían a la ISS a bordo de las naves Soyuz, pagando a los rusos una cantidad que ha ido subiendo hasta alcanzar los 86 millones de dólares que cuesta actualmente cada billete de ida y vuelta a la ISS. La idea de no tener nave propia por primera vez en la historia de la exploración espacial, y sobre todo, depender de los rusos en un sector tan crítico, fue una decisión controvertida.

Porque, además, resultó que no fue por poco tiempo.

Los retrasos en la construcción de las naves Crew Dragon (de SpaceX) y CST-100 Starliner (de Boeing) se han ido sucediendo hasta el punto de que EEUU ha estado sin nave espacial propia durante casi una década. Hasta mañana, cuando está previsto el ansiado primer viaje tripulado de la Crew Dragon. Será la primera vez en nueve años que despeguen astronautas desde suelo estadounidense, pero será también el primer vuelo tripulado de una nave desarrollada totalmente por una empresa privada. Una jornada histórica para el sector espacial, en el que las compañías privadas siempre han sido fundamentales, puesto que lo habitual es que se encarguen de la fabricación de los componentes de las naves. Pero ha llegado la hora de que vuelen solas.

En el Centro Espacial Kennedy, en Florida, hay una gran expectación por volver a ver a astronautas subirse a una nave, pese a que la meteorología amenaza con aplazar el despegue, previsto para el miércoles a las 16.33 hora local (22.33, hora peninsular española) desde la mítica plataforma 39A. Está previsto que Donald Trump acuda para presenciar el lanzamiento: «Bajo el liderazgo del presidente Trump, estamos de nuevo lanzando astronautas estadounidenses en cohetes estadounidenses y desde suelo estadounidense», ha declarado Jim Bridenstine, director de la NASA.

Desde el punto de vista tecnológico los ingenieros han dado luz verde a la misión (denominada Demo-2) pero se estima que hay un 40% de posibilidades de que el tiempo permita el lanzamiento de la nave del millonario Elon Musk, propietario de SpaceX. La previsión meteorológica incluye probabilidad de nubes, lluvia y tormenta. Si se aborta el despegue, se intentará el próximo sábado.

Robert Behnken y Doug Hurley han sido los elegidos para estrenar la nave Crew Dragon (o Dragon 2), que será impulsada por un cohete Falcon 9, también de SpaceX. Hace unos días, los dos astronautas viajaron desde el Centro Johnson de Houston al Centro Kennedy de Florida, donde han realizado las últimas pruebas, como probarse su flamante nuevo traje espacial hecho a medida, y han participado en algunos actos convenientemente protegidos. Y es que a la cuarentena habitual y obligatoria en todas las misiones para asegurarse de que no vuelan astronautas enfermos, se han sumado las precauciones extras para evitar que se contagien de la Covid-19.

Es una nueva era de la exploración espacial y el mediático Elon Musk quiere dejar su sello. El diseño de los trajes, de color blanco, es bastante distinto a los famosos trajes naranja que llevaban los tripulantes del shutlle. Los firma José Fernandez, un conocido diseñador de vestuario de Hollywood que ha ideado los trajes de superhéroes como Batman, Superman o Wonder Woman.

Será la primera vez que se los pongan astronautas de carne y hueso pero su resistencia al entorno de los viajes espaciales ha sido analizada en dos vuelos espaciales sin tripulación: lo llevaba el maniquí que pusieron al volante de un Tesla en 2018 durante una prueba de un cohete de SpaceX y que sigue vagando por el espacio, y en el primer test de prueba de 2019 de la Crew Dragon, en la que viajó a la ISS sin tripulación humana, sólo con el maniquí Ripley.

Tampoco en esta misión Musk ha perdido la ocasión de promocionar a sus otras empresas así que los astronautas están siendo traslados por las instalaciones de la NASA en un vehículo Tesla, otra de sus firmas, rompiendo con la arraigada tradición de desplazarse en la famosa Astrovan (la furgoneta usada en las misiones del shuttle).

Al mando de la nave, eso sí, viajan astronautas de la NASA experimentados. Tanto Robert Behnken como Doug Hurley tienen muchas cosas en común. Formaron parte del Ejército estadounidense antes de ser elegidos astronautas de la NASA en 2000. Para los dos será su tercera misión espacial y ambos viajaron en el shuttle. Pero además, Hurley fue uno de los tripulantes del último viaje del transbordador, que protagonizó el Atlantis en julio de 2011.

Viajar en la Crew Dragon y en la futura Starliner -que lleva más retraso y previsiblemente no hará un vuelo tripulado hasta el año que viene- no le saldrá gratis a la NASA. Se estima que cada viaje de un astronauta en la Crew Dragon le saldrá por unos 55 millones de dólares y SpaceX podrá vender billetes a otras agencias espaciales, empresas o particulares, pero ahora, despegarán desde EEUU y serán controladas por sus ingenieros. Al fin y al cabo, estos vehículos están concebidos como taxis que permitan ágiles desplazamientos entre la Tierra y la ISS en una era en la que se pretende abrir al espacio a más empresas y personas.

Fuente El Mundo

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