San José, EFE.- Costa Rica cumplió 4 meses consecutivos de caída en su actividad económica en medio de la pandemia de la COVID-19, a lo que está intentando hacer frente con un plan de apertura limitada de negocios que se desarrolla entre críticas y esperanza en el sector privado.
Los datos más recientes del Banco Central, publicados esta semana, indican que en junio Costa Rica cumplió cuatro meses seguidos de caída en su actividad económica en todos los sectores.
Desde que en marzo detectó su primer caso de COVID-19, Costa Rica no ha implementado un cierre total de negocios ni ha enviado a cuarentena general a su población, pero la afectación se prevé en una caída de al menos un 5 % en la economía a final de año, mientras que el desempleo llegó a un histórico 24 % en junio.
JUNIO MUESTRA LA CRISIS
“En junio de 2020 la serie tendencia ciclo del IMAE (Índice Mensual de Actividad Económica) presentó una caída interanual de 7,4 %, y con este resultado se alcanza una reducción media de la producción del país en el primer semestre de 3,7 %”, explicó el Banco Central en un informe.
El sector más afectado es el de los hoteles y restaurantes con una caída del 59,5 %, seguido por el de transporte y almacenamiento con una bajada del 27,7 %, y el comercio y reparación de vehículos que cayó un 16 %.
Desde marzo Costa Rica ordenó cierres de diversos negocios, incluso periodos de cierre casi total, además de la prohibición a la entrada de extranjeros a un país cuya economía tiene una fuerte dependencia del turismo.
A los restaurantes se les ha permitido operar a un 50 % de su aforo por periodos que se alternan con cierres, lo que ha generado duras críticas de la Cámara de Restaurantes.
Otra de las quejas es la restricción a la circulación de vehículos en el área metropolitana, que según los propietarios de restaurantes y otros negocios, genera que todavía menos gente acuda a sus locales.
La situación empeora para los bares, las discotecas y los casinos, que desde marzo no tienen permiso para operar.
Los hoteles han comenzado a ver algo de luz con el plan de apertura económica que se implementa desde mayo y que les permite abrir con la mitad de su aforo, aunque la ausencia de turistas extranjeros es un golpe fuerte.
El 1 de agosto Costa Rica abrió sus fronteras aéreas, pero únicamente para cinco vuelos internacionales por semana desde ciertos destinos, lo que supone el 1 % de los vuelos semanales que este país recibía antes de la pandemia.
“Son gotitas de esperanza”, dijo el ministro de Turismo, Gustavo Segura, sobre los primeros vuelos que permitirán probar los protocolos y comenzar la reactivación del sector.
Menos afectados por la pandemia están los sectores de servicios (-7.8 %), la manufactura (7,2 %), la agricultura (-1,3 %) y la construcción (- 0,3 %).
AGOSTO, LA ESPERANZA DEL SECTOR PRIVADO
Los sectores empresariales afirman que no es sostenible que el Gobierno siga aplicando cierres casi totales de actividades, como uno que estaba previsto del 10 al 21 de agosto en el área metropolitana y que finalmente no se aplicó tras negociaciones del Gobierno con alcaldes y el sector privado.
Sin embargo, persisten las críticas a la restricción para la circulación de vehículos.
Con la apertura limitada de negocios que se aplica en agosto, los empresarios tienen la esperanza de que, cumpliendo con los protocolos, se convierta en un proceso permanente.
El ministro de Salud, Daniel Salas, ha dicho que el objetivo del Gobierno es buscar un equilibrio entre la salud y la economía.
Las medidas restrictivas han permitido que hasta ahora el sistema de salud de Costa Rica no haya colapsado, aunque permanece una presión sobre los hospitales que ha obligado a las autoridades a habilitar más salones de internamiento y de unidades de cuidados intensivos.
Hasta este jueves Costa Rica acumula 26.129 casos de COVID-19, de los que han muerto 272, para una tasa de letalidad del 1,04 %, la más baja de Latinoamérica.