Washington, EFE.- Una respuesta inmune tardía puede explicar por qué la COVID-19 suele golpear más fuerte y causar más muertes entre los hombres y las personas mayores de 65 años, según un estudio publicado este martes en la revista PLOS Biology.
Los investigadores Nicole Lieberman y Alexander Greninger, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, concluyeron en su estudio que las diferencias por edad y sexo en el impacto de la enfermedad ocasionada por el nuevo coronavirus pueden depender de la carga viral y del curso temporal de la infección.
“Nuestros datos demuestran que las respuestas al SARS-CoV-2 por parte de cada persona dependen de la carga viral y del tiempo que tarda la infección, con diferencias observadas debido a la edad y el sexo que podrían contribuir a la gravedad de la enfermedad”, indicaron los autores del estudio.
Los investigadores extrajeron y secuenciaron el material genético (ARN) viral de los hisopos recolectados de 430 personas que dieron positivo por COVID-19 y de 54 que dieron negativo, como control, y analizaron sus respuestas inmunes y antivirales según el estado de infección, la carga viral, la edad y el sexo.
Su conclusión fue que las respuestas inmunes celulares generalmente no se activaban hasta unos tres días después de que comenzara la infección, y que la fortaleza de esa reacción fluctuaba en función de la carga viral.
Comparados con los pacientes jóvenes, los más ancianos tendían a tener una “expresión reducida” de agentes claves en el sistema inmune, lo que podría haber dado pie a “deficiencias” en la actividad de células T y “células asesinas naturales” (NK), decisivas para montar una buena defensa contra los patógenos.
Además, en comparación con las mujeres, los hombres parecían mostrar reducciones en la actividad de células NK y B, otro tipo de agentes inmunes, indicaron los expertos.
Los científicos advirtieron de que todavía es necesario hacer más estudios para confirmar su hallazgo porque las muestras que se tomaron para su estudio provenían de la zona nasofaríngea, “que no es una ubicación anatómica sensible para examinar con precisión las señales de inflamación sistémica”.