Si buscamos la definición de “impotencia”, el resultado que nos arroja el famoso buscador es: falta de fuerza, poder o incompetencia para realizar una cosa o hacer que suceda. El segundo resultado hace referencia a la disfunción eréctil.
Ese es el lugar que colocamos al pene, y su posibilidad de erección, como responsable de hacer posible el encuentro sexual. Lo que no sé si somos completamente conscientes es del tremendo peso y carga que esto implica en las personas y en cómo viven sus encuentros sexuales.
No alcanzar una erección no te vuelve impotente. Porque el poder no está definido por un pene ni mucho menos por una condición fisiológica totalmente incontrolable. Digámoslo: la erección no se maneja a voluntad.
Es hora de dejar de otorgarle un valor de mérito, responsabilidad y, mucho menos, poder/competencia/ valía personal. Lo único que logramos con eso es exigencia y presión que atenta directamente en la respuesta de erección.
Hablamos de disfunción eréctil como la dificultad para alcanzar y sostener una erección en todas, o casi todas las ocasiones, por un período de al menos seis meses, presentando un malestar considerable en la persona, y/o en la pareja.
Su origen puede deberse a causas orgánicas, causas psicógenas o combinado, es decir que, por ejemplo, tenga un inicio debido a factores orgánicos pero que, una vez resuelto desde la parte física se sostenga la disfunción por cuestiones psicológicas como miedo, inseguridad, etc.
La dificultad asociada a factores orgánicos se da principalmente en personas mayores de 50 años y los factores de riesgo están relacionados a enfermedades coronarias, hipertensión, diabetes, accidente cerebro vascular (ACV), enfermedad de Alzheimer, enfermedad de Parkinson, alcoholismo crónico, consumo de tabaco, algunas medicaciones, traumas pelvianos y lesiones de la columna vertebral, alteraciones hormonales y otras condiciones medicinales y quirúrgicas.
Es importante observar si la erección se ve afectada en general, es decir, tanto en las erecciones espontáneas que tenemos cuando dormimos o nos despertamos, como en la masturbación y en los encuentros sexuales. Si eso sucede es importante que consultes con un médico clínico o urólogo ya que puede ser signo de que algo a nivel físico no anda bien. Lo mejor para la erección (y para todo) es mantener hábitos de vida saludables. Comer bien, no fumar, no tomar alcohol y hacer ejercicio de manera frecuente.
En cambio, si lográs mantener la erección cuando estás solo pero la perdés en tus encuentros sexuales, en especial en los primeros, o podés mantenerla pero se dificulta a la hora de penetrar, es probable que tenga que ver con nervios, ansiedades e inseguridades.
La excitación es una respuesta autónoma que depende del sistema parasimpático. El sistema parasimpático relaja el ritmo cardíaco y respiratorio, y facilita la digestión de los alimentos y el descanso. Y sobre este sistema es que responde la excitación. Es por eso que lo más importante es sentirnos cómodos y relajados. Un pensamiento ansiógeno o alguna sensación amenazante pueden inhibir la respuesta de excitación de manera involuntaria.
El origen de la disfunción eréctil puede deberse a causas orgánicas, causas psicógenas o combinado.
Otro factor importante tiene que ver con las dinámicas vinculares. La presión y la exigencia no ha hecho nada bueno por la sexualidad. Entonces, si le pasa a tu pareja sexual, no te lo tomes personal. No pongamos la autoestima en una erección. Seamos más empáticos con el otro, y más compasivos con nosotros mismos.
Evitemos comentarios negativos y recordemos que la sexualidad es frágil y vulnerable, y puede hacer mucho daño a la autoestima de todas las personas. Al hombre le genera mucha vergüenza y es posible que después de un encuentro donde no hubo erección y eso frustró la situación, no quiera volver a exponerse.
La pérdida de erección no es la culpa de nadie, pero es responsabilidad de todos tener herramientas en los momentos sexuales para no frustrarnos. Cuanto más ampliemos el territorio sexual, mejor. Cuanto más comprendamos que el sexo es variable, mejor. Cuanto más corramos el foco del pene y la penetración, mejor. Somos personas, no robots.