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Las pandemias suelen desatar estallidos sociales, constata el FMI

Un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) advierte de que las pandemias suelen desatar estallidos sociales, y ofrece datos mundiales que corroboran esta relación en las últimas décadas, pero avisan que la tensión social podría darse una vez se disipe la pandemia.

El texto sostiene que la amenaza “puede ser mayor en los casos en que la crisis ponga de manifiesto o agrave problemas latentes, como la falta de confianza en las instituciones, una gestión de gobierno deficiente, pobreza o desigualdad”.

El artículo “La larga sombra de la COVID-19: Repercusiones sociales de las pandemias”, está firmado por Philip BarretSophia Chen y Nan Li, y ha sido publicado este mes de febrero en la web de la citada organización mundial.

Pandemias y estallidos sociales

Los autores hacen primero un repaso a la historia y nos cuentan como en 1832 la gran pandemia de cólera arrasó París y mató a 20.000 de los 650.000 habitantes de la capital.

La mayoría de los fallecimientos se produjeron en el centro de la ciudad, donde muchos trabajadores pobres vivían en condiciones miserables tras llegar a París atraídos por la Revolución Industrial.

La propagación del cólera, explican, agravó las tensiones entre clases sociales, ya que los ricos achacaron a los pobres la difusión de la enfermedad y los pobres pensaron que estaban siendo envenenados.

El funeral del general Lamarque —víctima de la pandemia y defensor de las clases populares— se convirtió en una gran manifestación contra el Gobierno en las calles bloqueadas con barricadas: escenas que Víctor Hugo inmortalizó en su novela Los Miserables.

Añaden que algunos historiadores han afirmado que la interacción de la epidemia con las tensiones acumuladas fue la principal causa de lo que se conoce como la Insurrección de París de 1832.

También afirman que desde la Plaga de Justiniano y la Peste Negra hasta la Gripe Española de 1918, la historia “está repleta de ejemplos de brotes de enfermedades que proyectan una larga sombra de repercusiones sociales, que determina el contexto político, subvierte el orden social y, a la larga, desencadena tensión social”.

Los motivos

Un posible motivo, aducen, es que “las epidemias pueden revelar o agravar grietas ya existentes en la sociedad, como la insuficiencia de las redes de seguridad social, la falta de confianza en las instituciones o la percepción de indiferencia, incompetencia o corrupción de los gobiernos”.

Históricamente, los brotes de enfermedades contagiosas también han dado lugar a reacciones violentas contra grupos étnicos o religiosos, o han hecho recrudecer las tensiones entre clases sociales.

Pero a pesar de los numerosos ejemplos, los datos cuantitativos que acreditan el vínculo entre las epidemias y la tensión social son escasos y se circunscriben a episodios específicos.

Y aquí es donde entra una investigación reciente del personal técnico del FMI que, según los autores del citado artículo, subsana esta carencia ofreciendo datos mundiales que corroboran esta relación de pandemias y estallidos sociales en las últimas décadas.

Para ello se recurrió a un índice basado en la cobertura mediática de la tensión social para crear un Índice de Tensión Social Reportada (RSUI, por sus siglas en inglés).

El RSUI, explican, proporciona un indicador mensual uniforme de la tensión social en 130 países desde 1985 hasta la actualidad.

A partir de este índice, el estudio del FMI constata que, en promedio, los países con epidemias más graves y frecuentes también experimentan mayores tensiones.

“Así  durante una pandemia o inmediatamente después, es posible que los daños en el tejido social, en forma de malestar social, no salten a la vista”.

De hecho, afirman, las crisis humanitarias tienden a impedir la comunicación y los desplazamientos que son necesarios para organizar protestas de gran envergadura.

Además, inciden, es posible que la opinión pública se decante por la cohesión y la solidaridad cuando los tiempos son difíciles.

Y en algunos casos, “los regímenes en el poder también pueden aprovechar una emergencia para consolidar su poder y reprimir la disidencia”

Hasta la fecha, constatan, la experiencia de la COVID-19 se ajusta a este patrón histórico.

“De hecho el número de episodios significativos de tensión social ha caído en todo el mundo hasta su nivel más bajo en casi cinco años”.

El riesgo llega después

Pero, y aquí viene el dato interesante, si se mira más allá del período inmediatamente posterior a la pandemia, “el riesgo de tensión social se dispara a más largo plazo”.

Utilizando información sobre los tipos de tensión social, el estudio se centra en la forma en que ese malestar suele manifestarse después de una epidemia.

Este análisis muestra que, con el transcurso del tiempo, aumenta el riesgo de disturbios y manifestaciones antigubernamentales.

Constata asimismo un mayor riesgo de una crisis gubernamental importante, es decir, un suceso que pueda llegar a derrocar al gobierno y que suele producirse en los dos años posteriores a una pandemia grave.

Y avisan. “Si la historia sirve de pronóstico, es posible que la tensión social resurja una vez que la pandemia se disipe”.

 

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