El nacimiento de las albóndigas es otra de esas cuestiones envuelta de leyendas y pocas precisiones documentadas. Sin embargo, la versión más conocida respecto de esta preparación que dio la vuelta al mundo y conocida en todos los rincones es la que tiene como protagonista al sultán Soleimán el Magnífico, Califa y señor de Estambul.
Según se detalla, en medio de una jornada de caza, el caballo que montaba se asustó luego de que una serpiente atravesara sus patas, lo que provocó la caída del jinete. Tanta fue la mala suerte que su boca dio de lleno contra una piedra, hecho que le hizo perder la mayoría de sus dientes. Así las cosas, Roxelana, mujer del ahora desdentado Sultán del imperio otomano, dio la orden de que en el palacio Topkapi sólo se sirvieran comidas que pudieran masticarse con las escasas piezas dentales que a él le quedaban.
Berenjenas rellenas y carne triturada de distintas formas fueron parte de cada uno de esos platos. Y una preparación en particular es la que definitivamente trascendió: tan simple como una bola de carne triturada, las clásicas köfte turcas. Rápidamente el plato fue adoptado por diferentes países y en cada uno su nombre y su forma de preparación fue mutando. En Arabia, por ejemplo, es conocido como “al-bundunga”, “avellana”, por su formato característico y ellos fueron los que presentaron el plato en Europa. Al llegar a España su nombre derivó en “albóndiga”, e incluso el historiador granadino Luis del Mármol ya documentaba el término en su trabajo de 1573, Descripción general de África: “Venden fideos, almojábanas y albóndigas hechas de carne picada con especias y fritas en aceite”.