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Operadores de puntos de drogas son los amos territoriales y los “Robin Hood” en los barrios

Los operadores de puntos de expendio de drogas son los reales propietarios de los territorios donde están ubicados en barrios de la capital y pueblos del interior, gracias a que desarrollan un estilo a lo “Robin Hood”, repartiendo dádivas en su entorno para agenciarse que la propia comunidad le sirva de escudo protector.

Los responsables del microtráfico tienen una estructura que involucra a juntas de vecinos, hogares pobres (en especial de madre soletera), iglesias protestantes, colmaderos, motoconchistas, vendedores ambulantes, chiriperos, los cuales son conocidos, en el bajo mundo, como “vaqueadores”.

Este anillo de protección se completa con los “viciosos”, adictos a las drogas,  que circulan como satélites alrededor de los puntos de expendio y reciben el nombre de “cótume” que se asemeja a la expresión en inglés de “costume”, disfraz.

Su trabajo consiste en ofrecer informaciones de la presencia de agentes policiales o de la Dirección Nacional de Control de Drogas, vehículos raros y personas extrañas merodeando por la zona. Reciben su paga con drogas para satisfacer su vicio.

Un jefe operativo de la DNCD y otro de la desaparecida Dirección Antinarcóticos de la Policía (Dican) explicaron a  N Digital cómo funciona la estructura del microtráfico en el bajo mundo.

La fidelidad es comprada con dádivas que van desde efectivo, compra de medicinas, tanque de gas, comida, caja de muertos y colaboraciones para alcohol y drogas.

“A veces, te cubre hasta el entorno de un kilómetro a la redonda, porque muchas veces, los del punto se ubican en lugares estratégicos para ellos y difíciles para las autoridades. Porque se te ubican en lugares que tienen una sola entrada; muchas veces tienen una parada de motoristas delante o tienen unos tipos que pasan el día entero haciendo nada ahí, solamente mandando al que va a comprar”, indicó un exejecutivo del Dican.

COMO FUNCIONA. Lo primero es establecer el punto de expendio en un lugar estratégico, de difícil acceso para los agentes, rodeado de casuchas y callejones. El lugar es la última parte donde llegar y para acceder, los agentes deben superar múltiples obstáculos.

Estos puntos cuentan con cámara de vigilancia 24-7, GPS y algunos poderosos, tienen anillos de protección que cobre alrededor de un kilómetro a la redonda, sobre todo en pueblos del interior.

El primero en dar la voz de alerta ante la presencia de autoridades o extraños es el motoconchista y conforme las unidades oficiales van avanzando las informaciones van en relevo, con el colmadero, chiripero y los vecinos de alrededores de los puntos.

Ya cerca del punto, la protección la ofrecen los vecinos colindantes, que hacen de policías acostados.

“Los vecinos proceden a hacer barricadas con las gentes; las meten en el medio; ponen los viejos a fregar; ponen los niños a jugar en el medio del callejón o montar bicicletas, cuestión de que las unidades de las autoridades no tengan forma de penetrar y que si en caso de que penetren, puedan ellos ponerse delante e irse”, indicó un veterano operativo de la Dican.

Explicó que por tal motivo, a la hora de  las unidades llegar al punto, está vacío, porque sus operadores recogen y se marchan por algún callejón de escape.

ROL DE IGLESIAS Y JUNTAS DE VECINOS. En el entramado de corrupción del microtráfico, las juntas de vecinos y algunas iglesias cristianas juegan un papel de primera línea, pues cuando un conocido vendedor de drogas  es detenido, estas organizaciones proporcionan cartas de arraigo a la fiscalía defendiendo la “honorabilidad” del detenido.

“Porque mayormente esas iglesias evangélicas, que están en esos lugares, son los que les dan las cartas cuando ellos caen presos. Cuando le van a conocer medida de coerción, ellos llevan una comunicación de arraigo, de que el tipo es solemne, que vive cerca, que apoya a la iglesia, que visita la familia y todo eso” , sostuvo el exjefe operativo de la desaparecida Dican, en varias provincias de la Región Norte.

“Las juntas de vecinos viven cacareando y son de las primeros que protegen. Las juntas de vecinos te dan una carta y te da una carta la iglesia, esas son las dos organizaciones que más cercanas al delito están. Se vuelven proteccionistas de ellos, porque están ahí con el día a día y también reciben lo suyo”, manifestó

Explicó que algunos miembros de iglesias, exceptuando la Católica, que no se mete en eso, saben cuándo hay operativos o allanamientos, porque frecuentemente visitan los cuarteles, predicando y promoviendo actividades propias de la iglesia y ahí se van informando y luego pasan la información a los delincuentes.

TODOS SE CONOCEN. En los puntos de drogas saben quién compra, quien es adicto y quien pudiera ser un soplón, chivato.

“Desde que ellos ven que se asoma un vehículo, que no está acostumbrado a pasar, ni a comprar, pues inmediatamente se disparan las alertas,  se dan los informes y así van haciendo su barrera de protección desde ese lugar.

Regularmente nunca es la competencia que se asoma por los puntos, sino autoridades.

“La competencia se la crean ellos de manera interna; el que está dentro también es el que sabe cuánto vende y cuánto está dejando el punto, qué se está haciendo y ese es el que luego se empodera y sobrevive al punto y por eso es que los puntos no se acaban”, reveló.

Dice que el problema de la multiplicidad de puntos radica en el hecho de que cuando se elimina uno, donde había un jefe, entonces surgen tres simultáneamente, como cabezas.

“Porque las autoridades  hacen el trabajo y van y te explotan, al otro día hay otros tres puntos nuevos”, dijo.

Y continuó diciendo: “Ahí entonces, es que entra el crimen organizado; ahí es que entra el tiroteo; empiezan las puñaladas, por la protección del territorio”.

La barrera de protección desde los puntos estratégicos, colocados al final del lugar,  para cuando los agentes puedan llegar, entonces ir de retirada.

La respuesta que las autoridades dan para poder ser efectivo, le aplican el denominado “operativo envolvente” que consiste en colocar varios equipos, que van avanzando hacia el punto haciendo un cerco,  de forma tal que quede en el centro, acorralado.

LA SOSPECHA. Las autoridades antinarcóticas comienzan a sospechar donde opera un punto de drogas, cuando en los alrededores se percatan de la presencia de un individuo, que “está el día entero ahí, parado, haciendo nada”.

Como vaqueadores sirve el ciudadano común, el de la junta de vecinos, sirven los de la iglesia evangélica, sirven los vecinos próximos y los vecinos colindantes. Hasta los colmados sirven y los negocios pequeños porque necesitan de la protección del punto.

“Con esa barrera de protección que tienen algunos puntos, no necesitan pagarle a un miembro de la policía, porque el miembro de la policía fácilmente puede alertar de que eso está pasando”, explicó.

Esto es lo que hace que el dueño del punto se convierta en  amo y señor del lugar, y todo el vecindario los protege. Eso pasa mucho en San Francisco de Macorís, en los barrios de la capital.

“Se ponen al final y cuando tú les vienes a llegar, si tu logras entrar, fácilmente no encuentras nada”, indicó.

MODO DE OPERACIÓN. Los oficiales indicaron que hay lugares donde se realizan dos y tres allanamientos sin encontrar nada, y aun así el punto no se mueve.

“Regularmente se pide una orden de allanamiento que sea ejecutable tanto de día como de noche, porque las ordenes de allanamientos te las dan para que tu ejecutes de seis de la mañana a seis de la tarde y salvo casos excepcionales que tu les solicitas a través del Ministerio Público que para tu poder dar con los responsables de la comisión del delito, tienes que hacerlo en un horario que no sea ese y que te den la orden de allanamiento tanto de día como de noche”, esta es la alternativa para poder lograr el factor sorpresa a la hora de realizar un operativo efectivo.

“Y entonces, ya tú te les tiras a las tres de la madrugada y cuando ellos vengan a despertar ya tú tienes todo rodeado. Por eso mayormente los operativos se dan en la madrugada. Cuando ya la inteligencia te da que hay demasiado vaqueadores antes de llegar al punto o donde se encuentra el área de almacenamiento. Muchas veces ellos venden en un lado y almacenan en otro, para cuando tu te les tires solamente encuentres las fundas, las velas”,

SEGURIDAD. Una fuente al más alto nivel de la DNCD explicó que la protección va más allá de la complicidad punto-ciudad y que se utiliza tecnología como GPS y cámara de seguridad.

“Esas calles donde operan puntos se observan instalaciones de cámaras de vigilancia y la colocación de puertas de alta seguridad, donde las propias autoridades no puede romper o tumbar”, reveló.

Esa es la complejidad del ataque al microtráfico en los barrios y algunos pueblos del interior, situación atribuida a la falta de política integral.

Explicó que ante la ausencia de una política integral por parte de las autoridades, en los barrios se impone el menudeo del tráfico ilícito de drogas.

“Esto ha provocado que los propios vecinos protejan y hasta informen a los traficantes de alguna presencia militar o policial”.

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