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Muere doña Yolanda Reyna, madre del expresidente Leonel Fernández

Falleció la mañana de este miércoles a causa de múltiples problemas de salud, doña Yolanda Reyna, madre del expresidente de la República Dominicana, Leonel Fernández Reyna.

La información fue confirmada por una fuente de entero crédito a esta redacción.

La madre de Fernández tuvo una recaída de salud que motivó su hospitalización, tras estar en proceso de recuperación de la intervención quirúrgica a la que fue sometida el 8 de julio.

Doña Yolanda se encontraba en cuidados intensivos en el Centro de Medicina Avanzada Doctor Abel González de la avenida Abraham Lincoln.

En el mes de agosto de este 2021 cumpliría 95 años de edad.

Entrevista realizada en el 2009 a Yolanda Reyna por parte de César Medina:

Ella –que en su juventud de exilio económico en Nueva York admiró a Fidel y criticó tanto a Balaguer– comprende ahora, ya octogenaria, el halo de misterio que envuelve a los jefes de Estado, cuando ve a su hijo cargando en sus hombros un país de enormes incomprensiones, con tantas deudas sociales, donde todo está por hacerse.

El instinto de madre siempre le dice cuándo su hijo se siente abrumado o confuso por algún problema. Lo percibe al instante, cuando él la llama a deshora, a la medianoche, o aún más tarde, cosa que no es habitual.

En esos casos Leonel nunca le dice nada para no preocuparla, y se conforma con darle las buenas noches y pedirle la bendición. Ella reza por él durante largo rato, le pide a Dios que lo proteja, le echa mil bendiciones… hasta que horas después cae vencida por el sueño.

Doña Yolanda Reyna Romero es una mujer profundamente religiosa, de temple acerado en el fragor de una vorágine laboral sin descanso en Nueva York, donde transcurrieron los mejores años de su juventud, mientras criaba a Dalcio y a Leonel.

Haber educado a sus dos hijos bajo los rigores de una disciplina regia, sin permitirles excesos de ninguna naturaleza y bajo su control constante, le da la tranquilidad de que jamás incurrirán en ningún acto censurable. Por eso duerme con la tranquilidad de quien se siente en paz con Dios y con la sociedad. Esa es su mayor recompensa.

Pero ya quiere ver a Leonel tranquilo, leyendo, escribiendo y dando clases. Está deseosa de que su hijo “más chiquito” tenga el sosiego y la paz que nunca ha podido tener. Desea que este período de gobierno pase pronto y que Leonel pueda dedicarle tiempo a la familia, a sus hijos… “y ahora a su linda hijita, a su esposa y a su nietecita”.

Doña Yolanda habla de sus dos hijos con encanto y admiración. Dalcio, el mayor, le ha dado dos nietos, y Leonel tres. Dalcio lleva muchos años viviendo en Miami, pero pasa parte del tiempo aquí al lado de su madre. Ella también visita a su hijo mayor con alguna frecuencia y pasa cortas temporadas en Miami.

Por razones de ocupación, Leonel no le puede dedicar todo el tiempo que quisiera a su mamá, y ella así lo comprende. Él, sin embargo, la llama todos los días. Ella no lo hace a menos que no sea en caso de mucha necesidad para no interferir en sus asuntos de Estado.

Su historia

Doña Yolanda tiene una hermana mayor, Elsa, y su madre era América Romero Mateo, de San Francisco de Macorís. Su padre era Manuel Reyna, de San Rafael del Yuna. Eran familias de posibilidades económicas, de lado y lado. Pero Manuel era muy dependiente de su papá, que era un hombre excesivamente generoso, “de esa gente que todo lo regala”. Como doña América vio que iban camino a la pobreza, regresó a casa de sus padres, a San Francisco de Macorís, y abandonó a Manuel, quien la siguió poco después.

Dos hermanos de la madre de Doña Yolanda –Daniel y Ricardo Romero–, habían hecho un viaje de exploración a Barahona y se quedaron a vivir allí. Ellos invitaron a su hermana a que los acompañara, y en esa circunstancia América y Manuel terminaron viviendo en esa ciudad sureña, con sus dos hijas muy pequeñas. Yolanda tendría unos dos o tres meses cuando sus padres llegaron a Barahona.

Manuel Reyna era chofer de carro público. Hombre de criterio progresista, llegó a tener dos carros del transporte público, uno lo rentaba y en el otro trabajaba. Las cosas marchaban bien y las dos hijas del matrimonio fueron criadas en un buen ambiente social de clase media.

Entre sus amigos y compañeros de estudios estaban Faroche Melgen y Jorge Abraham Hazoury Bahles, médicos que luego llegarían a tener gran nombradía como oftalmólogo, el primero, y como endocrinólogo, el segundo, fundador del Instituto de la Diabetes. El doctor Melgen era el padre del conocido médico oftalmólogo Salomón Melgen, y el doctor Hazoury era el padre del empresario y académico Abraham Hazoury.

Pero la Segunda Guerra Mundial complicó la situación familiar de Doña Yolanda. Sus padres decidieron salir de Barahona e instalarse en Santo Domingo, en el l942. Fue una muy mala decisión, opina doña Yolanda 67 años después, que para entonces era una adolescente de l7 años que atrás dejaba los estudios secundarios, a sus compañeros de clases, sus amigos y el medio social en el que siempre había vivido.

En la capital la familia Reyna Romero vivió por primera vez una pobreza extrema. Vivieron inicialmente en la avenida Braulio Álvarezóactual 27 de Febreroóesquina José Dolores Alfonseca, en el barrio San Carlos. “Fue una época de muchas precariedades, de enormes privaciones”.

Como se vivían los momentos más difíciles de la Segunda Guerra Mundial, la dictadura de Trujillo aplicó medidas extremas de restricción. A los dos carros de Don Manuel los desguazaron, les quitaron los neumáticos y los dejaron inservibles, destruyendo así el medio de sustento de la familia.

A sus l7 años Doña Yolanda se vio forzada a trabajar para ayudar a sus padres. Como había iniciado estudios en la Escuela Nacional de Enfermería, en la calle Galván, frente a la Casa de Vapor, consiguió un trabajo de enfermera de segunda categoría en el hospital militar Marión, (actual Lithgow Ceara) que entonces se hallaba donde está hoy el Instituto Oncológico Heriberto Pieter, en la zona universitaria. Allí la colocó Dios al lado de Abel González.

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