Expertos critican que las naciones ricas descartan inyecciones sin aplicar o planifican dar una tercera dosis, mientras otras no logran sostener sus campañas vacunatorias.
En medio de una terrible pandemia que atraviesan todos los países por el surgimiento del coronavirus SARS-CoV-2 que generó la enfermedad COVID-19 y que suma más de 211 millones de infecciones y casi 4,5 millones de muertos, causa indignación saber que el único método eficaz y seguro para combatirlo es desaprovechado al punto de vencerse sin ser aplicado.
Días atrás nos enteramos que cientos de miles de dosis de vacunas están siendo desechadas en Estados Unidos por su expiración, ante la baja tasa de vacunación registrada en las últimas semanas por la reticencia de algunos sectores, mayormente en estados sureños.
En el estado de Iowa, sus autoridades confirmaron a principios de agosto que 81 mil dosis quedaron inutilizables, la mayor parte por haber pasado su fecha de vencimiento, más algunas que se descartan por haber sido abiertas en el paquete múltiples dosis y solo se usaron una parte de ellas. En Alabama, el estado confirmó también que más de 65 mil dosis expiraron por la baja demanda de la población. De ellas, 7 mil dosis eran de Johnson & Johnson, 11 mil de Moderna y 47 mil de Pfizer. Y en Arkansas, unas 90 mil vacunas de Pfizer expiraron el 31 de julio.
“Es extremadamente desafortunado que tengamos una tasa de vacunación tan baja, hay mucha gente en el mundo que no tiene acceso, es una vergüenza”, lamentó el médico Scott Harris, funcionario del área de Salud estatal. “Es muy triste que tiremos tantas vacunas sabiendo que funcionan”, agregó Rachel Reimer, jefa del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Des Moines.
Se estima que en total se habrían desperdiciado cerca de un millón de inmunizantes desde el inicio de la campaña: más de 100 mil en Georgia, más de 50 mil en Nueva Jersey, alrededor de 250 mil en Carolina del Norte y cerca de 400 mil en Ohio. Aunque en proporción es poco para los más de 300 millones de estadounidenses, es de preocupación ante los países que sufren por la falta de acceso a las fórmulas.
En el otro extremo, hay millones de personas de países de bajos recursos o en vías de desarrollo que están sufriendo el impacto del coronavirus y sus nuevas variantes como Alpha o Delta, que infectan a miles y matan a cientos todos los días por no estar inmunizados por lo menos con una dosis protectora.
Así, la pandemia en estas naciones está lejos de terminar. El virus sigue golpeando fuerte en Sudamérica, con registros altos de contagios y muertes en Brasil, Argentina, Colombia y Perú, aunque en las últimas semanas han bajado considerablemente los casos. En India, donde surgió la muy contagiosa variante Delta, solo el 13% de su población está vacunada. Y en la mayoría de las naciones africanas, menos del 2% de la población ha recibido una dosis.
Los países que no pueden establecer sus propios programas de adquisición de vacunas y que dependen de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y su mecanismo COVAX, una coalición mundial para adquirir y distribuir vacunas, están avanzando muy lentamente hacia la inmunización. Esto los pone en una situación de alto riesgo frente al coronavirus y sus nuevas variantes, algunas incluso, que podrían emerger en un futuro cercano.
“La mayoría de los países pobres no logrará la inmunización masiva contra el COVID-19 hasta al menos 2023 y algunos tal vez nunca lleguen allí”, destaca un pronóstico realizado hace algunas semanas por The Economist Intelligence Unit (EIU). El estudio grafica al planeta crudamente dividido durante los próximos años, con un grupo de naciones desarrolladas completamente vacunadas mientras otras corren atrás para tener a su población protegida.
El informe de la EIU devela que si bien la vacunación contra el COVID-19 ha avanzado en los países desarrollados, la inmunización masiva llevará tiempo. “La producción representa el principal obstáculo, ya que muchos países han reservado más dosis de las que necesitan. Los costos asociados con los programas de inmunización masiva serán significativos, especialmente para los países menos desarrollados que tienen recursos fiscales limitados”, reza la investigación.
La EIU estima que la mayor parte de la población adulta en las economías avanzadas (como Reino Unido, Estados Unidos, Israel y los de la Unión Europea) habrá sido vacunada a mediados de 2022. Para los países de ingresos medianos, esta línea de tiempo se extenderá hasta finales de 2022 o principios de 2023. Y para las economías más pobres, la inmunización masiva tardará hasta fines 2023, si es que realmente ocurre, concluye.
“Malgastar recursos en refuerzos para aquellos que ya están protegidos contra enfermedades graves no tiene mucho sentido”, dice Laith Jamal Abu-Raddad, epidemiólogo de enfermedades infecciosas en Weill Cornell Medicine — Qatar en Doha.
Un análisis del Comité Internacional de Rescate (IRC), una organización que ayuda a las personas más vulnerables del planeta en conflictos y desastres humanitarios como lo es la actual pandemia por COVID-19, muestra que el 87% de las dosis de la vacuna COVID-19 se han administrado en los países más ricos, a pesar de los aumentos repentinos de casos en países afectados por conflictos.
David Miliband, presidente y director ejecutivo del IRC, pintó un crudo panorama respecto a la actual crisis de desigualdad en el acceso a las vacunas: “A medida que la pandemia continúa cobrando almas y destruyendo medios de vida en todo el mundo, con nuevas variantes, los países más ricos han continuado comprando dosis suficientes para cubrir a toda su población varias veces, lo que resalta y agrava la extrema desigualdad que enfrentan las personas que viven en conflicto y crisis.
Estos países ya han sufrido devastadores impactos secundarios de la pandemia de COVID-19, experimentando niveles sin precedentes de inseguridad alimentaria e incluso condiciones de hambruna, instalaciones de salud abrumadas y niveles crecientes de violencia contra las mujeres. A pesar de estas graves vulnerabilidades, las poblaciones afectadas por la crisis son las últimas en la fila para recibir la vacuna COVID-19. Menos del 5% del suministro de la vacuna COVAX se dirigirá a los países de la Lista de Vigilancia del IRC en la primera mitad de 2021”.
“Vacunar a las personas que viven en situaciones de conflicto no es solo lo correcto; es lo más inteligente y una verdadera prueba del sistema multilateral. EEUU, el Reino Unido y algunos estados miembros de la UE almacenan suficientes vacunas individualmente para cubrir poblaciones enteras de estados afectados por crisis. Es hora de que los gobiernos ricos se den cuenta de que COVID no será derrotado en ninguna parte hasta que sea derrotado en todas partes, especialmente a medida que continúan surgiendo nuevas variantes que ponen en peligro la eficacia de estas mismas vacunas tan esperadas. Ahora es el momento de emprender acciones audaces”, remarcó.
La lista de vigilancia 2021 del IRC, identifica los 20 países que corren mayor riesgo de sufrir una nueva crisis humanitaria importante —o que empeorará significativamente— durante el próximo año. Estos países, desde Yemen y Siria hasta Etiopía y la República Democrática del Congo, enfrentan una triple amenaza de COVID-19, conflicto y cambio climático, y albergan al 85% de las personas que necesitan ayuda humanitaria y apoyo internacional.
Los países ricos deben compartir el exceso de dosis de vacunas a través de la instalación COVAX, que se estableció para ayudar a facilitar el acceso equitativo a las vacunas COVID-19. Al mismo tiempo, la comunidad internacional debe trabajar para financiar los canales de distribución y fortalecer los sistemas de salud en los países afectados por crisis para garantizar que las vacunas puedan llegar a quienes las necesitan.
Acaparar vacunas
En acuerdos recientes con varios laboratorios productores de vacunas, la Unión Europea (UE) se ha asegurado 900 millones de dosis Pfizer y se ha reservado la opción de comprar 900 millones más para 2023. Eso le da a la UE hasta 3.000 millones de dosis seguras, o 6,6 por persona, sin tener en cuenta los opcionales.
Estados Unidos ha negociado acuerdos por 1.300 millones de dosis hasta ahora, a razón de 5 por ciudadano. Canadá ha asegurado 65 millones de dosis de Pfizer y ha optado por otros 120 millones. Junto con las dosis ya compradas, esto eleva las dosis aseguradas del país a más de 450 millones para una población de menos de 40 millones. El Reino Unido tiene acuerdos para más de 500 millones de dosis (alrededor de ocho por persona) y Australia ha ordenado 170 millones de dosis para su población de 25 millones.
En un reciente informe del laboratorio Moderna, se expuso en sus gráficos que para 2021 ya cerró acuerdos por 400 millones de dosis para Estados Unidos, 34 millones para Canadá, 260 millones para la Unión Europea, 17 millones para el Reino Unido, 11 millones para Suiza, 4 millones para Israel, 50 millones para Japón, 40 millones para Corea del Sur, 10 millones para Australia, 20 millones para Filipinas, 10 millones para Colombia y solo 34 millones de dosis para el acuerdo mundial de COVAX que implementa la Organización Mundial de la Salud (OMS) para garantizar que las vacunas COVID estuvieran disponibles en todo el mundo, y que los países más ricos subvencionaran los costos de las naciones más pobres.
Su objetivo inicial era proporcionar 2.000 millones de dosis de vacunas en todo el mundo en 2021 y 1.800 millones de dosis a 92 países más pobres para principios de 2022. Pero claramente eso quedó en la nada, o mejor dicho, con muy pocas vacunas a repartir.
Asimismo, también adelantó las entregas para 2022 y 2023 con otras 90 millones de dosis para Estados Unidos, 200 millones para la Unión Europea, 20 millones para Argentina, 10 millones para Canadá, 50 millones con opción a que sean 100 para Japón y 117 millones para el mecanismo COVAX. Las naciones con altos recursos están comprando más vacunas en caso de que sean necesarias más dosis de refuerzo. Las dosis futuras también podrían haber modificado las formulaciones que apuntan a nuevas variantes, en caso de que eso se convierta en un problema.
Según UNICEF, que está rastreando las dosis distribuidas en todo el mundo tanto a través de COVAX como de otros acuerdos, la mayoría de los países de ingresos altos han asegurado al menos el 350% de las dosis que necesitan. Mientras tanto, los acuerdos alcanzados por los países de ingresos bajos y medianos para que se entreguen dosis hasta 2023 cubren la mitad de su población, o menos.
Dilema de la tercera dosis
Pese a los insistentes llamados de la OMS en su presidente Tedros Adhanom Ghebreyesus, que instó a los países y empresas que controlan el suministro de dosis a cambiar el rumbo de inmediato y dar prioridad a los estados menos ricos, nada ha cambiado. La agencia de salud de la ONU arremetió durante meses contra el evidente y creciente desequilibrio, calificándolo de afrenta moral.
“No podemos aceptar que los países que ya han utilizado la mayor parte del suministro mundial de vacunas utilicen aún más, mientras que las personas más vulnerables del mundo permanecen desprotegidas. Necesitamos una reversión urgente, de que la mayoría de las vacunas vayan a países de altos ingresos, a que la mayoría vayan a países de bajos ingresos”, afirmó Tedros a principios de mes. Y pidió a los productores de vacunas a dar prioridad a COVAX, el esquema global que intenta asegurar las vacunas para las naciones con menos influencia financiera, que ha enviado solo 177 millones de dosis hasta ahora.
La OMS quiere que todos los países hayan vacunado al menos al 10 por ciento de su población para fines de septiembre; al menos el 40 por ciento para fines de este año y el 70 por ciento para mediados de 2022. Pero la realidad muestra que en países clasificados como de ingresos altos por el Banco Mundial, se han inyectado 101 dosis por cada 100 personas. Esa cifra se reduce a 1,7 dosis por cada 100 personas en los 29 países de ingresos más bajos.
El mes pasado, Israel comenzó a implementar una vacuna de refuerzo para los inmunodeprimidos y mayores de 60 años. Y hoy anunció lo mismo para los mayores de 40, mientras que Alemania dijo que comenzaría a ofrecer terceras dosis de las vacunas Pfizer-BioNTech y Moderna a partir de septiembre.
Hace una semana Estados Unidos autorizó la tercera dosis de la vacuna contra el COVID-19 para personas con sistemas inmunológicos vulnerables, lo que se calcula supone un 3 % de la población del país. Pero esta semana, se conoció que planea anunciar que casi todos sus ciudadanos deben recibir una dosis de refuerzo de la vacuna contra la COVID-19 ocho meses después de haber sido inmunizados, lo que sería una nueva fase en la campaña de vacunación que podría comenzar a mediados de septiembre.
El Gobierno de Joe Biden ha llegado a la conclusión de que es necesario una dosis de refuerzo para evitar que haya una pérdida de inmunidad y para frenar la variante Delta, que es más contagiosa y que ha provocado un aumento en el número de infectados y hospitalizaciones.
Antes de que empiece a administrarse, la dosis de refuerzo debe recibir el aval de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, en inglés), la agencia gubernamental que se encarga de aprobar el uso de nuevos fármacos, vacunas y otros productos relacionados con la salud pública.
“No se sabe lo suficiente sobre los grupos que realmente podrían necesitar dosis adicionales, como las personas mayores y aquellas con sistemas inmunológicos comprometidos. Y, a medida que la variante Delta surge en muchos países, es posible que las autoridades sanitarias no puedan darse el lujo de esperar respuestas definitivas. Es una decisión difícil y es casi seguro que tendrá que hacerse con evidencia incompleta”, afirmó el doctor Robert Aldridge, epidemiólogo de enfermedades infecciosas en el University College London.
Mientras ocurre esto, muchos países que carecen de acceso suficiente a las vacunas COVID-19 están experimentando grandes aumentos en los casos de coronavirus, lo que continúa amenazando la seguridad sanitaria mundial y el posible surgimiento de nuevas variantes más contagiosas en los organismos no vacunados.