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¿Por qué comemos cuando tenemos ansiedad?, ¿Podemos frenarlo?

Comer es un placer por regla general. Por eso nos gusta darnos nuestros “caprichos” de vez en cuando en este sentido e irnos a comer o cenar fuera, al restaurante que nos gusta.

No obstante, y más desde el inicio de la pandemia, seguro que más de uno ha echado mano del frigo o de la despensa en determinados momentos.

No son tiempos fáciles para muchos y, en más de una ocasión, comer nos alivia.

¿Por qué esto es así? ¿Podemos frenarlo?

Isabel Campos Del Portillo es dietista-nutricionista del Centro Médico Quirónsalud Toledo y explica que sentir placer por lo que comemos es normal, si bien advierte de que lo preocupante es cuando esas emociones toman el control de nuestra alimentación y muchas veces motivadas por nuestra situación de ansiedad.

De acuerdo con la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), la ansiedad es una emoción natural, y es experimentada como algo desagradable, negativo, que surge en una situación ante la que el individuo percibe una amenaza (posibles consecuencias negativas).

“Para afrontar esta situación y tratar de reducir las consecuencias negativas el individuo debe ponerse en alerta”, aconseja la SEAS, al tiempo que establece que la reacción emocional puede observarse a un triple nivel: cognitivo-subjetivo (la experiencia), fisiológico (cambios corporales) y motor (conductual-observable).

¿Por qué lo hacemos?

En este último escenario se enmarca la ansiedad por comer, que comamos para aliviar esta emoción natural. Por desgracia, considera la experta de Quirónsalud que, aparte de la pandemia, la industria alimentaria, el procesado de alimentos y lo mucho que ha evolucionado la publicidad no favorecen nada en este sentido.

Por no hablar, tampoco, del cambio de nuestras costumbres, más en esta época, o de los altos niveles de estrés crónico a los que estábamos y estamos sometidos; a lo que habría que sumarle nuestra “pobre” manera de gestionar las emociones, sostiene la especialista.

“Con todo ello, obtenemos la fórmula perfecta para que nuestro cerebro emocional tenga todas las facilidades para decidir a su antojo lo que comemos. Nuestro sistema de recompensa está constantemente activado y su objetivo principal es disminuir el miedo, el estrés o cualquier malestar, provocando placer a través de acciones agradables que generen dopamina, como por ejemplo el comer. Así, consigue asociar sensaciones placenteras a determinadas acciones para que repitamos esas conductas una y otra vez”, recalca la experta de Quirónsalud en Toledo.

Así, Campos Del Portillo indica que el mero acto de comer produce un aumento de dopamina de forma normal, pero comer, o incluso pensar en alimentos ricos en azúcar, dulces o edulcorados, con harinas refinadas, grasas muy sabrosas, sal o con otros potenciadores del sabor, produce un aumento muy exagerado del neurotransmisor del placer.

“Ese mismo aumento descontrolado es el causante de que esa oncita de chocolate que tanto te apetece por la noche te provoque un éxtasis de placer y te ayude a relajarte, provocando también la necesidad de seguir comiendo más, a pesar de no tener mucha hambre”, sostiene la dietista-nutricionista del Centro Médico Quirónsalud de Toledo.

¿Qué podemos hacer?

Esta especialista remarca que el placer es “efímero” y, a veces, viene acompañado de un batiburrillo de pensamientos de duda (‘quizás comí mucho chocolate’), de culpa (‘qué mal he hecho al comerme toda la tableta’) o ira con nosotros mismos (‘soy culpable por habérmelo comido todo’).

“Esta cascada de pensamientos recurrentes y emociones desbordantes, si no se gestionan adecuadamente, pueden condicionar a corto plazo que el sistema de recompensa se convierta en un tirano que decide repetir esas conductas tan placenteras”, alerta la dietista-nutricionista.

Con ello, y para intentar “salvar” estas situaciones, la dietista-nutricionista de Quirónsalud Toledo anima a cada uno de nosotros a pensar si, a la hora de realizar ese tentempié realmente lo que tenemos es hambre, necesitamos fisiológicamente comer, o es más bien un acto que necesitamos para calmar nuestra ansiedad.

“Ser consciente de esto puede ayudar a gestionar adecuadamente esos momentos de ‘ansiedad por la comida’, o a que comas con más paz contigo mismo, si te das permiso para comer”, sentencia Isabel Campos del Portillo.

Consultar siempre con un experto

Y por supuesto, concluye que, siempre ante la duda, debemos preguntar o consultar con un experto en la materia, en este caso nuestro médico de atención primaria o a un dietista-nutricionista colegiado, que pueda echarnos una mano a la hora de identificar esos momentos en los que comemos por ansiedad, aparte de facilitarnos una serie de pautas para evitar y superar estos episodios.

Hay que tener cuidado con este tipo de episodios ya que si se cronifican en el largo plazo pueden dar lugar a trastornos de conducta alimentarios o bien al sobrepeso y a la obesidad.

EFE

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