Cuando una melodía nos gusta se activan en el cerebro los mismos estímulos que al comer chocolate. Se sabe: la música provoca emociones como alegría y tristeza. Y nos evoca recuerdos, por eso nos hace llorar o reír. La música nos inspira y nos anima. Y también nos hace viajar hacia un momento o un lugar: ¿cúantas veces nos ha pasado que escuchamos tal o cual canción que nos remite -pareciera que nos lleva directamente- a un determinado momento de nuestra vidas?
Desde hace miles de años, la música ha sido un lenguaje universal que atraviesa culturas y generaciones. Sin embargo, en el campo de la ciencia, se configura un abanico de posibilidades asombrosas y no tan conocidas. Por citar una de ellas, escuchar música mejora la salud emocional de las personas. Sin ir más lejos, durante la pandemia quedó comprobado que fue un gran aliado a la hora de sobrellevar el encierro.
En un estudio del que participaron 43 mil personas de 21 países, el 87% dijo que la música ayudó a su bienestar durante la emergencia sanitaria causada por el COVID-19. El documento a cargo de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI), Engaging With Music 2021, analizó en profundidad los hábitos de escucha de la música en todo el mundo, y concluye que hubo un aumento en el tiempo dedicado a escuchar música durante la pandemia. Las personas amantes de la música pasaron un promedio de 18,4 horas a la semana escuchándola en 2020, un aumento con respecto a la cifra de 18 horas en 2019.
Según las opiniones de 43.000 personas en 21 países, el estudio más grande de su tipo, que contó con la colaboración de Universidades como las de Cambridge, New York, Yale y Amsterdam, entre otra decena de centros académicos y de investigación, detectaron que los aficionados no solo han estado escuchando más música, sino que también han aprovechado oportunidades para conocer música nueva y experiencias inmersivas. También notaron una preferencia por los géneros locales.
“La música evoca sentimientos similares en culturas diferentes. Hay estudios hechos que encuentran que la música en realidad funciona como un lenguaje universal. Todos los géneros que han sido evaluados en distintos países muestran patrones similares. Se han detectado hasta 13 sentimientos generales: diversión, alegría, erotismo, belleza, relajación, tristeza, sueños, triunfo, ansiedad, miedo, molestia, desafío, y sentirse bombeado. Estos 13 sentimientos se han estudiado en una población cercana a entre 2000 y 2500 individuos”, explica Alejandro Andersson, neurólogo y director médico del Instituto de Neurología Buenos Aires.
En una nota reciente con este medio, la licenciada Jorgelina Benavidez, musicoterapeuta del Equipo de Musicoterapia de INECO, expresaba: “La música es para muchos un medio para alcanzar, desarrollar y sostener el bienestar, y este es un componente esencial de la salud. Ya hace varios años que el foco no está solo puesto en los déficits sino en las fortalezas y en el desarrollo del bienestar, cuanto más se cultiva existe una menor respuesta de estrés y viceversa”.
Imágenes y sonidos
Sin embargo otra arista que se abre en relación a este costado científico de la música son las imágenes que “vemos” cuando escuchamos una canción. Sí, la música nos pude hacer ver cosas, por lo menos desde la imaginación. Dentro del escenario de las neurociencias aparece entonces la siguiente pregunta: ¿estamos todos imaginando lo mismo cuando escuchamos música, o nuestras experiencias son irremediablemente subjetivas?
Antes que nada hay que saber que la música, considerada entre los elementos que causan más placer en la vida, libera dopamina en el cerebro como también lo hacen la comida o el sexo. “La vía auditiva conduce la música desde el oído hasta la corteza cerebral auditiva, que la interpreta, la de la intelectualidad. Y así la proyecta al sistema límbico, para darle la emoción musical. Ahí es donde está la endorfina, la dopamina y también vienen las asociaciones con otras partes del cerebro como el lóbulo occipital, que es el que tiene en su corteza la asociación con las imágenes”, dice Andersson.
Para investigar el interrogante de las imágenes y las experiencias de cada individuo, un equipo internacional de investigadores (incluido un pianista clásico, un baterista de rock y un bajista) preguntó a cientos de personas qué historias imaginaban al escuchar música instrumental.
Los resultados aparecieron recientemente en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias. Los investigadores, dirigidos por Elizabeth Margulis de Princeton y Devin McAuley de la Universidad Estatal de Michigan, descubrieron que los oyentes de Michigan y Arkansas imaginaban escenas muy similares, mientras que los oyentes de China imaginaban historias completamente diferentes.
“Estos resultados pintan una imagen más compleja del poder de la música”, expresó Margulis, profesor de música que utiliza metodologías teóricas, conductuales y de neuroimagen para investigar la experiencia dinámica de los oyentes. “La música puede generar historias notablemente similares en la mente de los oyentes, pero el grado en que estas narrativas imaginadas se comparten depende del grado en que la cultura se comparte entre los oyentes”, agregó.
622 participantes del estudio provinieron de tres regiones de dos continentes: dos ciudades universitarias suburbanas en el centro de Estados Unidos, una en Arkansas y la otra en Michigan, y un grupo de Dimen, un pueblo en la China rural donde el idioma principal es el dong, un idioma tonal no relacionados con el mandarín, y donde los residentes tienen poco acceso a los medios occidentales.
Los tres grupos de oyentes, en Arkansas, Michigan y Dimen, escucharon los mismos 32 estímulos musicales: fragmentos de 60 segundos de música instrumental, la mitad de música occidental y la otra mitad de música china, todos sin letra. Después de cada extracto musical, proporcionaron descripciones de respuesta libre de las historias que imaginaron Los oyentes de Arkansas y Michigan describieron historias muy similares, a menudo usando las mismas palabras, mientras que los oyentes de Dimen imaginaron historias similares entre sí pero muy diferentes a las de los oyentes estadounidenses.
Qué ve la gente
Yendo a los ejemplos, un pasaje musical identificado solo como W9 trajo a la mente un amanecer sobre un bosque, con animales despertando y pájaros cantando para los oyentes estadounidenses, mientras que los de Dimen representaron a un hombre soplando una hoja en una montaña, cantando una canción a su amada.
Para el pasaje musical C16, los oyentes de Arkansas y Michigan describieron a un vaquero, sentado solo bajo el sol del desierto, contemplando una ciudad vacía, los participantes en Dimen imaginaron a un hombre en la antigüedad contemplando con tristeza la pérdida de su amada.
“Es increíble”, dijo el coautor Benjamin Kubit, baterista e investigador asociado postdoctoral anteriormente en el Instituto de Neurociencia de Princeton y ahora en el Departamento de Música. “Puedes elegir a dos personas al azar que crecieron en un entorno similar, hacer que escuchen una canción que no hayan escuchado antes, pedirles que imaginen una narrativa y encontrarás similitudes. Sin embargo, si esas dos personas no Si compartes una cultura o una ubicación geográfica, no verás el mismo tipo de similitud en la experiencia. Entonces, si bien imaginamos que la música puede unir a las personas, lo contrario también puede ser cierto: puede distinguir entre conjuntos de personas con diferentes antecedentes o cultura.”
Margulis, expresó: “Me sorprende que algunas de estas respuestas imaginadas, viscerales y difíciles de articular que tenemos ante la música puedan ser ampliamente compartidas. Hay algo en eso que es realmente desconcertante y convincente, especialmente porque la forma en que nos encontramos con la música en 2022 es a menudo solitaria, con auriculares. Pero resulta que sigue siendo una experiencia compartida, casi como un sueño compartido”
La coautora Cara Turnbull, bajista de concierto convertida en estudiante de posgrado en musicología, dijo: “Es simplemente fascinante cuánto nos moldea nuestra educación como individuos y al mismo tiempo nos brinda suficientes experiencias comunes que nos relacionan con este medio de manera que son simultáneamente únicas y compartidas”.
Según opina también Andersson, vamos creando un especie de “playlist” cerebral a lo largo de nuestra vida. Dependiendo de nuestra educación e intelectualidad, podremos acceder a una serie de imágenes cuando escuchamos música.
“Lo que imagina e interpreta y los cuadros que se representa la persona que escucha una melodía, está demostrado que claramente dependen de cómo ha crecido, de cómo se ha formado, y de cuál es la cultura que tiene dentro de su cerebro. Porque tiene que hacer asociaciones entre lo que escucha y sus experiencias, sus vivencias. Por tanto, las imágenes son muy diferentes frente a la misma melodía en las personas que tienen culturas diferentes. En la medida que vamos subiendo de lo más biológico a lo más cognitivo o cultural, surgen las diferencias”, explicó por su parte Andersson.
María Inés Buongiorno, licenciada en Musicoterapia (UBA), terapeuta certificada en el Método Bonny de Imaginería Guiada con Música por el Atlantis Institute (USA) Fellow de la Association for Music and Imagery, explica desde su área: “Desde la musicoterapia como disciplina del campo de la salud, utilizamos la conexión de la música con las imágenes, o de las imágenes que pueden surgir a partir de la escucha musical, para para trabajar en procesos que tienen objetivos terapéuticos.
Uno de estos abordajes se llama imaginería con música. “A partir de estar en un estado de relajación y de la escucha de música previamente seleccionada, se propicia la conexión de la persona con su imaginería espontánea. Ese proceso de imaginería actúa como comunicador del proceso interno de la persona. Entonces, esa imaginería puede llegar a representar recuerdos, fantasías, emociones, información significativa para la persona, y ésta accede a esa información por medio de las imágenes que va vivenciando cuando escucha la música”, sigue Buongiorno.
Y agregó: “Es justamente una forma de reflejar en el mundo interno de la personas y permitirle a la persona percibir desde otra perspectiva. Este recurso la musicoterapia lo toma para trabajar con recursos terapéuticos”.
Por: Infobae