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Por qué Rusia y Ucrania se están quedando sin municiones y suenan las alarmas

Por qué Rusia y Ucrania se están quedando sin municiones y suenan las alarmas

Infobae.- La invasión rusa a Ucrania ya lleva 10 meses y está provocando algo que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial: una escasez de municiones debido a las cantidades extraordinarias de misiles, granadas y balas lanzadas.

Según el Royal United Services Institute (RUSI), Rusia llegó a disparar en dos días más municiones que las que Gran Bretaña tiene en sus reservas regulares. Las fuerzas rusas ya utilizaron, por ejemplo, casi el total de sus misiles de corto alcance Iskander y no tiene cómo reponerlos. Ucrania depende de lo que le envía Occidente y las cargas llegan cada vez mas espaciadas.

Rusia tiene dos lastres. El primero es que China no se lanzó a venderle armas en forma masiva como se había especulado al comienzo de la guerra. El segundo es la restricción sobre la importación de microchips a causa de las sanciones comerciales occidentales.

Esto ralentizó la producción de los misiles teledirigidos que podría haber acumulado. Esa es la razón por la que el Kremlin tuvo que recurrir a Corea del Norte para obtener proyectiles de artillería y cohetes y a Irán para comprar drones y misiles. Los servicios de inteligencia británicos creen que Rusia “probablemente haya agotado sus existencias actuales” de los drones iraníes kamikazes que tanto daño hicieron en las últimas semanas a la infraestructura de energía ucraniana.

Ucrania depende absolutamente de Occidente para la provisión de armas. Y en ese sentido, las entregas de proyectiles de artillería, misiles antiaéreos Stinger, misiles antitanque Javelin, cohetes HIMARS y otros sistemas de armas vitales son cada vez mas espaciadas.

Los 29 países miembros de la OTAN ya entregaron a Ucrania unos 40.000 millones de dólares en ayuda militar y están agotando sus arsenales. “No hay duda de que esto está poniendo presión sobre nuestras propias existencias, ha puesto presión sobre nuestra base industrial de defensa”, dijo el Subsecretario de Defensa estadounidense, Colin Kahl, en una entrevista la semana pasada.

En Washington se plantean la efectividad de aprobar grandes cantidades de dinero para ayudar a las fuerzas ucranianas cuando no hay armamento adecuado para enviarles. Ahora está en discusión en el Congreso un nuevo paquete de ayuda por 37.700 millones de dólares. Y no es que envían el dinero en efectivo, sino que se tiene que transformar en armas fabricadas dentro del complejo militar industrial estadounidense. Y este no da abasto para semejante esfuerzo. La compañía Raytheon anunció que necesitará al menos 24 meses para poder entregar las seis baterías de misiles tierra-aire de tecnología avanzada (NASAMS) que el Pentágono le comisionó por el equivalente de 1.200 millones de dólares. En dos años todos esperamos que la guerra haya terminado.

La guerra en Ucrania supone una vuelta a lo que el instituto británico RUSI describe como “guerra a escala industrial”. La invasión rusa supone “un consumo masivo de personas, equipos, combustible y municiones”. “El reabastecimiento de municiones es una empresa de gran envergadura como no se veía desde la Segunda Guerra Mundial. Ambos bandos han desplegado grandes fuerzas tanto de artillería de tubo como de cohetes. El uso de la munición de estas armas ha sido prodigioso, especialmente durante las fases clave de la campaña de Donbás en mayo y junio”, dice el informe.

Y esto preocupa en todos los círculos militares del mundo. La disminución de los arsenales de municiones de Estados Unidos y los otros países de la OTAN, comienza a ser un tema de debate nacional. Según el Wall Street Journal el tema fue planteado muy firmemente en el Pentágono y en los centros de poder de los aliados como Taiwán, donde temen que China pueda aprovechar la circunstancia para atacarlos. Ya hubo reuniones entre responsables de adquisiciones occidentales para abordar esta cuestión y se buscaron fuentes alternativas de suministro, como la República de Corea, para algunas necesidades de municiones ucranianas.

En el camino quedaron muchas promesas que nadie sabe cuándo ni cómo se van a cumplir. Estados Unidos pidió a sus aliados que entregaran sus sistemas de armas y esperaran unos meses hasta que se los pudieran reponer. Algo que no sucederá a menos de que se aceleren las líneas de producción de Defensa como se hizo durante las guerras mundiales y para eso se necesita una movilización general de la industria difícil de conseguir en tiempos en los que Estados Unidos no está siendo atacado ni participa directamente de una contienda junto a los aliados occidentales.

Y no se trata de apenas el problema para Washington. Todos los países de la OTAN redujeron su capacidad industrial de defensa tras el final de la Guerra Fría. En Estados Unidos, el número de grandes contratistas de defensa se redujo de 51 a cinco, y se cerraron muchas líneas de producción. En los últimos años, esas empresas se centraron en la producción de un pequeño número de sistemas de armamento de alta tecnología, ideales para combatir la guerra contra el terrorismo, pero insuficientes para librar un conflicto prolongado contra una potencia militar convencional como China o Rusia.

“Será necesario un importante programa de expansión industrial para que las naciones occidentales reconstruyan la capacidad de diseñar, producir y almacenar las grandes cantidades de municiones (y plataformas) que se necesitarán para las misiones de disuasión y respuesta en el siglo XXI”, escribió el general de división retirado australiano Mick Ryan en uno de sus acostumbrados ensayos.

“Pero ampliar la producción de defensa llevará un tiempo considerable”, recuerda en su columna Maz Boot del New York Times. Y recuerda que “la movilización de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial duró unos seis años, de 1938 a 1944 – y, por supuesto, hoy no vamos a montar una movilización de esa magnitud, a menos que nos encontremos en la Tercera Guerra Mundial”.

En ese sentido, el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) dice que la construcción de armamento lleva hoy más tiempo que durante la II Guerra Mundial por la utilización de alta tecnología en todos los procesos que no se pueden reemplazar por una mayor mano de obra de los humanos ni acelerar en poco tiempo. Boeing comenzó a diseñar el bombardero de largo alcance B-29 en 1938, y en 1946 ya había producido 2.766. En comparación, Lockheed Martin empezó a desarrollar el caza F-35 en 1995, y Estados Unidos sólo tiene 450 F-35 en la actualidad a pesar de que hay un pedido de cientos más. Ningunos de los sistemas de lanzamisiles que van a Ucrania se pueden comparar con la tecnología de un F-35, pero armas como el Javelin, el Stinger, los HIMAR e incluso los proyectiles de artillería de 155 mm requieren una capacidad de producción especializada que apenas tienen dos o tres empresas. Y estas no pueden montar, de un día para el otro, nuevas líneas de producción a un costo extraordinario si no tienen garantías de que van a continuar la producción por años.

“La expansión de la capacidad industrial de defensa, ya sea a nivel nacional o como parte de un pacto más amplio entre naciones democráticas, es parte integrante de la disuasión convencional”, explica el general australiano Mick Ryan. “Para defenderse, los países necesitan que sus adversarios potenciales sepan que pueden (y van a) aumentar la producción si los autoritarios inician una lucha. La posesión de una base industrial en expansión es una demostración de capacidad y, lo que es más importante, telegrafía la voluntad de los pueblos de defenderse activamente contra las depredaciones y agresiones de países como Rusia y China”.

El general Ryan agrega que: “Aunque este tema se centra actualmente en el apoyo a Ucrania para derrotar a Rusia, en el Pacífico Occidental se plantea una cuestión mayor y más desafiante. La capacidad industrial de naciones como Estados Unidos, Japón, India, Corea y Australia es vital para disuadir la diplomacia del guerrero lobo y la belicosidad militar del Partido Comunista Chino. La expansión china en el Mar de China Meridional y los claros planes del presidente Xi de retomar Taiwán, proporcionan un imperativo muy convincente para el rearme y la expansión industrial de Occidente con el fin de disuadir la agresión china. Y si China no puede ser disuadida, las naciones del Pacífico occidental y más allá necesitarán un gran suministro de municiones letales de largo alcance para detener las ambiciones territoriales chinas”.

Ante este panorama, la mayoría de los analistas de Defensa occidentales están pidiendo a Washington que acelere la entrega de armamento más sofisticado a Ucrania para terminar con esta guerra cuanto antes y terminar de contener a Rusia antes de que China se decida a actuar. Hablan de utilizar cazas F-16, sistemas de misiles tácticos del ejército de largo alcance (ATACMS), tanques Abrams y aviones no tripulados Gray Eagle. Por ahora, la Administración Biden se niega a hacerlo. Incluso, el Wall Street Journal reveló la última semana que el Pentágono había ordenado modificar el sistema de lanzamisiles HIMARS suministrados a Ucrania para impedir que dispararan cohetes de mayor alcance capaces de alcanzar a Rusia.

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