Valencia, (EFE).- Contar con una persona «ancla» de confianza en la mesa, practicar la desintoxicación de redes sociales o pautar las comidas puede ser clave para las personas que sufren un trastorno del comportamiento alimentario (TCA).
La dietista-nutricionista especializada en este tipo de trastornos Bárbara Tena explica en una entrevista con EFE que lo fundamental en estos casos es hacer terapia nutricional y psicológica, además de tratar de no dejarse imbuir por la «cultura de la dieta».
«En Navidad, para cada persona, para cada trastorno, hay unas dificultades distintas», asegura. Están las personas con anorexia, que comen muy poco; las personas con bulimia, que compensan lo que comen haciendo ejercicio, con vómitos o ayuno; o los que sufren vigorexia (obsesión por estar musculado), ortorexia (obsesión patológica por comer sano) o trastorno por atracón.
Si bien lamenta que no existen datos actualizados sobre la cantidad de personas que sufren este tipo de trastornos en España, porque muchos «están normalizados y no diagnosticados», asegura que entre el 80 y 90 % de las personas a las que atiende en la consulta, «aunque no tienen un TCA, tienen una mala relación con la alimentación», que «puede no ser incapacitante pero es un factor de riesgo» para trastornos más serios.
Mucha comida, juicios o excesos, principales disparadores
Encontrarse mucha comida en casa o la mesa llena de platos o el picoteo antes de cenar puede disparar los síntomas de este tipo de trastornos, explica Tena.
«A los que sufren de trastorno por atracón, el hecho de tener en casa tantísimos turrones o canapés puede disparárseles el riesgo», explica, y añade que a las personas con anorexia «les agobia simplemente ver tanta comida o al resto de personas de la mesa comiendo mucho».
En cambio, quienes sufren bulimia tienden a compensar lo que consideran excesos: «Es frecuente que piensen ‘si toca cena de Nochebuena, al día siguiente voy a hacer un montón de deporte y a no comer nada en todo el día’».
No solo pueden suponer problemas la comida o la visión de esta, sino también los comentarios o juicios de familiares y amigos, incluso los mejor intencionados ya que, como explica Bárbara Tena, «decirle a alguien con anorexia que está más guapa porque ha engordado un poquito, por ejemplo, puede echar a perder la recuperación».
Ante todos estos factores, la nutricionista se ha encontrado en los últimos meses en su consulta a personas que van «el 2 o el 3 de diciembre y dicen que quieren tener solucionado su trastorno rápido para estar a punto para Navidad», algo que considera heredado de la «cultura de la dieta»: «No puedes pretender cambiar todas tus emociones o pensamientos sobre la comida en unos días; es un proceso», subraya.
Evitar redes sociales, buscar un «ancla» y pautar comidas
Para este tipo de pacientes en estas fechas navideñas «no hay fórmulas mágicas, hay escalones», recomendaciones para ellos y para sus familiares y amigos, afirma Tena.
Lo más importante, asegura, es «que estén haciendo terapia psicológica y nutricional, pero con un nutricionista que sepa del tema, que sea especialista en TCA».
También recomienda la desintoxicación de unas redes sociales en las que, «incluso en entornos sanos, es habitual ver mensajes como ‘quemando la cena de ayer’ o ‘haciendo sentadillas después de los polvorones’, además de fotos y vídeos de comida».
En entornos familiares o de amistad, además, aconseja buscar a una «persona ancla», que esté al tanto de la situación y pueda ayudar al paciente a explicarla, acompañarle y responder conjuntamente a posibles comentarios o críticas.
Dependiendo de la patología, puede ser recomendable pautar comportamientos concretos, es decir, prepararse una comida específica, pactada con el nutricionista y el psicólogo, o planear servirse en el plato en lugar de picar del centro de la mesa.
Las recomendaciones de la especialista para los familiares y amigos se reducen a algo esencial: «No comentar sobre los cuerpos, pensar muy bien antes de hacer un halago, ofrecer las cosas una vez y, si se rechazan, no insistir».
Un problema agravado tras la pandemia
Este no es un problema nuevo, pero sí se ha agravado tras la pandemia y el confinamiento que se derivó durante 2020, que abrió un nuevo escenario para la alimentación, que se especificó en tendencias como «la cantidad de alcohol que bebimos o la cantidad de postres que preparamos», según explica el presidente del presidente del Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de la Comunidad Valenciana, Luis Cabañas.
En una entrevista con EFE asegura que muchos trastornos se han acrecentado desde entonces, y que los problemas no vienen tan solo de la comida en estado sólido.
De hecho, el consumo de alcohol se incrementó un 85 % durante la pandemia, cuando prácticamente se duplicó la compra de bebidas de este tipo. «¿Por qué lo hacíamos? ¿Por qué paliamos las dificultades con alcohol?», se pregunta Cabañas, que asegura que «psicológicamente, hay mucho que desgranar».
La comida también centraba entonces «unas 60 noticias al día», en un momento en que se descubrió que la diabetes tipo 2 y la hipertensión eran factores de riesgo de contagio de covid y de mortalidad por el virus.
Todo ello, y la creciente conciencia sobre los trastornos de la alimentación, ha servido para poner la alimentación en el centro del debate, además del sistema agroalimentario, afirma el dietista-nutricionista, que asegura que se ha visto «la importancia de un mundo más equilibrado, pero también sostenible y ecológico».