Roma, 16 may (EFE).- El serbio Novak Djokovic, uno de los integrantes del ‘Big-Three’ formado también por el español Rafael Nadal y el suizo Roger Federer, dejó claro que, pese a tener una relación “cordial” y de “admiración” para con ellos, no ha entablado una “amistad” al ser rivales sobre la pista.
Djokovic, siempre en el ojo del huracán, más aún estos últimos tres años por su decisión de no vacunarse contra el covid-19, se sinceró en una entrevista con el ‘Corriere della Sera’ en la que habló de su infancia, de la pandemia y de su rivalidad con Federer y Nadal.
“Federer y yo nunca hemos sido amigos, entre rivales no se puede; pero nunca hemos sido enemigos. Siempre he tenido respeto por él, fue uno de los más grandes de todos los tiempos. Tuvo un impacto extraordinario, pero nunca he estado cerca de él”, confesó.
“Nadal y yo somos dos somos géminis, al principio hasta íbamos a cenar juntos. Pero incluso con él la amistad es imposible. Siempre lo he respetado y admirado mucho. Gracias a él y a Federer crecí y me convertí en quien soy. Esto nos unirá para siempre. Nadal forma parte de mi vida, en los últimos quince años lo he visto más que a mi madre”, añadió.
El de Belgrado fue el protagonista deportivo durante la pandemia al negarse a vacunarse, pero no se considera un antivacuna, sino alguien que lucha por el derecho de libre elección.
“El 95% de lo que se ha escrito y dicho en la televisión sobre mí en los últimos tres años es totalmente falso. No soy un antivacunas y nunca he dicho que lo fuera. Soy pro-elección: defiendo la libertad de elección. Es un derecho humano fundamental ser libre para decidir qué cosas inyectarse en el cuerpo y cuáles no”, explicó.
Y comentó cómo fue estar detenido en Australia por no estar vacunado: “Estuve en una prisión. No pude abrir una sola ventana. Me quedé menos de una semana, pero encontré gente joven y refugiados de guerra que llevaban mucho tiempo allí”.
Djokovic vivió en sus carnes una guerra cuando era solo un niño y ahora ve en Ucrania el reflejo de aquello que sufrió.
“Me despertó una explosión. Mi padre gritó: ¡Nole, tus hermanos! Aún no tenía doce años, pero era el mayor. Cogí a Marko y a Djordje y salimos a la calle. Eran las tres de la mañana, había humo de bombas en la calle. Me caí, me raspé las manos y las rodillas, miré hacia arriba y mis padres ya no estaban, escuché un estruendo que venía hacia mí, miré hacia el cielo y vi pasar dos F-117. Tiraron dos cohetes contra el hospital militar que explotó a quinientos metros de nosotros”, relató.
“Lo único que puedo decir ahora, como hijo de la guerra, es que en la guerra nadie gana. La guerra es lo más feo de la vida, el peor invento del hombre, la peor idea de la historia. He visto dos guerras, la civil en Yugoslavia y el bombardeo de Belgrado por parte de la OTAN, he visto el sufrimiento de mi familia, la pobreza de mi país. La guerra es mucho más grande que nosotros, solo puedes orar a Dios para que termine mañana. Desafortunadamente, la guerra en Ucrania es lenta y cada día se vuelve más devastadora”, añadió.
La guerra condicionó su vida y la de sus padres, que tuvieron que mezclarse con los prestamistas ilegales serbios para que tuviera un futuro en el tenis.
“Con la guerra lo habíamos perdido todo. La matrícula de la escuela de tenis costaba cinco mil al mes. Mi padre lo hizo para hacerme entender que yo tenía una responsabilidad. Fue a los prestanistas. Criminales. Serbia en ese momento era un lugar peligroso”, confesó.
El tenista, actual número dos, relató un curioso encuentro con un lobo que le marcó de por vida.
“Mi padre me llevó a esquiar con él. Un día estaba solo en el bosque y me encontré con un lobo. Sentí un miedo profundo. Nos miramos durante diez segundos, los más largos de mi vida; luego giró a la izquierda y se alejó. Sentí un sentimiento muy fuerte que nunca me ha dejado: una conexión de alma, de espíritu. Nunca creí en las coincidencias, y ese lobo tampoco” explicó.
“El lobo simboliza mi carácter. Soy muy apegado a mi familia y trato de estar disponible para todos; pero a veces tengo que estar solo. Me mantuve conectado con ese lobo también porque el lobo es sagrado para nosotros los serbios. Es nuestro animal totémico. Es el símbolo de una tradición nacional, de una fe ancestral que precede al cristianismo. Una religión antes de la religión”, añadió.
Además, comentó cómo fue su encuentro con la extenista y exentrenadora serbia Jelena Gencic, su descubridora deportiva.
Mis padres regentaban una pizzería y justo enfrente construyeron las canchas de tenis. Yo tenia seis años y fue una suerte que Jelena apareciera. No había sitio para mí en el campo y desde detrás de la valla veía jugar a los otros niños. Jelena se acercó y me preguntó: buenos días, ¿sabes lo que es el tenis? Respondí: ¡sí, ayer vi la final de Wimbledon! Y ella: ¿quieres probarlo?”, dijo.
Y Jelena vio algo dentro de mí. Todo lo aprendí de ella. Si soy tan perfeccionista, es porque ella lo era. Había descubierto a Mónica Seles (extenista serbia) y me hizo pensar así: ¿quieres una coca-cola? Mónica Seles no bebe coca-cola. ¿Quieres una hamburguesa? Mónica Seles no come comida rápida… Me hizo crecer como hombre, me preparó para la vida”, sentenció.