INFOBAE.- En el vasto tapiz de la existencia humana, cada hilo representa una decisión, desde las más mundanas hasta aquellas que pueden definir el curso de una vida. La elección del desayuno, la camisa que vestiremos, o el sendero que tomamos al trabajo, por ejemplo, son pinceladas de autonomía en nuestra cotidianidad.
En contrapartida, hay encrucijadas más complejas que nos definen y que tienen el poder de alterar no solo el día a día sino también el lienzo de nuestro futuro.
En este escenario, cada paso adelante es un acto de equilibrio entre el deseo inmediato y la visión a largo plazo, entre el placer efímero y el bienestar perdurable. Está claro, sin embargo, que no todas las determinaciones pueden ser acertadas, pues algunas llevan consigo un eco de trascendencia, y el costo de un error puede variar enormemente. Entre otras cosas por esta complejidad, la toma de decisiones se puso recientemente bajo la lupa de los científicos, que se preguntaron sobre su impacto en el cerebro.
En un estudio de la Universidad de Louisville, en Estados Unidos, publicado en Frontiers in Neuroscience, se ha puesto el foco en las decisiones que las personas toman bajo determinadas condiciones en juego. Este trabajo no solo buscaba entender las elecciones que se hacen en el calor del momento, sino también los patrones de comunicación neuronal que subyacen a estas resoluciones.
Para investigar esto, Depue y Lyons emplearon el método Iowa Gambling Task, un ejercicio que desafía a los participantes a tomar decisiones en el entorno de un juego basadas en la probabilidad de ganar o perder. Las decisiones implicaban seleccionar una carta de uno de los cuatro mazos presentados simultáneamente con el objetivo de ganar la mayor cantidad de dinero posible, aprendiendo y adaptando sus estrategias a medida que avanzaban el juego y los resultados.
El estudio encontró que evitar un desenlace específico está asociado con una mayor comunicación entre las redes de recompensa y las funciones ejecutivas del cerebro. Por otro lado, acercarse a una retribución parecía disminuir esta comunicación. Estos hallazgos sugieren que las decisiones de evitación pueden estar vinculadas a un proceso de toma de decisiones más reflexivo, mientras que las decisiones de acercamiento podrían ser más impulsivas.
“Nuestro trabajo sigue una línea de investigación que examina cómo los humanos abordan situaciones gratificantes y castigadoras en el medio ambiente. Algunas personas tienden a buscar recompensas, mientras que otras son más pasivas. En situaciones donde existe ambigüedad, las personas con ciertos rasgos de personalidad están más dispuestas a abordar este tipo de decisiones y otras las evitan, debido a la ambigüedad de la situación”, dijeron a Medical Xpress Depue y Lyons.
Y sumaron: “Queríamos saber si estos tipos de rasgos de personalidad eran evidentes en una tarea de juego durante la resonancia magnética funcional y si podíamos medir de manera confiable las diferencias neuronales asociadas con el acercamiento y la evitación durante situaciones ambiguas”.
“Escaneamos a participantes individuales con imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) para comprender la actividad y la conectividad del cerebro cuando tomaron estas decisiones. Utilizamos los últimos análisis de neuroimagen para luego probar varias regiones que se sabe que subyacen a la toma de decisiones y la recompensa”, revelaron los autores.
Los investigadores plantearon la posibilidad de que estos patrones de comunicación cerebral puedan estar influenciados por rasgos de personalidad individuales.
Para estos expertos, “cuando las personas toman malas decisiones, es decir, decisiones en las que evitan una alta probabilidad de recompensa y se acercan a una probabilidad de recompensa baja, parece haber una comunicación neuronal diferente involucrada. Evitar situaciones de alta probabilidad de recompensa conduce a una mayor comunicación entre las redes de recompensa y de función ejecutiva del cerebro, mientras que acercarse a situaciones de baja probabilidad o recompensa conduce a una menor comunicación entre las mismas regiones del cerebro“.
“Ahora continuamos con esta línea de investigación para comprender cómo reforzar y castigar dichas recompensas altera el aprendizaje y la posterior toma de decisiones. Esperamos descubrir cómo aprende la gente acerca de situaciones de recompensa o castigo y qué características de personalidad se atribuyen a tales decisiones”, agregaron Lyons y Depue.
Infobae analizó esta perspectiva junto a la doctora Alejandra Gómez, médica psicoanalista, psiquiatra, miembro de Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
“Las decisiones tienen una fuerte influencia inconsciente y el psicoanálisis busca acercar al paciente a su verdad, lo que luego le permite tomar la decisión más adecuada. La idoneidad de una decisión se evalúa con el tiempo, pero es crucial que el paciente sea consciente de sus motivaciones y distinga lo que juega a su favor y en contra. No hay beneficios ni perjuicios absolutos; cada elección conlleva pros y contras. Decidir implica ganar y perder, cerrar un capítulo de posibilidades y abrir uno nuevo”, dijo Gómez.
Al tiempo que destacó: “Aunque las emociones marcan nuestras elecciones, es vital dar lugar al diálogo interno, tolerar la reflexión que conlleva el análisis. Considerar las motivaciones reprimidas y el deseo en relación con la realidad proporciona un marco para que la decisión no esté dominada por la emoción o la certeza, evitando así posturas dogmáticas o fanáticas”.
“En la consulta psicoanalítica -siguió Gómez-, ante el sufrimiento o la necesidad de tomar decisiones, brindamos una escucha especializada de la historia única del paciente, animándolo a expresarse libre y honestamente. El psicoanálisis indaga en el origen inconsciente de los síntomas, entendiendo que la causa del sufrimiento está oculta para el paciente y que el síntoma es una manifestación de un conflicto inaccesible a la conciencia. Según Sigmund Freud, las motivaciones inconscientes se revelan en las palabras del paciente mediante asociaciones libres, que el analista interpreta para darles sentido dentro de su historia particular. Freud aconsejaba posponer decisiones importantes durante el análisis”.
Por su parte, la psicóloga Sol Buscio (MN 71610) le dijo a Infobae: “A veces debemos atrevernos a decidir, incluso si el resultado es negativo, porque no siempre sabemos cómo resultarán las cosas. Tomar decisiones es un privilegio, aunque a veces sea a un alto costo. Cada experiencia trae consigo un aprendizaje significativo. Una mala decisión puede afectar nuestra autoestima y la percepción de nosotros mismos, generando frustración, miedo e inseguridad en futuras decisiones”.
“En todas las facetas de la vida tomamos decisiones constantemente, eligiendo una opción sobre otra. A menudo, aunque intuimos cuál es la decisión correcta, no la vemos claramente debido a factores adicionales que entran en juego. Por ejemplo, al considerar terminar una relación dañina, podemos negar la realidad porque aceptarla es doloroso. A veces la información es clara y sabemos qué camino seguir, pero otras veces no. Como profesional, nunca le diré a un paciente cuál es la decisión correcta, pero lo guiaré con preguntas para que pueda clarificar sus dudas”, señaló Buscio.
Y sumó: “Es crucial cómo enfrentamos los resultados: podemos enojarnos o adoptar una perspectiva más comprensiva y amable, reconociendo que incluso los resultados no deseados ofrecen lecciones. Esto es común en jóvenes que eligen una carrera universitaria equivocada y sienten culpa. En lugar de lamentarse, pueden buscar el aprendizaje en la experiencia, como aprender a navegar el ambiente universitario o descubrir sus verdaderas pasiones. La perspectiva con la que vemos los resultados de nuestras decisiones determina si avanzamos o nos estancamos”.
Otra profesional consultada por Infobae fue María Teresa Calabrese, endocrinóloga, psiquiatra y psicoanalista especializada en enfermedades psicosomáticas, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) y docente de la Universidad de Buenos Aires: “La toma de decisiones es un mecanismo complejo; solemos creer que decidimos racionalmente, pero suelen ser emocionales y están influenciadas por experiencias pasadas. Actuamos en piloto automático más de lo que pensamos, con solo un 5% de decisiones conscientes. Esto explica por qué a veces nos preguntamos por qué una decisión no fue acertada, ya que está más relacionada con experiencias previas que con el presente o el futuro”.
Para Calabrese, “es importante ser tolerantes con nosotros mismos tras una mala decisión. No se trata de empezar de cero, pero sí de reparar y mejorar lo que no fue adecuado. Nuestra personalidad influye mucho en cómo nos enfrentamos a las decisiones. Algunas personas se autocastigan y creen que siempre fallan, lo que suele ser contraproducente. Decidir implica también asumir lo que se pierde; por ejemplo, al elegir una pareja, se descartan otras posibilidades. Aunque el poliamor es una opción moderna para evitar esas pérdidas, decidir siempre significa perder otras opciones. Pero así es la vida: hay que elegir y probar”.
Finalmente, el psicólogo Alexis Alderete (MP 85367) apuntó en conversación con Infobae: “Las personas diariamente toman decisiones que influyen en su bienestar emocional, a menudo impulsadas por emociones sin meditar en las consecuencias, lo que puede traer efectos adversos en varios aspectos de su vida, por ejemplo, en el bienestar emocional: pueden surgir emociones que la persona no sepa gestionar y se termine abrumando, como arrepentimiento, culpa, ansiedad y depresión. También puede haber consecuencias física, pues las decisiones erróneas pueden provocar estrés y abuso de sustancias para mitigar el malestar que se está atravesando”.
“Para evitar malas decisiones, es crucial que nuestras elecciones reflejen nuestra historia personal y contribuyan a formar nuestra personalidad futura, alineándose con nuestros valores, metas y necesidades, lo que favorece emociones positivas como satisfacción y alegría. Es esencial reconocer que todos cometemos errores y, en lugar de autocastigarnos, aprender de ellos y desarrollar resiliencia nos prepara para enfrentar futuras decisiones sin temor. La forma en que reaccionamos a malas decisiones es clave para mantener y mejorar nuestro bienestar emocional”, cerró Alderete.