El director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, visitará Irán la semana entrante en medio de las preocupaciones por su capacidad nuclear y los riesgos que ello implica, el argentino estará en el país persa el 6 y 7 de mayo, con el objetivo de continuar con las conversaciones en la materia.
Su viaje coincidirá, a su vez, con la primera conferencia internacional sobre energía nuclear, que tendrá lugar en la provincia de Isfahán.
La visita de Grossi se da poco después de que las tensiones entre Irán e Israel se elevaran, en medio de un intercambio de ataques que podrían haber puesto en riesgo las instalaciones nucleares iraníes, causando un importante daño para la región, dadas las denuncias de altos niveles de uranio enriquecido que posee el país.
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Si bien el OIEA se encarga de realizar visitas periódicas a estos establecimientos, a fin de determinar su cumplimiento de todas las normas, lo cierto es que en el caso de Irán, en los últimos años las inspecciones se han reducido, las cámaras de seguridad se han desconectado y se ha suspendido, inclusive, la acreditación de un grupo de expertos.
Esto sólo aumentó las sospechas de que Teherán posee material suficiente para la fabricación de una bomba atómica. Irán es el “único país que no posee armas nucleares, pero que enriquece uranio al 60% y acumula” grandes reservas, sostuvo Grossi en marzo en referencia al umbral del 90% necesario para la elaboración de una de éstas, del que cada vez está más cerca.
“Irán tiene una gran cantidad de uranio enriquecido a un nivel altísimo, que es un nivel que es el que se utiliza prácticamente sólo en armas nucleares. No tiene el artefacto pero tiene muchos de los componentes”, insistió.
No obstante, según registros de finales de febrero, Teherán habría disminuido un 5% el nivel de este material comparado con su pasada revisión, en noviembre de 2023, cuando la agencia de la ONU dio cuenta de una suba de esta misma cantidad. Según informaron entonces, el país “mezcló un total de 31.8 kilogramos de uranio enriquecido al 60 por ciento” con material con un umbral de menor pureza para lograr la reducción, algo que no se veía desde 2021.
No obstante, las autoridades persas niegan estar interesadas en fabricar y poseer un arma nuclear y, por el contrario, desmienten todas las acusaciones en su contra. “Las armas nucleares no tienen cabida en la doctrina de defensa de Irán”, comentó la última semana el portavoz del Ministerio de Exteriores, Naser Kananí.
A continuación, señaló que su ideología “es bastante clara” y “considera el uso pacífico de la energía nuclear como derecho inalienable”. “No ha habido cambios en la doctrina. continuaremos nuestra actividad nuclear con fines pacíficos”, concluyó Kananí.
El programa atómico iraní ha logrado importantes progresos en los últimos años. En 2015, un grupo de países -Rusia, el Reino Unido, China, Francia, Estados Unidos y Alemania- negoció un acuerdo por el que, a cambio de suprimir las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU, Estados Unidos y la Unión Europea, Teherán debía limitar el enriquecimiento de su uranio a un máximo del 4 por ciento, el necesario para la producción de electricidad.
Sin embargo, en 2018, durante la presidencia de Donald Trump, Washington se retiró de este pacto y restableció las sanciones al considerar que Irán estaba violando las pautas establecidas con el desarrollo de armas nucleares.
Desde 2022, las partes han intentado volver a la mesa de negociaciones para alcanzar un nuevo pacto, pero todos los esfuerzos han fracasado.