Hagan un mapa con todas las puertas de la casa y descubran cómo escapar. Hagan una lista de cosas en cada habitación que puedan utilizar para defenderse. Los estantes, los platos, las mesitas de noche, los cuchillos de cocina —todo puede servir como arma si te atacan.
Estas son algunas de las estrategias que Judith Bautista Hidalgo enseña a sus estudiantes —25 mujeres hispanas que trabajan como niñeras, amas de casa y empleadas domésticas en la ciudad de Nueva York— para defenderse en el trabajo. Espera que su capacitación de abril sobre prevención del acoso sexual sea un salvavidas para muchas que han sufrido agresión o abuso en el trabajo.
En Estados Unidos, el trabajo doméstico —como el que realizan las mujeres en la clase de Hidalgo— está excluido de muchas protecciones federales en el lugar de trabajo, y la naturaleza privada y domiciliaria del empleo significa que el abuso tiende a ocurrir a puerta cerrada.
Aunque muchos trabajadores domésticos están cubiertos por las leyes federales de salario mínimo y horas extras, los empleados de tiempo parcial y los trabajadores convivientes aún están exentos de algunas disposiciones. Y los trabajadores domésticos generalmente están excluidos del Título VII de la Ley de Derechos Civiles de 1964 —una ley federal que prohíbe la discriminación en el lugar de trabajo, incluido el acoso sexual— ya que sólo se aplica a empleadores con 15 o más empleados.Los trabajadores domésticos tampoco están cubiertos por la Ley de Seguridad y Salud Ocupacional, que busca garantizar condiciones seguras y saludables para los trabajadores.
En las próximas semanas, la representante Pramila Jayapal, demócrata por el estado de Washington, planea presentar una declaración nacional de derechos de los trabajadores domésticos que busca “revertir las exclusiones históricas de los trabajadores domésticos de leyes laborales clave”, según un comunicado de su oficina.
Aunque esfuerzos anteriores para aprobar una legislación similar se han estancado en el Congreso, el apoyo va en aumento en esta ocasión. Pero todavía quedan muchos obstáculos, según Ai-jen Poo, presidenta de la Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas.
“No es raro que un proyecto de ley de tal alcance e importancia tarde décadas”, dijo.
El mes pasado, trabajadoras del hogar viajaron a Washington, D.C., y estaban entre la multitud en una manifestación encabezada por el presidente Joe Biden. Al día siguiente, se reunieron con Jayapal para discutir la declaración federal de derechos de los trabajadores del hogar, amontonados en sofás mientras compartían sus historias en inglés y español.
Dulce Tovar, quien ha sido niñera durante más de una década, vive en El Paso, Texas, donde ni el estado ni la ciudad han aprobado protecciones para los trabajadores del hogar.
“Hay mucho abuso”, dijo Tovar. “Si nosotros nos quejamos, si nosotros aportamos algo o pedimos algo, nosotros no somos escuchados allá. Simplemente nos dicen ‘sabes qué, hay más personas atrás de ti esperando el trabajo’”.
Parte del problema es que el trabajo doméstico está infravalorado y es a menudo visto como “trabajo de cuidados que simplemente se esperaba que las mujeres hicieran por la bondad en su corazón”, en lugar de un trabajo profesional que merece protección laboral, dijo Julie Vogtman, asesora principal del National Women’s Law Center (Centro de Derecho Nacional de la Mujer).
Isabel Rosario, una niñera de Chicago, reportó que muchos no aprecian la experiencia que aportan los cuidadores experimentados como ella. Rosario, de 51 años, lleva más de dos décadas al cuidado de niños y ha recibido formación sobre desarrollo infantil temprano. Ha enseñado a los niños a ir al baño, a hablar español, el alfabeto y los colores, y se aseguró de que estuvieran listos para la escuela cuando ingresaron al jardín de infantes.
“Para tener un control sobre el desarrollo del niño, pues tenemos que ser un poquito maestras, un poquito enfermera y un poquito psicólogas”, dijo Rosario.
Niñeras de todo el país han llevado su lucha más allá del Congreso y directamente a las cámaras estatales, donde han sido fundamentales para lograr la aprobación de protecciones laborales.
Pero incluso en los 11 estados que cuentan con leyes que apuntan específicamente a los trabajadores domésticos, estas a menudo no se aplican. Las mujeres tienen más probabilidades de sufrir agresiones en el trabajo que los hombres. Los trabajadores domésticos, quienes ganan menos de la mitad de lo que gana un trabajador típico y son desproporcionadamente mujeres y mujeres inmigrantes —muchas de las cuales carecen de un estatus laboral legal— son especialmente vulnerables a la explotación en el lugar de trabajo, dicen los expertos.
Las mujeres que toman el curso de Hidalgo como parte del “We Rise Nanny Training” (Entrenamiento para Niñeras Nos Levantamos), en Brooklyn, no tienen intención de permanecer indefensas.
“Somos mujeres luchadoras, que valoren”, dijo Aniuska Esther, quien limpia casas y asistió al curso un sábado por la tarde reciente. “Hacemos todo lo que otras personas no hacen”.
Una coalición de organizaciones, incluida la “Carroll Gardens Nanny Association” (Asociación de Niñeras de Carroll Gardens), la “National Domestic Workers Alliance” (Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas) y la Escuela de Relaciones Industriales y Laborales de la Universidad de Cornell, crearon “We Rise” como un programa educativo y de organización de bajo costo con el objetivo de transformar la industria de los trabajadores del hogar. Además de combatir el acoso sexual, el plan de estudios ofrece clases en inglés y español sobre los derechos de los trabajadores, el cuidado de recién nacidos, reanimación cardiopulmonar y primeros auxilios, organización, negociación, comunicación familiar, nutrición infantil y más.
La propia Hidalgo sabe de primera mano lo que se siente sufrir acoso sexual en el lugar de trabajo. En abril pasado, dijo que limpiaba un apartamento en Nueva Jersey cuando un amigo de su empleador llegó de visita. Más tarde la arrinconó en la cocina, le mostró sus genitales y comenzó a masturbarse.
Cuando avanzó hacia ella a pesar de sus protestas, Hidalgo dijo que tomó un cuchillo de carne que acababa de lavar y se lo puso en la garganta. “Aléjate de mí”, repitió. Él se retiró a la sala y se sentó “como si nada hubiera pasado”, agregó Hidalgo.
Fue despedida después de denunciar el incidente a su empleador.
Un año después, todavía vive con las consecuencias. Los abrazos de su novio o de su hijo adolescente la hacen entrar en pánico. Los trenes del metro llenos de gente la ponen nerviosa. Le es difícil conciliar el sueño por la noche.
Cuando se sintió lo suficientemente fuerte, decidió hablar sobre su caso y comenzó a impartir clases de prevención del acoso sexual. Algunas participantes contaron sus propias experiencias y sus compañeras las rodearon con abrazos y les ofrecieron pañuelos desechables.
Algunas dijeron que temen hablar porque carecen de autorización legal para trabajar. Pero “las mismas leyes aplican a un trabajador indocumentado como a cualquier otro trabajador”, dijo Laura Rodríguez, abogada laboral en Nueva York, quien representa principalmente a trabajadores inmigrantes de bajos ingresos, incluidos trabajadores del hogar.
Aunque los empleadores pueden amenazar con llamar a las autoridades de inmigración si los trabajadores domésticos opinan sobre problemas en el lugar de trabajo, generalmente no lo hacen porque corren el riesgo de revelar que ellos mismos violaron la ley al contratar a alguien sin autorización de trabajo, explicó.
Algunos clientes a los que Rodríguez ha representado experimentaron abusos tan severos que se consideran violaciones de trata laboral. Por ejemplo, cuando llegó la pandemia, algunas familias insistieron en que sus niñeras permanecieran en la casa del empleador para evitar la propagación del virus que causa COVID-19, por lo que los trabajadores no pudieron salir en público ni ver a sus propias familias durante largos períodos, a riesgo de ser despedidos, refirió Rodríguez.
Y a menudo, las tareas aumentaron: cocinar comidas y lavar la ropa para toda la familia en lugar de sólo para los niños cuando los padres comenzaron a trabajar de forma remota, por ejemplo.
Además de recibir salarios más bajos y enfrentar inseguridad laboral, “la pandemia fue una pesadilla para todos los trabajadores domésticos”, según Wendy Guerrero, coordinadora de programas y membresía de la Asociación de Niñeras de Carroll Gardens y exniñera que ayudó a organizar el “We Rise Nanny Training”.
Esther, el ama de llaves que asistió a la clase de Hidalgo, dijo que las capacitaciones la hacen sentirse empoderada. Antes de tomar estas clases, Esther tuvo que faltar cuatro días al trabajo debido a quistes en los senos que requirieron biopsias y le dejaron el brazo y el pecho hinchados durante días. No sabía que la ley de Nueva York le otorgaba licencia por enfermedad remunerada y se quedó sin paga.
“Ahora sí puedo defenderme. Ahora sí no me puedo quedar callada. Ahora siento que la ley está conmigo y siento que puedo hablar”, dijo.
Con información de: AP