Por: Ling Almánzar
El 25 de noviembre de 1960 hubo una masacre horrible y escalofriante. Ese día, hace sesenta y cuatro años, las hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa) y su chofer Rufino de la Cruz fueron asesinados sin piedad por el régimen de Trujillo. Todo fue preparado por la demencia de la tiranía. Fue el inicio del final.
Manolo Tavárez Justo y Leandro Guzmán, esposos de Minerva y María Teresa, fueron trasladados desde la cárcel de La Victoria, donde estaban presos por su decidida oposición contra el régimen, hacia la prisión de Puerto Plata. Pedro González, el esposo de Patria, siguió encerrado en La Victoria.
Sucedió que ese viernes 25 de noviembre, las “Mariposas” se hicieron acompañar de Rufino para ir a visitar a Manolo y Leandro. Viajaron desde Salcedo. De regreso, fueron detenidos en el camino, los bajaron del vehículo y los masacraron a palos y golpes brutales. Los esbirros del trujillato, encabezados por Víctor Alicinio Peña Rivera, se encargaron de aniquilarlos y luego arrojaron el vehículo por un barranco para simular un accidente. Así murieron las bellas “Mariposas“.
Cada una tenía sus encantos y atractivos. Eran un trío de beldades, cibaeñas por demás. Patria era una señora de hogar, elegante y exquisita. Minerva era una mujer empoderada y arrojada, políticamente inquieta, lectora insaciable, soñadora y justiciera. Estaba hecha para el heroísmo. La menor era María Teresa, dueña de una cascada de hilos trenzados que bajaban desde su cabeza y se derramaban por su espalda, dándole un toque de actriz.
Trujillo, el tirano agónico, había comentado que por esos días tenía dos incordios: las Mirabal y la Iglesia católica. Se deshizo de las unas y la emprendió contra la Iglesia.
Pasado el tiempo, la ONU instituyó el 25 de noviembre como el Día de la No Violencia contra la Mujer. Un día para lamentar la masacre y también para crear conciencia de libertad. ¡Qué viva la libertad! ¡Gloria eterna a las Mariposas de la libertad!