La violencia alcanzó un nivel inhumano entre el mar, la terminal portuaria y el siniestro Fuerte Dimanche, en un barrio empobrecido de Cité Soleil donde el gobierno ha perdido por completo el control, cuando Micanor Altès, líder de la banda criminal “Viv Ansanm”, desató una masacre sin precedentes en la comunidad.
Los informes preliminares hablan de más de cien muertes, aunque la cifra real podría ser aún mayor. Micanor Altès, conocido como “Wa Mikanò”, acusó a los habitantes, en su mayoría ancianos, de haber hechizado a su hijo, lo que desató una caza de brujas sangrienta.
Según testigos y fuentes locales, más de 180 personas fueron asesinadas, muchas de ellas a machetazos, y sus cuerpos arrojados al mar o quemados en las mismas calles. Las víctimas eran en su mayoría ancianos indefensos que llevaban años residiendo en el muelle.
El desgarrador relato de las víctimas y sus familias ilustra la magnitud de la tragedia. “Mi padre, de 76 años, fue apuñalado por tres hombres, y su cuerpo fue quemado. No pude despedirme de él”, lamenta uno de los familiares. En las calles, los cuerpos mutilados eran quemados sin que nadie interviniera. Las bandas, como la de Micanor, han establecido un régimen de terror donde cualquier intento de resistirse es castigado con la muerte.
Mi padre, adventista del séptimo día se acostó temprano tras la apertura del sabbat el viernes por la noche. Tres hombres vinieron a buscarlo alrededor de las 10. Lo apuñalaron, luego quemaron su cuerpo y lo lanzaron al mar”, narró entre sollozos un hijo de una de las víctimas.
Pierre Espérance, director de la RNDDH (Red Nacional para la Defensa de los Derechos Humanos), confirmó que al menos veinte víctimas han sido identificadas, incluidos miembros respetados de la comunidad. “Los testimonios sugieren que el número de muertos podría ser mucho mayor, ya que muchos cuerpos fueron quemados y arrojados al mar”, explicó Espérance, quien también señaló que mototaxistas y jóvenes que intentaron salvar a los residentes fueron asesinados en el proceso.
Por si fuera poco, el barrio de Wharf Jérémie sigue bajo un cerco impuesto por la banda de Altès. Micanor y sus secuaces continúan persiguiendo a los residentes que se atreven a moverse, imponiendo estrictas restricciones de movimiento y atacando a aquellos acusados de practicar vudú.
La masacre, que ha sacudido al país, ha sido condenada por el gobierno haitiano, que, como en ocasiones anteriores, promete justicia sin que hasta ahora se haya visto ningún avance real en la lucha contra las bandas armadas que controlan gran parte de la capital. “Este acto de barbarie es un ataque directo contra la humanidad y el orden republicano”, declaró el gobierno, asegurando que los culpables serán castigados. Sin embargo, esta promesa se suma a una larga lista de promesas incumplidas ante el control absoluto de los grupos criminales sobre barrios como Cité Soleil, donde la violencia es la única ley.
Un Sistema de Creencias Mortal y un Estado Inerte
El patrón de violencia tiene un componente extraño y ritualista. Para la banda “Viv Ansanm”, los asesinatos no son solo venganzas, sino purgas para fortalecer su poder. Según fuentes cercanas a la pandilla, las personas acusadas de hechicería y de causar la muerte de algunos miembros del grupo fueron arrestadas, interrogadas y luego ejecutadas. “Es parte de su sistema de creencias, derramar sangre para protegerse”, explicó un testigo.
Mientras tanto, el gobierno sigue haciendo promesas sobre la erradicación de las bandas armadas, pero no se ve ningún avance real en la restauración del orden. La ONU ha señalado que las bandas controlan el 85% de Puerto Príncipe, y el Consejo de Seguridad aún no ha tomado decisiones definitivas sobre la intervención internacional en Haití, que se sigue viendo como una “promesa lejana”.
En medio de la tragedia, los haitianos viven atrapados entre la violencia de las pandillas y la inacción del Estado. Las familias de las víctimas siguen esperando justicia, una justicia que parece ser tan elusiva como la paz en la que muchos ya han perdido toda esperanza.