En la medianoche del 31 de diciembre, mientras el reloj marca las últimas campanadas del año, millones de personas en España y otros países se preparan para cumplir con un ritual que promete buena suerte y prosperidad: comer 12 uvas al ritmo de las campanadas.
Este acto, que se convirtió en un símbolo de la celebración de Año Nuevo, tiene un origen que mezcla tradición, historia y, posiblemente, estrategias comerciales. Esta costumbre, profundamente arraigada en la cultura española, se extendió a Latinoamérica y otros lugares del mundo, aunque su significado y práctica varían según la región.
El ritual consiste en ingerir una uva por cada campanada que marca el reloj a medianoche, simbolizando los 12 meses del año. Cada uva representa un deseo o propósito para el año entrante, y la tradición dicta que deben comerse al compás de las campanadas para garantizar un año lleno de fortuna. Aunque el origen exacto de esta práctica no está completamente claro, existen varias teorías que explican su nacimiento y evolución.
Un origen entre la burguesía y el excedente agrícola
Una de las teorías más populares sitúa el inicio de esta tradición en el año 1909, cuando una excelente cosecha de uvas en España llevó a los agricultores, especialmente en la región de Alicante, a buscar formas creativas de comercializar el excedente. Así, comenzaron a vender paquetes de 12 uvas bajo el nombre de “uvas de la suerte”, asociándolas con la llegada del Año Nuevo.
Sin embargo, esta hipótesis fue cuestionada por expertos como Luis González, director del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Uva de Mesa embolsada de Viñalopó, quien señaló a Europa Press que, debido a las limitaciones tecnológicas de la época, era improbable que se pudiera conservar un excedente significativo de uvas frescas hasta finales de diciembre.
Otra teoría, remonta la tradición a finales del siglo XIX, cuando la burguesía española adoptó la costumbre de comer uvas y brindar con champán durante las cenas de Nochevieja, una práctica que habría sido importada de Francia o Alemania.
Según esta versión, algunos madrileños de clases populares decidieron imitar esta costumbre de manera irónica, reuniéndose en la Puerta del Sol de Madrid para comer uvas al son de las campanadas. Esta acción, que comenzó como una burla hacia las élites, habría evolucionado hasta convertirse en una tradición nacional.
Evidencias históricas y expansión de la tradición
La prensa de la época también ofrece pistas sobre el desarrollo de esta costumbre. Ya en 1882 se mencionaba la práctica de comer uvas en Nochevieja, y para 1894, el periódico El Siglo Futuro publicó un artículo titulado “Las uvas bienhechoras”, destacando la creciente popularidad de esta tradición. Por su parte, El Correo Militar describió cómo las familias se reunían para comer uvas al compás de las campanadas, celebrando la llegada de un nuevo año con un grito colectivo de “¡Un año más!”.
La costumbre no tardó en extenderse más allá de Madrid. Según National Geographic, en 1903 ya se registraban celebraciones similares en Tenerife, y para principios del siglo XX, el ritual se había consolidado en toda España. Posteriormente, la tradición cruzó el Atlántico y llegó a países de Latinoamérica como México, Argentina, Colombia y Perú, donde se adaptó a las particularidades culturales de cada región. En algunos lugares, por ejemplo, se utilizan uvas pasas en lugar de frescas.
Beneficios de las uvas
Las uvas, ricas en vitaminas A, C y E, y en minerales como el potasio, el calcio y el fósforo, fortalecen el sistema inmunológico y mejoran el estado de ánimo, según informes de la American Heart Association y el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos.
Estos nutrientes también ayudan a mantener altos niveles de energía de manera natural, gracias a los carbohidratos de fácil digestión que contienen, según un estudio publicado en la revista científica Nutrients.
Los antioxidantes de las uvas, como el resveratrol y los flavonoides, combaten el estrés oxidativo, que daña las células y acelera el envejecimiento, según la Clínica Mayo.
Un estudio dirigido por el doctor Zhaoping Li en la Universidad de California demostró que el consumo regular de uvas, además de disminuir los niveles de colesterol LDL (“colesterol malo”), aumenta la diversidad de bacterias intestinales beneficiosas y reduce los ácidos biliares en un 40.9%, factores que están relacionados con un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares y otros efectos del envejecimiento celular.
Especialmente las uvas blancas aportan antioxidantes y vitaminas beneficiosas para la salud visual, como la vitamina C y la quercetina, que protegen los ojos del daño oxidativo, según la Clínica Baviera en Alemania. Estas sustancias no solo reducen el riesgo de cataratas y de degeneración macular, sino que también ayudan a mantener el revestimiento de los ojos.
Un artículo de la Academia Americana de Oftalmología respalda que el consumo de alimentos ricos en antioxidantes contribuye a la salud ocular, al preservar la integridad de las arterias que nutren los tejidos visuales.
Las uvas tienen un alto contenido de fibra y ácido fólico, lo que las convierte en un alimento ideal para el tránsito intestinal y la producción celular, de acuerdo con investigaciones de la American Heart Association. Sin embargo, su alto contenido de azúcares requiere moderación para personas con diabetes o dietas restringidas en carbohidratos.
Según recomendaciones de la American Heart Association y la Organización Mundial de la Salud, aquellos con riesgo de diabetes o problemas metabólicos deben limitar la ingesta de frutas con un alto índice glucémico, como las uvas, para evitar complicaciones relacionadas con niveles elevados de azúcar en sangre.