Por: Ling Almánzar
Ángel de la libertad, campeón del heroísmo, ídolo de juventudes: todo esto -y mucho más- fue el gran Manolo Tavárez Justo, cuyo fecundo legado corona la dignidad nacional.
Noventa y cuatro años han pasado desde que naciera en Monte Cristi, el 2 de enero de 1931. Brilló en su juventud, desafió a la tiranía trujillista, sacrificó el pellejo, se entregó por entero a una causa justa.
Conquistó el estrellato histórico en lucha descarnada contra la dictadura. Armó la resistencia más formidable contra el régimen trujillista. Ensambló un movimiento de rebeldía. Fue encarcelado y salvajemente torturado. Soñó con la libertad.
Sus padres eran don Manuel Tavárez Ramos y Fefita Justo. Él, próspero hacendado; ella, señora de pueblo y mujer de hogar. Manuel Aurelio Tavárez Justo, el hijo, era un chico travieso. En la escuela hacía travesuras y, desde temprana edad, adoró el mar y construyó sueños en la arena. Este diablillo amaba la naturaleza. Bohemio, poseía alma de poeta. Navegaba y pescaba en las goletas de su padre. No fue estudiante sobresaliente. Era un real aventurero.
Para la gloria estaba hecho. A martillazos iba a derribar una estatua de Trujillo que estaba en el parque central de Monte Cristi. Sus padres descubrieron la intención, y después lo enviaron a la siniestra Ciudad Trujillo. El chico llegó con bríos. Unos calieses le siguieron los pasos. Ingresó en la Escuela Normal Presidente Trujillo, en la entonces calle José Trujillo Valdez. Pasaba cada día por esa mágica alfombra de agua que es el mar Caribe.
En 1953 llegó Minerva a su vida. En Semana Santa está ella en Jarabacoa, en casa de unos parientes. Manolo se aparece en el pueblo, quiere disfrutar el asueto. Se reúnen junto a otras personas. Allí se conocen: es el inicio de una gran relación. Hay una cierta atracción, como un imán… Manolo descubre la recia personalidad de Minerva, su carácter firme y decidido. Hacen química, comparten la bohemia, la poesía, el romanticismo. La joven ama la poesía, toca la guitarra, sueña en grande. No sueña solo con una familia ejemplar, sino también -y sobre todo- con la libertad de su tierra oprimida. Quiere ser redentora y será heroína.
Él también. La resistencia antitrujillista era un esqueleto: células dispersas, pequeños grupos, conspiraban en la oscuridad del régimen. Manolo y Minerva ensamblaron esas redes de oposición y armaron el poderoso Movimiento Revolucionario Clandestino 14 de Junio. Se lanzaron a la aventura. Cayeron en cascada: se derrumbaron como fichas de ajedrez. Los primeros delataron a los demás y los catorcistas sufrieron vejámenes y crueldades. Fueron pasados por las cámaras de tortura del régimen cruel. A Manolo le sacaron uñas, lo molieron a golpes, casi lo asesinan en La 40.
Salió del infierno en 1961. Pero, antes de salir, sufrió en prisión la muerte de su esposa Minerva y sus hermanas Patria y María Teresa, asesinadas las tres el 25 de noviembre de 1960. Creó el Movimiento 14 de Junio, un partido político construido con elementos antitrujillistas, la mayoría torturados y pasados por las ergástulas de la tiranía.
Manolo y sus camaradas prepararon la aventura final, luego del golpe de Estado contra Bosch el 25 de septiembre de 1963. En noviembre subieron a las “escarpadas montañas de Quisqueya”, como él mismo lo había anunciado al mundo. Lo ejecutaron en Manaclas, cuando iba a rendirse. Murió un gran héroe. Hizo un sacrificio crístico. Fue el cordero de la democracia.