Por: Ling Almánzar
Si algo tienen en común los presidentes Leonel Fernández, Hipólito Mejía, Danilo Medina y Luis Abinader es que rompieron la larga tradición de su antecesor Joaquín Balaguer, quien introducía cambios casi rutinarios en sus gobiernos en las fechas patrias (27 de Febrero y 16 de Agosto, días de la Independencia y de la Restauración).
A diferencia de sus sucesores, el presidente Balaguer hacía cambios rutinarios y periódicos, esperados por la población esos dos días. Además, recibía los clásicos saludos de año nuevo, cuando los funcionarios desfilaban por el Palacio Nacional, formando una gran comparsa que iba a dar la mano al sabio mandatario, deseándole sus mejores parabienes para el año que se iniciaba.
Pero todo eso ha cambiado: los gobernantes ya no hacen cambios en fechas patrias, y tampoco reciben saludos de año nuevo. La tradición balaguerista se fue a pique. ¿Cómo se explica esto? La ruptura se fue dando lentamente, ejecutada por cada gobernante. La cosa no ocurrió de golpe y porrazo. Vamos a rastrear ese proceso, ocurrido en las últimas tres décadas.
En el año 1996 hubo un cambio generacional y, con ello, una nueva forma de ejercer la política oficial. Leonel puso fin al largo reinado del balaguerismo, que gobernó durante 22 años. Él, entonces de 42 años, continuó la tradición de recibir los saludos de año nuevo. Eso era fijo cada 1 de enero. Los funcionarios se ponían donde el capitán los viera. Eso continuó por unos años más, en el gobierno de Hipólito (2000-2004), y luego también. Siguieron cambios y rotación de funcionarios, así como los tradicionales saludos de año nuevo.
Con Danilo (2012-2020) hubo un cambio en el estilo de gobernar. Poco expresivo, rara vez hablaba en público; se dedicaba más al campo, dando saltitos y tirándose de sorpresa en pueblos y comunidades rurales, donde compartía con campesinos y gente humilde. Así peinó el país. Hacía pocos cambios, casi nunca en las fechas clásicas de la patria.
Más de una vez recibió los saludos en la casa de Gobierno, pero nunca el 1 de enero. Siempre los recibía el 8 de ese mes. En enero de 2020 recibió los últimos. Fue una manera de despedirse: ya no podía seguir gobernando y, solo siete meses después, abandonaría el poder. Desde entonces, los saludos oficiales son cosa total del pasado.
Con Abinader, sin embargo, se le dio definitivamente el tiro de gracia a las tradiciones clásicas del zorro caudillo. Este presidente anuncia cambios antes de las fechas patrias, para que los nuevos funcionarios tomen posesión esos días; y nunca recibe saludos en el Palacio. En cambio, lo que acostumbra es enviar mensajes de año nuevo, a través de su activo canal de WhatsApp y su cuenta de X/Twitter.
Otra: Preparan grandes cambios en el Gobierno
Otra cosa es que, cuando tiene que hacer destituciones, suspensiones o rotaciones de funcionarios, no le tiembla el pulso: los hace, sin importar la fecha ni el día. Con ello, demuestra que no quiere ningún tipo de ruido en su gestión de Estado.
En estos momentos se apresta a realizar importantes cambios en el tren gubernamental. Son inminentes. Se habla de Robertico Salcedo como el nuevo ministro de Cultura. Se habla de sustituir al ministro de Obras Públicas, Deligne Ascención. Se habla de otras remociones.
Genao quiere el “librito” de Balaguer
Según el senador Ramón Rogelio Genao, fiel seguidor de Balaguer, este líder reformista hacía los cambios en las fechas patrias para que los funcionarios afectados no vieran esos cambios como un agravio en su contra, sino como un movimiento rutinario en la Administración pública.
Entrevistado telefónicamente por N Digital, Genao destacó que el presidente Abinader rompió definitivamente la presentación de los saludos, una costumbre propia del presidencialismo balaguerista.
Por cierto, pidió que se restablezcan esas costumbres: la de rotar y hacer cambios los días 27 de febrero y 16 de agosto, y la de recibir los saludos de año nuevo, como lo hacía el presidente Balaguer. Dice que hacer esos cambios rutinarios le darían vida nuevo al Gobierno, dándole oportunidad a nuevos talentos y caras frescas.
“Un funcionario que tiene cuatro, cinco años, normalmente ya está acostumbrado y no tiene los bríos que tendría un funcionario recién designado. El librito de Balaguer debe restablecerse, y establecer los cambios rutinarios; además, oxigena constantemente, dos veces al año, la cara de los Gobiernos“, concluyó.
