El COVID-19 sigue siendo una amenaza muy presente para esta mujer de 55 años. Scarbro tiene múltiples trastornos inmunitarios, lo que la hace vulnerable a las infecciones.
“En cualquier momento alguien podría toser, simplemente de manera incidental”, dijo Scarbro, quien vive en Sunset Beach, Carolina del Norte. “Y esa tos podría ser lo único que me enferme”.
Este mes se cumplen cinco años del primer caso confirmado de COVID-19 en Estados Unidos. El virus acabaría matando a 1,2 millones de estadounidenses y trastocando innumerables vidas.
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Aunque la fase de emergencia de la pandemia terminó en mayo de 2023, la amenaza de infección sigue siendo una fuerza rectora en la vida de personas como Scarbro. Se protegen del virus con mascarillas y se aíslan en pequeñas burbujas familiares. Algunos recurren a estrategias no probadas, como hacer gárgaras con enjuague bucal antiséptico o llevando un monitor personal de dióxido de carbono para verificar la ventilación de los espacios interiores.
En grupos de apoyo en internet, intercambian investigaciones sobre el peligro de reinfecciones y el deterioro cognitivo. Extrañan la empatía que sentían durante los primeros días de la pandemia. Algunos han perdido amistades, pero se esfuerzan por mantener los lazos sociales que son importantes para la salud mental.