
Madrid, EFE.- ARN-mensajero es uno de los términos con los que el mundo se familiarizó durante la pandemia de covid-19. Entonces se asoció a algunas de las vacunas que marcaron el punto de inflexión y hoy a un amplio campo de investigación, desde el cáncer a enfermedades infecciosas.
El ARN-mensajero (ARNm) o ácido ribonucleico mensajero es un tipo de molécula que transporta información genética necesaria para que en las células se puedan fabricar las proteínas que nos permiten vivir.
Con las terapias basadas en ARNm, las células pueden producir proteínas que ayuden al sistema inmunitario a luchar o evitar algunas enfermedades. “El cuerpo crea el propio medicamento”, explica a EFE el investigador Pedro Berraondo, del Cima Universidad de Navarra (norte de España).
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El ejemplo más conocido son las vacunas de Pfizer-BioNTech o Moderna frente al coronavirus, que contienen instrucciones para crear una proteína similar a la spike, la que usa el virus SARS-CoV-2 para entrar en las células humanas, así el sistema inmunitario crea anticuerpos y, en caso de infección, actúan.
Esas vacunas salvaron millones de vidas y se formularon en un tiempo récord, una premura que fue posible porque hacía décadas que se investigaba la técnica del ARNm y algunos de los científicos que pusieron sus bases, como Katalin Karikó y Drew Weissman, han recibido, entre otros muchos premios, el Nobel y el Princesa de Asturias.
La pandemia, un revulsivo
Mucho antes de la pandemia, en 2016, el Cima Universidad de Navarra ya colaboraba con la biotecnológica Moderna en un estudio preclínico de terapias basadas en ARNm para la porfiria aguda intermitente, una enfermedad genética rara de origen hepático, recuerda Berraondo.
La pandemia “fue un revulsivo” para la investigación, pues mucha gente dudaba de que estas terapias fueran posibles o útiles -dice- y se demostró, “en muy poco tiempo, que era una tecnología eficaz, segura y se podía producir a la gran escala que exige la vacunación de una gran parte de la población mundial”.
La técnica se basa en crear nanopartículas de lípidos, que contienen una secuencia sintética de ARNm, que entran en las células con las órdenes para producir una determinada proteína, esta desencadenará una respuesta por parte del sistema inmunitario del huésped, dice a EFE Montserrat Plana, investigadora del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS).
Cinco años después del inicio de la pandemia, la investigación mundial se centra especialmente en dos campos. Uno es las vacunas para enfermedades infecciosas como la gripe (o combinadas de esta y covid), el Zika, la malaria o el virus respiratorio sincitial, con ensayos en diferentes fases.
En el caso del virus respiratorio sincitial, indica, tanto la Agencia Europea del Medicamento, como la estadounidense FDA han aprobado para su comercialización una vacuna para mayores de 60 años.
Plana, especialista en inmunología en el campo del VIH, trabaja, dentro de una estrategia para esta enfermedad, en el desarrollo de un inmunógeno (una sustancia que pude inducir una respuesta inmunitaria específica) basado en ARNm, como primer paso hacia una vacuna terapéutica para esa enfermedad.
Terapias personalizadas
El otro campo de investigación más activo es el de las vacunas terapéuticas y personalizadas para el cáncer, “donde ha habido -agrega- hallazgos muy importantes” en áreas como el melanoma o el de páncreas, y también hay ensayos para el de pulmón o colon.
La aplicación que más rápido está avanzando es como adyuvante tras extirpar un tumor para evitar su recurrencia. Es -apunta Berraondo- “donde más éxito están teniendo y donde se espera que haya aprobaciones para su uso este año”.
Estas vacunas terapéuticas ‘enseñan’ al sistema inmunitario a identificar y atacar las células cancerosas, a partir de los neoantígenos (proteínas específicas de ese tumor en cada paciente) lo que permite que la vacuna sea personalizada, explica Plana.
Berraondo coordina el proyecto ARNMUNE de investigación preclínica para el desarrollo de inmunoterapia contra el cáncer basada en ARNm, diseñando moléculas complejas para activar el sistema inmune y que se enfrente al tumor.
“El sistema inmune del paciente no detecta bien el tumor y no actúa contra él, lo que hacemos es educarlo para que vea al tumor como algo peligroso que tiene que eliminar”, dice.
Las enfermedades raras también están en el punto de mira, con investigación en diversas fases de terapias para la fibrosis quística, la distrofia muscular de Duchenne o la acidemia propiónica
Un perfil de seguridad muy alto
Los dos investigadores subrayan la versatilidad de esta técnica y sobre todo, que tienen “un perfil de seguridad muy alto” y no se integra en los genes de quienes las reciben, por lo que no modifica la información genética, aunque, como todo medicamento, no está exento de efectos secundarios.
Berraondo indica que “permite rapidez en la fabricación de un medicamento específico para cada paciente, ya que se acelera el diseño, la síntesis y la producción”.
La investigación también se enfrenta a desafíos, porque el ARNm es una molécula muy inestable, de ahí que las vacunas contra la covid se conservaran a temperaturas bajo cero y que estos medicamentos tengan que inyectarse.
El reto es, señala, cómo a partir de una molécula tan inestable se logra hacer un medicamento. Esto se consigue a través de múltiples mejoras como el uso de los ARNm modificados.
Además, la expresión del ARNm va a ser siempre transitoria, “va a durar unos días”. En el caso de una vacuna se puede administrar una dosis inicial y luego las de recuerdo, pero para una enfermedad genética harán falta administraciones repetidas, “lo que puede ser una desventaja frente a otras estrategias de terapia génica”.