
En el barrio de Mezzeh 86, al suroeste de Damasco, reina la tristeza y el temor entre los residentes, la mayoría de ellos alauitas, tras los recientes sucesos de violencia que azotaron las provincias costeras de Siria.
Los alauitas, una comunidad chii que constituye entre el 10% y 12% de la población siria, se sienten inseguros, especialmente después de las acusaciones de que las autoridades sirias cometieron una masacre en la que centenares de civiles murieron.
El pasado jueves, remanentes del régimen de Al Asad lanzaron un ataque masivo en la zona contra fuerzas oficialistas, lo que provocó una respuesta militar del nuevo Gobierno. Esta reacción desembocó en una serie de ejecuciones sumarias de carácter sectario, en las que se señala a los alauitas como víctimas. Según la ONU, al menos 111 personas fueron asesinadas, aunque otras organizaciones como el Observatorio Sirio de Derechos Humanos aumentan la cifra a más de mil víctimas.
Una residente de Mezzeh 86 relató a EFE que, a pesar del terror y la tristeza que siente, “solo la gente de Latakia puede contar lo que han vivido”, refiriéndose a la región de mayoría alauita. Explicó que su principal deseo es poder vivir en paz con sus seres queridos, que permanecen en la zona afectada. Otro vecino calificó los sucesos como el “genocidio de una etnia”, destacando que las imágenes que circulan en internet muestran claramente las atrocidades cometidas.
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El presidente interino de Siria, Ahmed al Sharaa, ha anunciado la creación de un comité “independiente” para investigar las violaciones contra civiles perpetradas por las fuerzas del Gobierno. Sin embargo, los residentes de Mezzeh 86 son escépticos y consideran que esta es una medida más para limpiar la imagen internacional del Gobierno sirio. “Nadie tiene derecho a decidir quién debe morir sin responsabilidad alguna”, dijo una joven alauita de la zona, quien expresó que la comunidad solo busca seguridad y protección, advirtiendo que, si no se garantiza, la situación podría empeorar.
Desde hace más de una semana, unidades de las fuerzas de seguridad sirias están desplegadas en el barrio, algo que se ha extendido a otros sectores de la ciudad de Damasco con población alauita. Durante el mes de Ramadán, los soldados en los puestos de control reparten galletas y dulces a los vecinos, lo que algunos interpretan como un intento de generar una falsa sensación de seguridad. Sin embargo, la percepción de los residentes sigue siendo negativa, ya que temen por su futuro en la nueva Siria y sienten que sus derechos como minoría siguen sin ser protegidos.
En medio de esta incertidumbre, algunos alauitas como Mahmud se muestran más optimistas, confiando en la creación del comité de investigación y en que el Gobierno sirio tomará medidas para abordar la violencia. No obstante, la mayoría de la población se mantiene escéptica ante la situación y la falta de respuestas claras. La prensa internacional, por su parte, sigue sin poder acceder al lugar desde hace días, alegando motivos de seguridad.
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Por: Itzel Olivo