
Fatma, una educadora de párvulos en Berlín, enfrenta el racismo desde el inicio de su jornada. Cada mañana, mientras conduce al trabajo, percibe las miradas escrutadoras de otros conductores. A pesar de vestir a la moda, su pañuelo en la cabeza parece marcar una diferencia. “Siento que me pone en desventaja”, confiesa. Aunque completó su formación con excelentes calificaciones y la demanda de educadoras de párvulos es alta en Berlín y en toda Alemania, encontrar empleo sigue siendo un reto para ella.
Hanna, también residente en Berlín, evita ciertos barrios por miedo. En el metro, suele recibir comentarios ofensivos, dirigidos tanto a ella como a sus hijos, debido a su cabello oscuro. “Algunas personas me dicen que debería volver a mi país”, lamenta. La hostilidad la afecta profundamente, sobre todo cuando sus hijos son testigos de estos ataques.
La discriminación no es casualidad
Aylin Mengi, del Centro Alemán de Investigación sobre Integración y Migración, explica que la discriminación no ocurre de manera aleatoria, sino que se basa en prejuicios racistas. Como coautora del Racism Monitor, un informe que recoge una de las encuestas más amplias sobre racismo y discriminación en Alemania, destaca que cerca de 10.000 personas fueron entrevistadas para su elaboración.
El informe de marzo de 2025 revela que quienes son percibidos como inmigrantes o musulmanes sufren más discriminación, independientemente de su origen real. Factores como el uso del pañuelo, el color de piel o el cabello oscuro, como en el caso de Hanna, son determinantes en estas experiencias. Según el estudio, más de la mitad de las víctimas de racismo enfrentan discriminación cotidiana al menos una vez al mes.
Las mujeres musulmanas y las personas negras son especialmente vulnerables: más del 60 % de ellas han sido discriminadas de manera recurrente en su vida diaria.
Un racismo más sutil, pero persistente
Cihan Sinanoğlu, director del Observatorio del Racismo, advierte en una entrevista con DW que el racismo en Alemania ha evolucionado, adaptándose a las normas sociales y volviéndose más sutil. No obstante, persiste la idea de que las minorías étnicas y religiosas presentan exigencias políticas excesivas. “Esto demuestra que ciertos grupos aún ven negados sus derechos políticos”, señala.
Según Sinanoğlu, el racismo sigue profundamente arraigado en la sociedad alemana. Más de una quinta parte de la población mantiene actitudes racistas, lo que tiene consecuencias graves: las víctimas de discriminación experimentan mayores niveles de ansiedad y depresión, y su confianza en las instituciones sociales se deteriora.
La política y el papel de la sociedad
A pesar de la magnitud del problema, los autores del estudio critican que el racismo sea tratado como un tema secundario en la política alemana. Naika Foroutan, directora del centro de investigación, subraya que Alemania es una sociedad posmigrante, donde una de cada tres familias tiene vínculos con la inmigración. “La discriminación no solo afecta a quienes la sufren directamente, sino a un amplio sector de la sociedad”, advierte.
Sin embargo, Foroutan también resalta un aspecto positivo que a menudo se pasa por alto: “Existe una mayoría significativa en Alemania que rechaza el racismo. La gente quiere aprender y sigue interesándose por el tema”.
Desde el ámbito gubernamental, Ferda Ataman, Comisaria Federal de Lucha contra la Discriminación, considera que estos resultados exigen medidas políticas urgentes. “Las leyes alemanas contra la discriminación son muy débiles. Este estudio deja claro que es necesario brindar mayor protección a las personas”, concluye en una entrevista con DW.
Trabajada con información de DW
glz