Washington, EFE.- El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo este lunes que está considerando rebajar las medidas de su Gobierno para frenar la propagación del COVID-19 por el impacto negativo que están teniendo en la economía.
En una rueda de prensa en la Casa Blanca, Trump anunció que el 30 de marzo, cuando termine el periodo de 15 días que su Gobierno impuso para implementar medidas, estudiará si mantiene ese mismo rumbo o toma una nueva dirección.
El presidente, sin embargo, puso énfasis en que las medidas de excepción “terminarán pronto” y que “el remedio (al COVID-19) no puede ser peor que la enfermedad”, al tiempo que reconoció que los números van a ser “malos” en los próximos días.
“EE.UU. volverá -y pronto- a estar en funcionamiento. Muy pronto, mucho más pronto que tres o cuatro meses como algunos sugieren. Mucho más pronto. No podemos permitir que el remedio sea peor que la enfermedad”, dijo.
Entre las medidas que Estados Unidos recomendó a sus ciudadanos están trabajar y escolarizarse desde la casa siempre que sea posible, evitar viajes, no acudir a bares o restaurantes y evitar reuniones de más 10 personas.
“Esto puede crear un problema mucho mayor al problema con el que empezamos”, dijo, al insistir que Estados Unidos no quiere “perder empresas ni perder trabajadores”.
El presidente, además, comparó las muertes del coronavirus con la siniestralidad en la carretera.
“Los accidentes de automóvil son muchos más que cualquier número del que estemos hablando (sobre el coronavirus). Eso no significa que vayamos a decirle a todo el mundo que deje de conducir automóviles”, dijo el presidente.
UNA CIUDADANÍA EDUCADA
Lo que Trump anticipó es que pese al levantamiento de las medidas más estrictas, la ciudadanía tendrá que seguir cumpliendo con los nuevos protocolos de distanciamiento social.
“Nuestro país ha aprendido muchas cosas durante este periodo: distanciamiento social, no encajar la mano”, dijo el mandatario, confiado en que los estadounidenses actuarán responsablemente “porque ahora hay mucha disciplina”.
Trump avisó que el país deberá hacer “dos cosas al mismo tiempo”, reiniciar la economía y mantener este distanciamiento social.
CASI LA MITAD DE LOS ESTADOUNIDENSES, EN CUARENTENA
Seis estados -Michigan, Wisconsin, Massachusetts, Indiana, Oregon y Virginia Occidental- se sumaron este lunes a los otros ocho que han decretado en los últimos días el confinamiento obligatorio de los ciudadanos en sus viviendas, lo que afecta en total a unos 137 millones de personas, casi el 42 % de la población.
Esa proporción se eleva al 46 % si se le suman los más de 5 millones de habitantes de las localidades que han ordenado por su cuenta una cuarentena, como el condado de Dallas (Texas) y las ciudades de Filadelfia (Pensilvania), San Luis (Misuri) y Kansas City (Misuri).
Las medidas coinciden con una aceleración de los contagios en Estados Unidos, donde más de 40.000 personas han contraído el nuevo coronavirus y al menos 550 han muerto (unas 140 en las últimas 24 horas), según los datos oficiales.
“Esta semana, las cosas se van a poner muy mal. Realmente tenemos que quedarnos en casa”, dijo este lunes el director general de salud pública de EE.UU., Jerome Adams, a la cadena NBC News.
FOCO EN NUEVA YORK
Cerca de la mitad de los casos de COVID-19 en Estados Unidos son en el estado de Nueva York, y un tercio del total en la ciudad de Nueva York.
La doctora Deborah Birx, que coordina la fuerza de tarea de la Casa Blanca frente al coronavirus, explicó que cerca del 28 % de pruebas que se hacen en el estado de Nueva York dan un resultado positivo, en contraste con el 8 % del resto del país.
“Claramente, el virus ha estado circulando ahí por varias semanas para tener estos niveles de penetración en la comunidad”, dijo, al constatar que uno de cada 1.000 neoyorquinos está ya infectado.
LA FED ACTÚA
La crisis y su duro efecto en la economía motivaron un anuncio extraordinario de la Fed, que afirmó que adquirirá de forma ilimitada bonos del Tesoro y títulos respaldados por hipotecas para “mantener un funcionamiento normal de los mercados y una ejecución efectiva de la política monetaria”.
La medida se interpretó en los mercados como una señal de que los banqueros centrales consideran esta crisis económica peor que la recesión de 2008, y quieren evitar que desemboque en una depresión como la de 1929.