Mujeres, negras y trabajadoras domésticas que cumplen una función esencial en muchos de los hogares de clase media brasileños. Limpian, cocinan, hacen la compra, cuidan de los niños y duermen en los llamados “cuartos de empleadas”, pequeñas habitaciones situadas en las cocinas, muchas veces oscuras, sin ventilación y apartadas del resto de la casa.
El documental ‘Aqui Não Entra Luz (Aquí no entra luz)’ de la directora Karoline Maia, de 26 anos, explica la relación de trabajo en el ambiente doméstico desde el Brasil colonial (1530 a 1822) hasta la época actual. Y lo hace mostrando las semejanzas entre los cuartos de esclavos y de las empleadas domésticas.
“A partir de ahí exploro la complejidad, violencia y semejanzas específicas entre el trabajo de esclavo del pasado y el trabajo doméstico de hoy”, comenta Maia. La cineasta se define a sí misma como una directora negra, periférica e hija de Miriam, una trabajadora doméstica.
Narrado en primera persona, el film, en el que se introducen imágenes de archivos personales, nació tras una experiencia racista que vivió la directora. Aunque prefiere no profundizar sobre este asunto, en el documental menciona cómo su exjefa le pidió que durmiera en un cuarto de empleada. Ese episodio, unido a las historias de su familia, y en concreto de su madre, dieron pie a que en 2016 iniciase el proyecto de ‘Aqui Não Entra Luz’.
“Soy hija de una trabajadora doméstica y mi historia está en el film, pero no somos las protagonistas. Las mujeres que elegimos para el documental son muy importantes por sus experiencias como empleadas”, afirma en una entrevista a RT.
En 2019, Maia viajó a varios estados –Maranhao, Bahía, Sao Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais– siguiendo los relatos y las experiencias de seis trabajadoras domésticas con las que contactó a través de varios sindicatos.
“Encontramos gran diversidad de ‘zenzalas’, lugares donde dormían los esclavos y construidos en la época colonial, pero también estaban en la arquitectura moderna de después de la esclavitud [Brasil abolió la esclavitud en 1888]. Edificios con un ascensor de servicio y otro social y cuartos que dan directamente a la cocina de las casas”, recuerda.
El equipo del documental está compuesto en su mayoría de mujeres negras. En opinión de la directora, en la industria cinematográfica brasileña, los negros, que suponen un 56 % de los más de 211 millones de habitantes del país, no tienen las mismas oportunidades que los blancos. “Y si ves la televisión, los presentadores o periodistas son en su mayoría blancos. Parece más Suiza que Brasil. Todavía hay mucho trabajo que tiene que ser hecho”, afirma.
Actualmente la película está en fase de montaje y se ha lanzado una campaña de ‘crowdfounding’ de 130.000 reales (unos 24.300 dólares), 80.000 reales (unos 15.000 dólares) para finalizarlo y unos 50.000 reales (9.300 dólares) para su distribución. Parte del dinero recaudado irá destinado a las trabajadores domésticas que aparecen en la cinta.
Lucha por sus derechos
En 2013, tras años de lucha, se aprobó una ley para proteger los derechos de las empleadas y en la que, entre otras cosas, se obligaba al empleador a contratarlas con una paga extra anual, jornadas de ocho horas, baja por maternidad y vacaciones.
En su libro ‘Brasil, constructor de ruinas’, la escritora y periodista Eliane Brum califica la ley como “una reparación vergonzosamente tardía”, que llevó a las empleadas a abandonar una “especie de esclavitud contemporánea” para formar parte de una “categoría de trabajadores explotados”.
La ley supuso un golpe para la clase media brasileña. “Para muchas mujeres de clase media, la emancipación femenina, representada a través de la realización de una carrera, solo era posible por medio de la explotación de otra mujer. Ese privilegio, solo existente por la criminal desigualdad brasileña, fue duramente afectado”, agrega.
La pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto la fragilidad a la que se enfrentan las trabajadores de este sector. Concretamente, las llamadas ‘diaristas’, mujeres que trabajan por horas o días, y que no tienen contrato porque, según la ley, para obtenerlo es necesario trabajar en un mismo domicilio como mínimo durante tres días a la semana.
En los dos primeros meses de pandemia, el 39 % de familias con alto nivel adquisitivo despidieron a sus empleadas y cancelaron los pagos, apunta una investigación realizada por el Instituto Locomotiva. Muchas de las que siguen trabajando lo hacen sin ningún tipo de seguridad, exponiéndose a posibles contagios al utilizar el transporte público y rompiendo el aislamiento social tanto en la familia donde trabajan como en la suya.
De hecho, la primera muerte registrada en Río de Janeiro fue una trabajadora doméstica infectada por su empleadora tras regresar de Italia.
La ONU y el Instituto de Investigación Económica Aplicada de Brasil han realizado un estudio que lleva como título ‘Vulnerabilidad de las Trabajadoras Domésticas en el contexto de la pandemia del covid-19 en Brasil’.
En esta investigación, también se hace hincapié en que, por lo general, las empleadas domésticas son mujeres negras y pobres con bajos niveles de escolaridad. Y a pesar de la gran importancia que desempeñan en la organización social y económica del país, su trabajo está “invisibilizado, desvalorizado y poco regulado”. Todo esto expone a las empleadas a una gran vulnerabilidad, intensificada con la pandemia.
¿Conmoción pasajera?
En 2018, en Brasil había poco más de 6,5 millones de personas ocupadas en el trabajo doméstico. De ese total, 5,7 millones eran mujeres y 3,9 millones negras. Las ‘diaristas’ representaban el 44 %, alrededor de 2,5 millones, del total de las trabajadoras domésticas y se encontraban sin protección legal.
Las mujeres que trabajan con contrato, un 43,5 % ese mismo año, sí tienen por ejemplo derecho a paro en caso de quedarse sin empleo o cobertura de salud. Sin embargo, el estudio denuncia que a muchas de ellas sus empleadores les niegan sus derechos haciendo caso omiso de la ley.
“Casi seis de cada diez trabajadores domésticas contratadas se enfrenta en la pandemia a un futuro incierto y de miedo en lo que se refiere al mantenimiento de sus ingresos”, apunta el estudio.
Para la directora del documental, uno de los objetivos de la cinta es “provocar que las personas reflexionen sobre este tipo de trabajo. Quién lo hace, por qué está tan poco valorizado y cuál es su origen”.
En su página de ‘crowfounding’, Maia destaca que hace unas semanas, tanto en Brasil como en el resto del mundo, volvió a despertar al debate sobre el racismo.
“Solo espero que esto que está ocurriendo no sea una conmoción pasajera. Porque el racismo no es un problema nuestro, no es un problema solo de los negros, principalmente es de los blancos”, concluye. Fuente: RT