El 26 de febrero se dio a conocer en Sao Paolo, Brasil, el primer caso de coronavirus en América latina. Ya convertido en pandemia, ha cambiado la vida de un continente. Y de qué modo lo ha hecho.
En estos seis meses, la región ya pasó de los 250.000 muertos. Estamos viviendo, al momento, el impacto de una gran ola y solo esperamos que no vengan más, para poder hacer al menos control de daños.
Brasil y México están entre los primeros tres países con más decesos del mundo.
Los videos virales han dado cuenta de un verdadero apocalipsis. Personas contagiadas colapsando en las calles, incineración de cadáveres en la vía pública e inmensas fosas comunes han sido algunas de las imágenes que quedarán para la posteridad de cómo fue afectada la región.
Durante este semestre sufrimos un shock sanitario y económico. Pero las consecuencias profundas apenas se van develando, mientras las proyecciones para lo que queda de 2020 no pueden ser peores.
Sin embargo, en comparación con 2019, la conflictividad bajó considerablemente. Las rebeliones sociales en Chile, Colombia y otros países tuvieron que hacer una pausa: la cuarentena y el distanciamiento tuvieron legitimidad en las mayorías sociales. Es posible que se esté fundando un nuevo relacionamiento social y eso va a transformar la política.
Tierra arrasada
El covid-19 ha dejado al subcontinente sin certezas de ningún tipo.
Todavía no se sabe a ciencia cierta cuándo la pandemia cesará. Si en los primeros epicentros alarmantes –como China, España e Italia– la curva fue aplanada en semanas y ha habido en pocos meses un control sanitario que ha permitido flexibilizar la cuarentena estricta y comenzar a recuperar sus economías, en Latinoamérica, en cambio, aún no se sabe cuándo llegará ‘el pico’ y cuánto durará ‘la meseta’.
Nuestras ‘mesetas’ pueden prolongarse de manera indeterminada, como en Brasil, que en mayo superó las 800 muertes diarias y ya hacia mediados de agosto sigue reflejando cifras similares. A principios de noviembre, según algunas estimaciones, el país seguirá contemplando números similares.
El virus produjo una hecatombe para países con sistemas de salud privatizados, derruidos y abandonados. La emergencia sanitaria llegó para quedarse, no se sabe por cuánto tiempo
Por ahora las proyecciones de la región entera son alarmantes. Según la página del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME), de la Universidad de Washington (Seattle, EE.UU.), el 24 de noviembre Brasil podría estar llegando a las 200.000 muertes.
Ese día, el Instituto calcula que Italia, el lugar donde se prendieron las alarmas del mundo por primera vez fuera de su epicentro originario, podría tener 42.000 muertes, es decir, para esa fecha Brasil tendrá más de 4 veces los decesos de Italia.
Y para la tercera semana de octubre, México estaría pasando las 100.000 muertes. Venezuela podría tener, a partir de diciembre, entre 100 y 400 muertes diarias por covid-19.
Perú, un país de 32 millones de habitantes, ya pasa los 25.000 decesos y el pequeño Ecuador las 15.000 muertes.
El virus produjo una hecatombe para países con sistemas de salud privatizados, derruidos y abandonados. La emergencia sanitaria llegó para quedarse, no se sabe por cuánto tiempo.
Y si la cuestión sanitaria va mal, la perspectiva económica se vislumbra fatal.
Como nunca antes el decrecimiento del Producto Interno Bruto afectará la región entera y su impacto será tan fulminante como el propio virus.
El Banco Mundial pronosticó una caída regional de -7,2 del PIB para este año, mientras que para la Comisión Económica para América latina y el Caribe (Cepal) el decrecimiento será de -9,1 puntos. La crisis económica hace pensar que una agudización de la crisis sanitaria, como se espera, haga colapsar los Estados.
No hay noción de cuánto tiempo se requerirá para la recuperación económica y, más urgente todavía, cuando termine de pasar la pandemia, porque no hay proyección sólida: el azar y la indeterminación son las brújulas de la actualidad sanitaria, económica y política.
Si algo se le puede reconocer a la gestión sanitaria de los gobiernos de América latina es que su crisis solo es equiparable con la que sufre EE.UU. Según las proyecciones del mismo instituto, para sus presidenciales de noviembre este país podría estar acercándose a la cifra de las 300.000 muertes.
Siempre alejado de las estadísticas y los problemas del resto de América, en esta ocasión está sucumbiendo casi de la misma manera: cifras inéditas de decesos junto a decrecimiento pronunciado de la economía.
La noticia no es que la economía de América latina está derrumbada, la noticia es que las de Europa y EE.UU. también lo están, lo que supone que se van a reducir de manera extrema los ingresos de las naciones latinoamericanas
Pero eso no es una buena noticia para el Centroamérica y Suramérica. Un viejo adagio dice que cuando EE.UU. estornuda, a América latina le da pulmonía. Y lo que ha pasado en EE.UU. este apocalíptico 2020 es mucho más que un estornudo, es una grave crisis que ha golpeado la legitimidad de su gobierno y que ha visto como durante largas jornadas el control del orden público se ha visto totalmente trastocado debido a las crudas protestas contra el racismo que se extendieron por todo el territorio.
Así que la mayoría de países latinoamericanos, acostumbrados a mejorar económicamente cuando suben las materias primas, esta vez tienen un problema no tan lineal y sencillo, más bien multinacional: la crisis en EE.UU. y Europa van a provocar una demanda disminuida, lo que acentúa los problemas económicos, que ya son complejos en Latinoamérica y el Caribe.
La noticia entonces no es que la economía de América latina está derrumbada, la noticia es que las de Europa y EE.UU. también lo están, lo que supone que se van a reducir de manera extrema los ingresos de las naciones latinoamericanas.
Las secuelas de este tipo de experiencia podrían a la larga resultar nefastas, en tanto el remedio a la pandemia va a terminar produciendo el empobrecimiento máximo y la impotencia del Estado, que ya va perdiendo su rol en el control social y en la distribución de beneficios.
En nuestro subcontinente, el coronavirus llegó para quedarse un tiempo, solo que aquí puede terminar siendo más mortal debido a la debilidad de los sistemas de salud sacudidos por las privatizaciones, el neoliberalismo y los déficits en general.
Nos espera una larga meseta, antes de que culmine la crisis sanitaria y comience a reactivarse la economía regional y mundial.