Louis Vuitton puso este martes en París el broche dorado a una de las Semanas de la Moda más inusuales y solitarias de su historia y estrenó el remodelado edificio de La Samaritaine con un desfile en el que apostó por una estética masculina, ochentera y con toques futuristas.
La marca, liderada por el diseñador francés Nicolas Ghesquière, uno de los niños bonitos de la moda nacional, pudo celebrar uno de esos espectaculares desfiles donde no solo cuentan las tendencias sobre la pasarela, sino el escenario que las rodea.
Moda comprometida
En este caso, Vuitton se sirvió de los espectaculares mosaicos art déco de estos grandes almacenes parisinos, comprados y restaurados por el grupo LVMH, pero cuya reapertura en abril de 2020 tuvo que ser aplazada por el coronavirus. La “maison” francesa ha sido por tanto la primera en mostrar su interior al público tras las obras.
El primer estilismo marcó el ritmo de la colección primavera-verano 2021. La modelo, con pelo corto y peinado con gomina hacia atrás, vestía unos pantalones de pinza anchos en tonos beige con una sudadera ancha en la que se leía el mensaje “Vote!” (¡Vota!) en letras pop.
Gabardinas y cazadoras de anchísimas proporciones y hombros caídos completaron el toque masculino, contrarrestado con tops de lentejuelas con la espalda al descubierto, vestidos cortos con estampados pop, como si llevaran luces de neón, y zapatos de tacón inspirados en los zuecos de madera de Suecia.
Todo en la pasarela fue un juego de volúmenes y contrastes: los pantalones, largos y fluidos, se llevaron con camisas de seda, transparencias y tacones; los minivestidos iban con zapatos planos tipo “Oxford”, y los vestidos lentejuelas bajo cazadoras deportivas.
Una pasarela llena de básicos reinventados y con el estilo innegable de Ghesquière, a medio camino entre el mitificado “chic” parisino y el rock ochentero, coronado por su amada silueta de triángulo invertido para estilizar la figura.
Para reducir el aforo, condición impuesta en esta Semana de la Moda, la marca organizó dos turnos de desfiles y pudo acoger así a un mayor número de invitados, aunque el ambiente en estos últimos siete días ha sido muy diferente a la fiesta y el espectáculo que suele ser.
Un público muy limitado y una presencia internacional prácticamente nula, marcada sobre todo por los “influencers” de países vecinos, con pocos fotógrafos, poca prensa y una asistencia casi inexistente de compradores y público asiático.
Hubo tan solo una quincena de desfiles presenciales programados, mientras que la mayoría de las firmas se decantaron por desvelar sus propuestas primavera-verano 2021 en vídeo, a través de la plataforma de la Federación de Moda y Alta Costura (organizadora del evento).
Algunas parecen haberle cogido el gusto al formato virtual, pero otras no terminan de encontrar la configuración idónea para presentar su ropa.
Pero es sobre todo la ausencia de grandes marcas como Saint Laurent o Céline, que han decidido seguir su propio ritmo abandonando el calendario, lo que abre numerosas dudas sobre el futuro de la Semana de la Moda, que se vale más que nunca del seguimiento en redes sociales.
De momento, y con la incertidumbre de la crisis sanitaria, París seguirá experimentando formatos en enero, cuando regresen las pasarelas de hombre y de alta costura. EFE