Corría el año 2007 y la vida de Maria Paula Castillo, de en ese entonces 35 años, se distribuía entre su trabajo como maestra jardinera y psicopedagoga y ser madre de tres pequeños. Sin embargo, en noviembre todo cambió: le diagnosticaron cáncer de mama.
Casi como un acto reflejo, Paula se realizaba todos los años los chequeos. Y es que su abuela materna tuvo cáncer de mama, lo que determinaba que se empiece a realizar mamografías antes de los 40 años. “Me hice la mamografía en septiembre y me dio todo bien. Sin embargo, mi médico siempre repite las ecografías así que me dijo que vuelva en noviembre. Las imágenes en los estudios no le gustaban así que quiso hacerme una biopsia para poder despejar dudas. Yo sabía que mi médico ya presuponía que algo andaba mal”, comentó a Infobae Castillo.
Sin saber el resultado de la biopsia, Paula lo describió como un “baldazo de agua fría”: “El día anterior a entrar a la cirugía yo sentía que me iba a morir. Mis hijos eran muy chiquitos y yo no paraba de pensar y decirle a mi marido ‘nadie los va a querer como yo’, pero él me alentó a pensar de manera positiva y al otro día entré al quirófano. Los resultados no fueron buenos, era cáncer de mama y había una micro metástasis que se traduce como que hay que sacar la mama”.
“Me enteré de un día para el otro que me iban a operar por segunda vez. Era pleno enero y yo me acuerdo que llegué a mi casa y mis hijos se estaban divirtiendo vaciando la pileta y lo viví como un día mágico pero con mucha angustia, por un lado feliz de estar con los chicos pero con mucho miedo de que a partir de ese día no sabía que iba a ser de mi vida”, relató Paula.
Esa misma tarde fue al supermercado y llenó el freezer hasta el tope: “Me acuerdo que pensaba que lo llenaba porque me iba a morir. Finalmente llegó el día de la operación y lo único que se me venía a la mente cuando estaba esperando a entrar al quirófano era en cómo iba a cambiar mi vida. Me preocupaba no poder cumplir con mis hijos y mi familia como siempre hacía”.
A raíz de la experiencia de Paula, su oncólogo le recomendó que le diga a su mamá y hermanas que se vayan a hacer los chequeos: “Mi mamá y mi hermana mayor tuvieron resultados positivos pero mi hermana menor también tenía cáncer de mama, con un detalle no menor, estaba embarazada”.
Luego de la operación, Paula atravesó seis sesiones de quimioterapia: “Cada 28 días iba a quimio, me acompañaba mi marido y gracias a dios no tuve muchos efectos colaterales. Después empezó la etapa de los controles, y luego llegó el momento de la reconstrucción mamaria. En ese momento me pusieron un expansor y luego la prótesis. Mi médico me aconsejó también hacerlo en la otra mama porque los análisis me daban tumores pre malignos, así que para prevenir me pusieron dos prótesis”.
Paula empezó a asistir a los grupos de apoyo y de a poco empezó a integrar MACMA. “Nos conteníamos, nos reíamos, pero por lo menos estábamos juntas y fue un gran apoyo para mí contar con esto, así que quise devolver un poco lo que recibí. Empecé a dar charlas, a coordinar grupos de apoyo y hoy soy la presidente de la Institución. Para mí, es un orgullo”, confesó.
Hoy con 51 años, Castillo ofrece su testimonio y contención para todos los que estén pasando por una situación similar, tanto para familias como para los diagnosticados: “Es muy difícil para los de afuera también acompañar a la persona con cáncer, por eso es importante contar siempre con apoyo”.
¿Cómo le cambió la vida el cáncer de mama? “No me cambiaron los valores de vida, pero sí entendí que es importante disfrutar cada día, encontrar algo que me haga feliz. Conocer que estaba enferma me hizo entender que la vida es esta y que puede terminar en cualquier momento”.