Las medidas de distanciamiento social implementadas han provocado interrupciones en la rutina diaria de los más chicos. Durante el año pasado se suspendieron las escuelas en 188 países, según la UNESCO. Más del 90% de los alumnos matriculados (1,5 mil millones de jóvenes) en todo el mundo no recibieron su esquema completo de educación. La Directora General de la UNESCO, Audrey Azoulay, advirtió que “la escala mundial y la velocidad de la actual interrupción de la educación no tienen paralelo”.
Para los niños y adolescentes con necesidades de salud mental, estos cierres significan una falta de acceso a los recursos que suelen tener a través de las escuelas.
En una encuesta realizada por la organización benéfica de salud mental YoungMinds, que incluyó a 2111 participantes de hasta 25 años con antecedentes de enfermedad mental en el Reino Unido, el 83% dijo que la pandemia había empeorado sus condiciones. El 26% dijo que no podía acceder al apoyo de salud mental; se cancelaron los grupos de apoyo entre pares y los servicios presenciales, y el apoyo por teléfono o en línea puede ser un desafío para algunos jóvenes.
Más allá del saber
“Los niños con necesidades de educación especial, como los que padecen un trastorno del espectro autista, también están en riesgo. Pueden sentirse frustrados y de mal genio cuando se interrumpen sus rutinas diarias”, explicó el psiquiatra Chi-Hung Au de la Universidad de Hong Kong, Hong Kong, China, en un documento publicado recientemente.
Entre sus recomendaciones a los padres sugirió que crearan un horario para que sus hijos redujeran la ansiedad inducida por la incertidumbre. Con la terapia del habla y los grupos de habilidades sociales suspendidas, advierte que detener sus sesiones puede estancar el progreso y pueden perder la oportunidad de desarrollar habilidades esenciales. Señala que se necesitan formas creativas, como el habla en línea y el entrenamiento en habilidades sociales, para compensar la pérdida.
Muchos países están posponiendo o cancelando los exámenes de acceso a la universidad. Según una encuesta realizada por el grupo de consejería estudiantil Hok Yau Club, más del 20% de los candidatos a acceder a la universidad que fueron encuestados dijeron que sus niveles de estrés estaban en un máximo de 10 de 10, incluso antes de que se anunciara el aplazamiento.
Mientras tanto, en muchas universidades los concurrentes están estresados por la evacuación de los dormitorios y la cancelación de eventos anticipados, como estudios de intercambio y ceremonias de graduación. Algunos perdieron sus trabajos a tiempo parcial cuando cerraron las empresas locales. Los estudiantes en sus últimos años están ansiosos por el mercado laboral al que ingresarán pronto. “Los estudiantes universitarios son más vulnerables de lo que pensamos, especialmente con la carga académica y financiera actual”, dijo Chiu.
Las medidas de distanciamiento social pueden implicar el aislamiento en un hogar abusivo, y que éste probablemente se vea exacerbado durante este tiempo de incertidumbre económica y estrés. El condado de Jianli en la provincia de Hubei, China, ha reportado más del triple de informes de violencia doméstica desde el comienzo de la pandemia. También se han reportado mayores tasas de abuso, negligencia y explotación infantil durante emergencias de salud pública anteriores, como el brote de ébola en África occidental de 2014 a 2016.
Sin embargo, no se sabe mucho sobre los efectos a largo plazo en la salud mental de los brotes de enfermedades a gran escala en niños y adolescentes. Si bien hay algunas investigaciones sobre el impacto psicológico del síndrome respiratorio agudo severo (SARS) en los pacientes y los trabajadores de la salud, no se sabe mucho sobre los efectos en los ciudadanos comunes. La evidencia es especialmente escasa en niños y adolescentes.
“Esta es una brecha importante para la investigación”, dijo Au. COVID-19 está mucho más extendido que el SARS y otras epidemias a escala mundial. A medida que la pandemia continúa, es importante apoyar a los niños y adolescentes que enfrentan duelo y problemas relacionados con el desempleo de los padres o la pérdida de ingresos familiares. También es necesario monitorear el estado de salud mental de los jóvenes a largo plazo y estudiar cómo los cierres prolongados de escuelas, las estrictas medidas de distanciamiento social y la pandemia en sí afectan el bienestar de los niños y adolescentes.