Sao Paulo.- Lo que para el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha sido una operación en uno de los hospitales privados más modernos de Latinoamérica, para muchos brasileños, la reversión de la colostomía, es sinónimo de meses de espera en una sanidad pública saturada y falta de medios.
Bolsonaro, líder de la extrema derecha en Brasil, se recupera desde hace unas dos semanas en el Hospital Albert Einstein, en Sao Paulo, de la cirugía para retirarle la bolsa de la colostomía que le fue aplicada tras la puñalada que sufrió en el abdomen en septiembre pasado durante un acto de campaña.
La colostomía es un procedimiento quirúrgico a través del cual se desvía el tránsito intestinal hacia el exterior del cuerpo, en este caso, a una bolsa a la que llegan las heces, con el objetivo de evitar complicaciones en la zona que acaba de ser operada.
Desde su cuarto, adaptado ad hoc para el mandatario en el hospital, uno de los más exclusivos de la región, Bolsonaro ha sido el primero en reconocer que el tratamiento que sigue es un privilegio para gran parte de la población del país que gobierna.
“Sabemos que poca gente podría tener un tratamiento como este, pero tenemos plena conciencia de que nuestro SUS (Sistema Único de Salud, público) puede mejorar y mucho. Haremos todo lo posible para que eso se vuelva una realidad”, señaló Bolsonaro el domingo en sus redes sociales, su principal herramienta de comunicación.
La creación del Albert Einstein surgió en 1955 a raíz de una “reunión de amigos”, según la propia institución, en la cual el doctor Manoel Tabacow Hidal propuso fundar un hospital para retribuir a los brasileños la acogida dada a la comunidad judía llegada tras la Segunda Guerra Mundial.
Situado en el pudiente barrio de Morumbi, en la zona oeste de la capital paulista, el hospital ha tratado también a Edson Arantes do Nascimento “Pelé”, entre otras personalidades del país.
Su principal competidor en el sector es el Sirio-Libanés, también privado, conocido como el “hospital de los poderosos” y donde se han tratado los expresidentes Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), Dilma Rousseff (2011-2016) y Michel Temer (2016-2018).
Su realidad es diferente a la de muchos brasileños que se ven abocados a un sistema público deficiente y saturado. Para la reversión de la colostomía, la espera puede superar el año.
Ese el caso de Isaque Ferreira da Silva, de 64 años y quien carga desde hace un año y dos meses la bolsa de colostomía.
En diciembre de 2017 fue operado de urgencia en un hospital público de Sao Paulo después de que los médicos le detectaran una perforación en el intestino. Se le aplicó una colostomía y a día de hoy aún sigue con ella.
“Tengo que hacer un examen primero y mientras no haga ese examen no puedo hacer la cirugía” para la retirada de la bolsa, comenta a Efe Isaque, que aún trabaja realizando servicios generales, como electricista o fontanero.
El problema es que la máquina para hacer la colonoscopia previa a la operación estuvo rota durante prácticamente todo 2018, ejemplo del estado precario de la salud pública en el país. Trajeron una de otra unidad, pero se la llevaron de vuelta al poco tiempo.
“En la privada, hacer esos exámenes son 870 reales (unos 230 dólares). No tengo ese dinero, no para hacer ese examen”, afirma Isaque, quien lleva un año sin trabajar en plenitud porque no puede “coger cosas muy pesadas” ante el riesgo de que pase algo con la bolsa.
Fuentes médicas del sistema brasileño de salud pública confirman a EFE que efectivamente la lista de espera para la reconstrucción del tránsito intestinal es “bien más demorada”, pues la prioridad son las urgencias.
La recomendación para la retirada de la bolsa, que se tiene que vaciar todos los días y se cambia de media una vez por semana, es a partir de los tres meses de su implementación y siempre que el paciente esté en óptimas condiciones para ello.
La previsión es que Bolsonaro reciba el alta en los próximos días. Isaque, por su parte, seguirá esperando su turno en la pública.
En 2018, el sistema público de salud cumplió 30 años con el gran desafío de una financiación eficiente, pues el 80 % de los más de 200 millones de brasileños dependen exclusivamente de él para cualquier tipo de atención médica, según datos oficiales.
Además, en los últimos ocho años se han cerrado 34.000 camas en el país, que se suman a los 174.000 millones de reales (46.240 millones de dólares) del presupuesto para salud que se han dejado de usar desde 2003, de acuerdo con el Consejo Federal de Medicina.
Para Isaque, a los pobres solo les resta lo peor de lo peor: “El pobre no puede comer ni la hierba seca, solo la raíz de ella”. EFE