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Por qué Trump aceptó la vía diplomática y posterga la intervención humanitaria a Venezuela

Donald Trump y el Grupo Lima juegan al ajedrez. Un día antes de la Cumbre en Bogotá, Juan Guaidó autorizó la difusión de un comunicado oficial que proponía el “uso de la fuerza contra el régimen por bloquear la ayuda humanitaria“. Ese grito de guerra del presidente encargado de Venezuela fue esterilizado por la acción coordinada de Argentina, Brasil, Canadá y Colombia.

El vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, que llegaba a Bogotá para fortalecer esa movida de Guaidó, debió guardar las armas y proponer nuevas medidas diplomáticas para reforzar la asfixia institucional y financiera al régimen populista. El Grupo Lima replicó la solapada estrategia de Trump y emitió un documento final de la Cumbre de Bogotá adonde se excluye el “uso de la fuerza” para terminar con Maduro y plantea una acción coordinada para fortalecer a Guaidó y acelerar la transición democrática en Venezuela.

Trump cree que no es posible desalojar a Maduro por la vía diplomática, y convocó a un grupo de asesores que esconden sus verdaderas intenciones tras un discurso que supuestamente privilegia la cooperación entre estados y el papel de los organismos multilaterales. Eliott Abrams es un halcón consumado que fue protagonista del Irán-Contras y las operaciones ilegales de la CIA durante la dictadura de El Salvador (década del 80).

Abrams es el consejero de Trump en la crisis de Venezuela y trabaja junto a John Bolton, un ex funcionario de George W. Bush que participó en la charada destinada a probar que había armas de destrucción masiva en Irak.

Ya se comprobó que todo fue una mentira organizada por la Casa Blanca, y en la preparación de ese fraude mediático estuvo Bolton. El presidente de los Estados Unidos sabe que la Unión Europea y el Grupo Lima no van a aceptar una escalada militar contra Maduro hasta tanto no se agoten todos los esfuerzos diplomáticos o irrumpa un acontecimiento extraordinario que implique una medida militar extraordinaria contra el régimen populista.

Pence explicitó la estrategia de Trump durante su discurso en la Cumbre de Bogotá. El vicepresidente americano solicitó a los países del Grupo Lima que se apropien de todos los activos venezolanos que se asienten en sus países y que a continuación los entreguen o liquiden a los funcionarios que designe Guaidó. Se trata de deteriorar las finanzas o los activos de Maduro, que hasta ahora tiene financiamiento fluido desde China y Rusia.

Asimismo, durante la cumbre de Bogotá, Pence anunció una ayuda adicional de 56 millones de dólares de ayuda humanitaria para los millones de venezolanos que debieron exilarse y no tienen un peso para vivir. Esos 56 millones de dólares proporcionará “los urgentemente necesarios servicios básicos de vivienda, alimentación y salud, así como medios de vida que ayuden a los venezolanos que han huido a integrarse a las comunidades de la región que los están recibiendo”, sostiene un comunicado de prensa distribuido por el Departamento de Estado.

Pero la propuesta más interesante que hizo Pence estuvo vinculado a la cúpula castrense que aún responde a Maduro. El vicepresidente planteó una amnistía para todos los militares que estén bajo investigación de los Estados Unidos.

El presidente Guaidó no busca venganza contra ustedes, tampoco lo desean los Estados Unidos. Para todos aquellos miembros de las Fuerzas Armadas hoy, si toman la bandera de la democracia, el presidente Guaidó y su Gobierno, así como el Gobierno de Estados Unidos acogerán su respaldo y le darán alivio de las sanciones que han sido adoptadas”, dijo Pence sin eufemismos.

Entonces, Trump y su gabinete de crisis tienen una estrategia en dos fases. Alentar la vía diplomática en todas sus variables, y ante la ausencia probable de resultados, desplegar los marines y los agentes de la CIA por las calles de Caracas. La Casa Blanca no insistirá con las relaciones exteriores para doblegar a Maduro. Se trata sólo de una estrategia: Trump cree que Maduro no cree en la diplomacia, pero hace el esfuerzo para contener al Grupo Lima, a la OEA, las Naciones Unidas y la Unión Europea. Cuando en Washington consideren que los esfuerzos diplomáticos no llevaron a ningún lado, el Comando Sur se preparará bajó las órdenes políticas de Bolton y Abrams, que siempre consideraron la intervención como el mejor método para terminar con Maduro.

El Grupo Lima conoce las verdaderas intenciones de Trump y para esterilizarlas multiplicó las acciones diplomáticas para fortalecer a Guaidó y acelerar los tiempos políticos rumbo a la transición democrática y a las elecciones libres. En este sentido, decidió “solicitar a la Corte Penal Internacional (CPI) que tome en consideración la grave situación humanitaria en Venezuela, la violencia criminal del régimen de Nicolás Maduro en contra de la población civil, y la denegación del acceso a la asistencia internacional, que constituyen un crimen de lesa humanidad”.

Hasta hora, Maduro es protegido por China, Rusia, Uruguay y México. Cada uno de estos países tienen sus razones geopolíticas, pero un caso serio de violaciones a los derechos humanos sustanciado en la CPI, pone en una situación compleja a México y Uruguay.

La alta comisionada de Naciones Unidas para los derechos humanos es Michelle Bachelet, quien durante meses se hizo la distraída sobre la crisis humanitaria que hay en Venezuela. El fin de semana pasado, ante la represión sanguinaria de Maduro, la ex presidente de Chile no tuvo otra alternativa que cuestionar al sucesor de Hugo Chávez. “El gobierno venezolano debe obligar a los cuerpos de seguridad a dejar de emplear el uso excesivo de la fuerza contra manifestantes desarmados y ciudadanos comunes“, sostuvo la alta comisionada.

El Grupo Lima no le cree mucho a Bachelet, y en términos diplomáticos exigió que se involucrara en la crisis venezolana. El punto seis de la resolución final de la Cumbre de Bogotá “decide impulsar la designación por parte del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas de un experto independiente o de una comisión de investigación sobre la situación en Venezuela” y reitera “su llamado a la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos a responder a la brevedad ante la situación en ese país” (Venezuela). Es decir, sin tanto eufemismo diplomático: Bachelet ya sabemos que tenes simpatías por el régimen, pero necesitamos que cumplas con tu rol institucional en las Naciones Unidas.

La crisis venezolana encierra una paradoja en el sistema internacional. Ni la ONU, ni la OEA pudieron hacerse cargo ante el apoyo que recoge Maduro en estos organismos multilaterales. Rusia y China bloquean las sesiones en el Consejo de Seguridad, y Uruguay y México paralizan las propuestas que empujan Argentina, Colombia y Brasil en la OEA para aplicar la clausula democrática al líder populista.

En este sentido, en el punto 7 de la resolución final, los países del Grupo Lima “están por lo cual están propiciando la discusión de la actual situación en ese país (Venezuela) en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y seguirán abordándola en la Organización de los Estados Americanos“.

En Naciones Unidas, la llave de las sanciones a Maduro está en manos de China y Rusia. Estados fundadores de la ONU, vencedores en la Segunda Guerra Mundial, tienen poder de veto. Si Beijing y Moscú no deciden soltarlo a Maduro –por las razones que sean-, será imposible que la ONU administre su poder relativo para atenuar los efectos brutales de la crisis humanitaria en Venezuela.

Los miembros del Grupo Lima “hacen un llamamiento a las naciones que aún mantienen vínculos de cooperación con el régimen ilegítimo de Nicolás Maduro para que ayuden a facilitar la búsqueda de soluciones que abran paso al proceso de transición democrática y la convocatoria de elecciones libres, justas, transparentes y creíbles”, argumenta el punto 13 del documento final de la Cumbre de Bogotá. Este párrafo está dirigido especialmente a China y Rusia, pero también se puede aplicar a Cuba, Irán, Uruguay, México e Italia, que exhiben diferentes matices en la protección y el respaldo a Maduro.

Guaidó a través de su representante en el Grupo Lima, Julio Borges, propuso no descartar el uso de la fuerza para derrocar al líder populista, que reprimió sin culpas a los militantes venezolanos que pretendieron transportar la ayuda humanitaria desde Cúcuta a Caracas. Pero la acción diplomática de Argentina, Brasil, Colombia, Canadá y Perú congeló la avanzada americana –camuflada por las declaraciones de Guaidó y Borges—y redactó un punto clave (16) del comunicado final de la Cumbre de Bogotá.

Los países del Grupo Lima “reiteran su convicción de que la transición a la democracia debe ser conducida por los propios venezolanos pacíficamente y en el marco de la Constitución y el derecho internacional, apoyada por medios políticos y diplomáticos, sin uso de la fuerza”, plantearon sin eufemismos ante la pretensión indirecta de la Casa Blanca.

Hasta hora, el partido de ajedrez entre Trump y el Grupo de Lima se libra sin mayores sorpresas. Con todo, un hecho externo de magnitud –la detención de Guaido cuando regrese a Caracas o el fracaso de las medidas diplomáticas que ayer propuso el Grupo Lima-, puede dar una ventaja decisiva al presidente de los Estados Unidos, que tiene las blancas y más tiempo en el reloj que su circunstancial adversario.

Por Roman Lejtamn de INFOBAE

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