Bagdad, 7 sep (EFE).- Después del colapso de Afganistán tras la retirada de las tropas de Estados Unidos, desde Bagdad miran al país asiático y se muestran confiados en que el fin de la misión de combate de los estadounidenses en Irak a finales de este año no supondrá un retorno del terrorismo y la violencia.
“Lo que pasó en Afganistán no pasará en Irak”, afirmó a finales de agosto el portavoz de las Fuerzas Armadas, Yahia Rasul, destacando que “no existe comparación alguna entre los dos países”.
En su opinión, Irak cuenta ahora con “altas capacidades defensivas” y “los iraquíes están unidos” frente a los extremistas, que en 2014 conquistaron amplias zonas del norte y el centro del país, estableciendo el llamado “califato” que se extendía hasta Siria.
“Luchamos contra la organización terrorista más poderosa sobre la faz de la tierra y fuimos capaces de liberar nuestras tierras”, agregó Rasul, en referencia al grupo yihadista Estado Islámico (EI), derrotado militarmente en Irak a finales de 2017.
EE.UU. CONTRA EL ESTADO ISLÁMICO
Sin embargo, las fuerzas iraquíes contaron con el apoyo fundamental de la coalición internacional liderada por Washington para luchar contra el EI, que trajo de vuelta a Irak a miles de tropas estadounidenses, después de la invasión de 2003.
Precisamente, el caos que vivió el país tras la ocupación estadounidense entre 2003 y 2011 fue el caldo de cultivo del EI, en medio de la violencia sectaria entre suníes y chiíes.
Ahora el escenario es diferente, según el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Jadriya de Bagdad, Ehsan al Shammary, quien afirma a Efe que “la ideología radical ya no atrae a los iraquíes”.
“Sufrieron mucho e incluso los que apoyaban al Estado Islámico en 2014 están ahora en contra del extremismo porque saben que sólo trae sangre y caos”, asevera.
Por su parte, Maahdi Mohammed, vecino del empobrecido barrio de Ciudad Sadr, bastión del influyente clérigo chií antiestadounidense Muqtada al Sadr, se muestra convencido de que Irak es diferente a Afganistán porque los afganos “no creen en su patria”.
“Aquí, cuando el Estado Islámico conquistó Mosul en 2014, millones de nosotros nos alzamos para combatir contra ellos”, recuerda orgulloso, siendo los chiíes un actor determinante en la lucha contra los yihadistas.
INFLUENCIA DE GRUPOS PROIRANÍES
Aparte de los radicales suníes, en los pasados años se han hecho fuertes en Irak las milicias chiíes, muchas de ellas apoyadas por el vecino Irán, lo cual también preocupa ante la retirada a finales de 2021 de los últimos soldados estadounidenses.
A principios del año pasado, el asesinato del general iraní Qasem Soleimaní en un ataque selectivo de Washington en Bagdad hizo que numerosos sectores iraquíes pidieran la salida de las tropas extranjeras.
En 2020 fueron retiradas casi la mitad y, el pasado julio, Washington anunció que a finales de año terminaría la misión de combate en Irak, en la que actualmente participan tan sólo 2.500 soldados.
A pesar de que los iraquíes ven improbable un escenario como el de Afganistán, sí existen temores sobre el vacío que deje EE.UU. y que podrían aprovechar las milicias proiraníes, acusadas de perpetrar ataques con cohetes y drones contra intereses extranjeros, y también de secuestros, asaltos y asesinatos de ciudadanos iraquíes.
Pero para Al Shammary, “la presencia de Estados Unidos en Irak es crucial para que Irán no se trague el país”, en referencia a los grupos armados chiíes y la influencia que ejerce Teherán.
COLABORADORES AMENAZADOS
Los iraquíes que han colaborado con EE.UU. se sienten igual que los afganos, porque ya reciben amenazas por parte de las milicias.
Este es el caso de un ciudadano iraquí que se hace llamar Justin por motivos de seguridad y que trabajó como traductor para los norteamericanos al acabar el instituto y para otras empresas privadas de defensa desde 2010.
Sólo sus amigos más íntimos pueden conocer a lo que realmente se dedica: “Para el resto del mundo, trabajo en el sector de las comunicaciones”, dice a Efe.
Durante todos estos años ha recibido múltiples amenazas de muerte y el fin de la misión de combate de EE.UU. le hace temer aún más por su vida: “Menos operaciones militares significará más espacio para las milicias proiraníes que controlan Irak”, afirma, y “todos los que trabajan para los norteamericanos estarán todavía en más peligro”.
Ante esta situación, Justin se está planteando por primera vez salir de Irak y pedir asilo en otro país.